La profesora de piano (Lara)
Veinticuatro horas malas en la vida de una mujer Santiago Alonso Como explica de manera inmejorable Yago Paris en su estupendo comentario sobre Frances Ha (publicado hoy también en estas […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
Veinticuatro horas malas en la vida de una mujer Santiago Alonso Como explica de manera inmejorable Yago Paris en su estupendo comentario sobre Frances Ha (publicado hoy también en estas […]
Como explica de manera inmejorable Yago Paris en su estupendo comentario sobre Frances Ha (publicado hoy también en estas páginas digitales), es fascinante analizar las imágenes con las que un cineasta intenta a veces condensar la esencia y los significados de su película, bien al principio, bien al final de ella. Curiosamente comparten este recurso dos cintas alemanas de este año que, más curioso todavía, presentan tantas concomitancias argumentales y de propósito que parece que sus autores se hubieran puesto de acuerdo para preparar variaciones sobre una previa premisa común. Son La audición de Ina Weisse, que se estrenó en enero, y la muchísimo más interesante La profesora de piano de Jan-Ole Gerster, que llega a las pantallas esta semana. En ambas se efectúa un detallado estudio de sus respectivas protagonistas: viven dentro de un ambiente relacionado con la música (la primera enseña violín; la segunda, podría decirse que el piano) y supuran toxicidad por los cuatros costados, mientras que la frustraciones y obsesiones que marcan sus existencias se cobran como víctimas a las personas a su alrededor, empezando por unos hijos, y a ellas mismas.
Hacia el final de La audición, un plano de la actriz Nina Hoss con un lado del rostro cubierto por una puerta, en el momento en que su personaje observa el examen de violín de su alumno, venía a resaltar las dos facetas de un mujer presa tanto del desequilibrio como de un cúmulo fatal de buenos y malos deseos. Weisse, sin embargo, no afinaba el sentido de la imagen y la resolución del largometraje se antojaba demasiado confuso. Gerster recurre a un plano calcado en La profesora de piano (en vez de una puerta, tenemos una cortina de un auditorio), pero no es este el que le sirve al director para representar plenamente la idea principal de la película, sino otro que hemos visto al inicio y que, ampliando el concepto estilístico, vuelve a repetirse con una relevante variación durante el desenlace. Dicho plano en dos tiempos comienza cuando vemos a la protagonista (Corinna Harfouch está impecable como representación viva del mal rollo y el descontrol) antes de su intento de suicidio la mañana de su sesenta cumpleaños. Ya despierta con las luces del alba, está recostada en un sofá; se gira y mira hacia una pared, donde, rodeado por las estanterías del salón, aparece un gran espacio vacio.
No vamos a descubrir aquí, para no estropearle la experiencia al espectador, en qué cambia después la imagen de la pared, y cómo se completa el significado de algo que con los primeros compases del filme no se puede saber, pero sí cabe señalar que el gran mérito del autor consiste en haber organizado todo el relato entre uno y otro instante, entre uno y otro plano, excepto por un epílogo posterior donde quizás no se cierre el abismo al que se asoma la mujer toda la película, pero al menos sí permite redimensionar el retrato y entender tanto tormento interior. Es una liberación también para los espectadores. Y entre medias tenemos la descripción de una jornada alucinante salpicada de incesantes notas de ansia, inseguridad y envidia. De muchas emociones rotas.
LA PROFESORA DE PIANO
Dirección: Jan-Ole Gerster.
Intérpretes: Corinna Harfouch, Tom Schilling, Volkmar Kleinert, André Jung.
Género: drama. Alemania, 2019.
Duración: 98 minutos.