Las letras de Jordi
Construir la conversación Santiago Alonso En estos tiempos en los que se ha demostrado que la hiperconectividad y el alud de información sirven para bien poco —véase cómo no nos […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
Construir la conversación Santiago Alonso En estos tiempos en los que se ha demostrado que la hiperconectividad y el alud de información sirven para bien poco —véase cómo no nos […]
En estos tiempos en los que se ha demostrado que la hiperconectividad y el alud de información sirven para bien poco —véase cómo no nos hemos dado cuenta de una pandemia hasta que la hemos tenido en el portal de casa, pese a haber aparecido en nuestras pantallas varias semanas antes—, o que sirven para poco bueno —véase cómo se promueven por redes sociales debates muy absurdos y dañinos sobre, por ejemplo, cuál es la definición de mujer— una película como Las letras de Jordi constituye un remanso de paz para las mentes cansadas por tanto fárrago y para los sentimientos que se hayan cortocircuitado con tanta tormenta de la comunicación. Porque el documental, sobre todo, pone en valor precisamente el hecho comunicativo, la necesidad de escucharnos y de expresarnos, aun cuando se dé en contextos difíciles.
Los espectadores asistimos al encuentro entre dos personas que, durante los 70 minutos del metraje, se dedican a tender puentes de diálogo y construirse como interlocutores pese a los límites que deben afrontar desde el principio. Son Jordi Desquens Massanes, un hombre con parálisis cerebral y muy creyente, cuyo deseo es ir a Lourdes; y la directora, la donostiarra Maider Fernández Iriarte, quien empezó el proyecto guiada inicialmente por la idea de rodar algo sobre el famoso santuario francés, pero que encontró mucho más interesante la personalidad de Jordi, alguien que solo puede comunicarse empleando cartones en los que están escritos el abecedario y los números. La cinta es nada más y nada menos que eso, la filmación de los momentos que pasan juntos: ella le pregunta (sobre el porqué de su fe y otros asuntos personales), y él responde pasando el dedo de letra en letra con el objetivo de formas palabras y frases. Según se suceden los minutos, también se nos muestra la gestualidad del hombre como otro elemento comunicativo fundamental, aparte de alguna escena junto a su madre y algunas imágenes filmadas durante la visita a Lourdes.
Las letras de Jordi contiene a priori muchos elementos que podrían dar lugar a un trabajo tramposo y repleto de golpes bajos. Afortunadamente, no hay sombra de ninguno de ellos en el sobresaliente trabajo concebido y ejecutado por la cineasta. Siendo consciente de que cualquier acercamiento al retratado debe pasar tanto por aprender a comunicarse con él como por mostrar una integridad como persona y artista, Fernández Iriarte borra cualquier rastro de condescendencia y, de manera nada forzada, se incorpora a los planos (visiblemente o con su voz fuera de campo) asumiendo su condición de secundaria imprescindible. Vamos a ver que aprende a entender a Jordi, un proceso acompasado al propio proceso creativo de la película, pues incluso le pide ayuda, como cuando ambos «preparan» la charla que van a grabar con la madre.
Además, la documentalista demuestra una notable capacidad para crear imágenes. Ahí están las composiciones que hace de los actos religiosos multitudinarios, entre luces y sombras, captados a la manera de un futurismo retro tipo Metrópolis. Que la religiosidad de Jordi conviva sin problemas en un mismo filme con la distancia evidente que muestra Fernández Iriarte respecto a cualquier manifestación y sentimiento sacros, supone, finalmente, otro logro. Y si lo unimos al hecho de que se nos muestra emoción y verdad con una sencilla escritura realizada letra a letra sobre un cartón, ahora que la gente pierde horas preciosas de su vida y se envilece dándole a las teclas de sofisticados móviles, comprobamos que nos hallamos ante un trabajo admirable y muy valioso.
LAS LETRAS DE JORDI
Dirección: Maider Fernández Iriarte.
Género: documental. España, 2019.
Duración: 70 minutos.