Irene Bullock


 El año 1947 es el punto de partida de un periodo  que se convirtió en una pesadilla para muchos artistas (guionistas, directores, actores…) que trabajaban en Hollywood: la caza de brujas. Aunque hay que remontarse a los años treinta para entender todo el meollo de la cuestión, el apogeo de estos años oscuros tuvo lugar a principios de la década de los cincuenta, en plena Guerra Fría. Una puerta de entrada para estudiar este momento de la historia del cine (que ya ha aparecido y aparecerá más veces en esta sección) puede ser una película irregular, pero que despierta el interés por lo que cuenta, deja interesantes pistas para empezar a tirar del hilo y narra, entre otras cosas, la historia de un rodaje especial que ejemplifica cómo peligraba la libertad creativa de un grupo de personas y la imposibilidad de afrontar un cine político y social con una ideología determinada. Y esa película que permite el análisis es Punto de mira (One of the Hollywood Ten, España, Reino Unido, 2000), de Karl Francis. El director galés, que también escribió el guion, se centró en un matrimonio real que sufrió los reveses de esos tiempos, el director y guionista Herbert J. Biberman (Jeff Goldblum) y la actriz Gale Sondergaard (Greta Scacchi), si bien Francis se tomó alguna licencia histórica para contar distintos episodios como, por ejemplo, crear a un agente del FBI ficticio, Riffkind (Christopher Fulford), que personifica la obsesión gubernamental de hacer la vida imposible a los protagonistas.

En un momento de la película, Biberman, Sondergaard y más amigos se reúnen en un bar. Todos los presentes son conscientes de que lo que está ocurriendo es muy serio, pues ya muchos de ellos han recibido la citación para testificar ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses (organismo que se constituyó en 1938), y como deja claro uno de ellos, que no la ha recibido todavía, visiblemente preocupado: «Os acusan  de aprovechar vuestro poder como escritores y directores para provocar la subversión en Estados Unidos». Lo que creían que no podía prosperar se estaba volviendo cada vez más complejo y enrevesado. De estas vistas que se celebraron durante 1947 surgirían los conocidos como «los diez de Hollywood», a los que sentenciaron por desacato al negarse a contestar a las preguntas del comité como, por ejemplo, cuál era su afiliación política. De nada les sirvió acogerse a la Primera o a la Quinta enmienda a la constitución. Todos acabaron en la cárcel durante unos meses y figuraron durante años en la lista negra que impedía el acceso al trabajo en los estudios. Una lista que por otra parte no dejaba de crecer con más y más profesionales en sospecha. Pero la cruzada contra Hollywood no había llegado todavía a su apogeo: se recrudecería con la aparición en 1950 del senador Joseph McCarthy y su obsesión anticomunista, aumentando la paranoia social de la existencia de una conspiración comunista en todas partes, y generando la crispación que se traducía en unas sospechas y unas señalizaciones que no dejaban de crecer y de perjudicar a un montón de profesionales en distintas áreas, no solo en Hollywood, aunque estaba claro que la meca del cine proporcionaba mucha repercusión mediática a esta cruzada.

Entre los diez de Hollywood se encontraba Herbert J. Biberman. Los otros nueve fueron: Dalton Trumbo, Edward Dmytryk, Ring Lardner Jr., Alvah Bessie, Lester Cole, John Howard Lawson, Albert Maltz, Samuel Ornitz y Adrian Scott. Cuando salieron de la cárcel, ninguno lo tuvo fácil. Ante la falta de trabajo, se buscaban las castañas como podían. Herbert J. Biberman pudo volcarse en un proyecto cinematográfico independiente que se convirtió en todo un símbolo sobre lo que significó este periodo: La sal de la tierra ( 1954). La mayoría del personal americano que participó y sacó adelante la película estaba en las listas negras. Otros miembros del grupo de los diez siguieron otros caminos, como Edward Dmytryk, que optó por volver a testificar y esta vez sí dar nombres para poder continuar trabajando en Hollywood.  

De la gloria a la caída

Punto de mira empieza con imágenes de archivo de un noticiario donde se habla del revuelo que se ha armado en Nueva York por la próxima proyección de El triunfo de la voluntad (1935) de Leni Riefenstahl. El locutor pasa a la siguiente noticia: la gala de los Óscar de 1937. Ese era un año en el que la ceremonia estrenaba categoría: mejor actor y actriz de reparto. Ahí, en esa nueva categoría, estaba nominada la actriz Gale Sondergaard por su primera aparición cinematográfica, su papel en El caballero Adverse (1936) de Mervyn LeRoy, viviendo su particular noche de gloria al ser la ganadora de la estatuilla. Este acontecimiento profesional supuso su entrada por la puerta grande en Hollywood, y en ese momento le acompañaba su esposo, Herbert J. Biberman. La película muestra cómo, al recoger el premio, la actriz anuncia durante su discurso de agradecimiento la participación activa en la sociedad y la lucha contra el fascismo de la liga antinazi de Hollywood. Tanto ella como su esposo son miembros de dicha organización. De hecho, muchos de sus afiliados constituyeron también el Motion Picture Artists Committee to Aid Republican Spain.

Antes y durante la Segunda Guerra Mundial, a pesar de las dificultades que recientemente ponía el código Hays para pronunciarse sobre ciertos temas (además de los sexuales, estaban los relativos a asuntos sociales, políticos e ideológicos), una parte de Hollywood también asumía las posibilidades del cine como instrumento propagandístico. Se pusieron en marcha varias películas de apoyo a la República en España (Blockade de William Dieterle o Arise, my love de Mitchel Leisen) o se dejó ver una simpatía por el pueblo ruso, pues durante un tiempo Estados Unidos y  la Unión Soviética  fueron aliados contra el nazismo (La estrella del norte de Lewis Milestone, Misión en Moscú de Michael Curtiz o Song of Russia de Gregory Ratoff y Laslo Benedek). Fue un periodo de diversidad ideológica en el seno de Hollywood.

Después de esta noche de gloria, en la película Punto de mira se produce un salto temporal a 1945. En una sala de cine el agente Riffkind ve un noticiario donde se pasa de la bomba atómica en Japón a las imágenes de bienvenida a actores, como James Stewart, que han luchado en la Segunda Guerra Mundial. A continuación se proyectan crudas imágenes del genocidio judío por los nazis y, por último, sale un dicharachero Ronald Reagan anunciando la particular cruzada por la libertad… para combatir  a los comunistas. Los tiempos han cambiado. Un hombre entra en el cine y le da una lista a Riffkind de personalidades del mundo del cine como Humphrey Bogart, Edward G. Robinson, Danny Kaye o Trumbo, donde también se incluye a Sondergaard y Biberman. En la siguiente secuencia se  ve sentado al agente con esa lista en el despacho de John Parnell Thomas, presidente en aquel momento del Comité de Actividades Antiestadounidenses, y le azuza para ir contra la meca del cine porque «Hollywood llega a todas partes».

La maquinaria se pone en marcha, los primeros que entran en el aro son los productores de los grandes estudios (en la película se centran en Jack Warner y Howard Hughes), algunos por ideología y otros porque, como son hombres de negocios, no les interesa ir contra el Comité o el Gobierno. Así se ponen en funcionamiento no solo las listas negras, sino también una fuerte campaña en los medios de comunicación, que anuncian la investigación de comunistas en Hollywood. Empiezan los despidos, las campañas de desprestigio y las citaciones. Comienzan también las presiones a los profesionales, sobre todo a aquellos con ideas de izquierda, como la propia  Gale Sondergaard, quien ve que solo puede conseguir papeles si renuncia a su esposo o firma un juramento de fidelidad.

Karl Francis vuelve a acudir a los noticiarios para anunciar la celebración de las primeras sesiones del comité y el apoyo que reciben los diez de una parte de Hollywood a través del Comité de la Primera Enmienda. El locutor expresa su incomodidad ante el hecho de que un grupo de estrellas pueda ir a apoyar a los «rojos de Hollywood».

Antes de entrar a la citación, Biberman expresa ante los periodistas que ellos lucharon contra Hitler. Un reportero le rebate que este ya está muerto, y el cineasta responde que no ocurre así con el fascismo. Como se refleja también en la película, cuando las cosas se pusieron serias y los diez fueron enviados a la cárcel, algunos de los miembros del Comité de la Primera Enmienda se apearon del carro, como por ejemplo Borgart, que en un momento de Punto de mira dice: «No se puede mezclar el cine con la política».

Durante la estancia en prisión, mientras que Edward Dmytryk se deprime mes a mes y no aguanta la vida carcelaria, Herbert J. Biberman colabora y ayuda a otros presos, por ejemplo, a escribir cartas, y se siente cada vez con más fuerzas y más convencido de su postura. Él mismo se describe como «un amante de las causas perdidas». De hecho ese es el retrato de Biberman en Punto de mira: un intelectual judío, íntegro y comprometido, que lucha por «un Hollywood que produzca películas de calidad, que respete la inteligencia de los hombres y mujeres trabajadores. Y eso solo es posible si podemos actuar, escribir y dirigir con libertad e integridad». Un intelectual idealista, que como dice en un momento crítico Gale Sondergaard es «el tipo de comunista que matarían en Rusia».

Cuando Biberman sale de prisión no encuentra trabajo y, además, le han retirado el pasaporte, luego no puede salir del país. Esto sí que le deprime cada vez más. Sin embargo, un proyecto cinematográfico independiente, después de varios avatares y gracias también a su esposa, se pondrá en su camino y encontrará ese propósito por el que luchar.

Esa película que salva al protagonista de caer en una profunda depresión es precisamente La sal de la tierra que se inspira en un hecho real, una huelga que tuvo lugar en una mina de Bayard, Nuevo México. El film se sitúa en el año 1951 cuando comienza una dura huelga en la localidad minera de Silver City. Los mineros reivindican mejoras para trabajar con más seguridad y evitar accidentes graves, pero además también se pone en evidencia la discriminación social y salarial que sufren los mineros de origen mexicano respecto a los anglosajones. Se producen enfrentamientos con las autoridades locales y los directivos de la compañía minera.  Y estos consiguen la prohibición de los piquetes que impiden que se trabaje en la mina. En ese momento entran en acción las mujeres de los mineros, sustituyéndolos en la lucha y mostrando su coraje. Además también se refleja su propia discriminación respecto a sus maridos. Ellas reivindican más cosas: mejoras en las viviendas que les proporciona la empresa. Finalmente, la huelga se desconvoca en 1952 cuando la empresa accede a reunirse y negociar con los trabajadores.

La sal de la tierra

A partir de este momento se desarrolla la segunda parte de Punto de mira, que reconstruye uno de esos rodajes con multitud de anécdotas, aunque curiosamente es lo más flojo de la película. A pesar de contar con todos los ingredientes necesarios para resultar una buena historia, la narración  es deslavazada, y no está conseguida ni la relación entre los personajes, que hubiera sido un punto fuerte y de cohesión, ni el ambiente de solidaridad y tensión ante las presiones del exterior. Sin embargo, esta coproducción hispanobritánica invita a realizar una sesión doble y que veamos el resultado final de ese rodaje histórico, el de La sal de la tierra, una película mítica que realizaron varios integrantes de las listas negras con la colaboración de un sindicato de mineros. Como escribió Javier Coma en su libro Las películas de la caza de brujas (Notorius Ediciones, 2007):

«Emotiva, sin duda, en la denuncia de la discriminación económica, social y racista de los mineros con raíces mexicanas y avanzada en el canto feminista al coraje de las mujeres que desafiaban a la policía, La sal de la tierra disfruta de trascendencia histórica en especial por haber constituido un caso único de película realizada por blacklisted en Estados Unidos, en plena caza de brujas y en lucha contra innumerables obstáculos. Y su condición extremadamente singular se ve acrecentada porque, a la vez, significó la unión de profesionales del cine proscritos con un sindicato proletario asimismo en la lista negra: el International Union of Mine, Mill, and Smelter Workers que había guiado la huelga real en Bayard, Nuevo México, de octubre de 1950 a enero de 1952 y luego apoyaría la elaboración del film en Silver City, localidad similar en idéntico estado; tal agrupación sindical había sido expulsada de la federación Congress of Industrial Organizations que, a partir de 1950, efectuó en su seno una notoria purga de integrantes radicales».

La película Punto de mira fue rodada en España, en otra zona minera, que tiene una triste historia de desastre ecológico detrás: la destrucción de la bahía y el puerto de Portmán, provincia de Murcia, entre 1957 y 1987.  Parte del reparto español está presente en este fragmento: Ángela Molina como la actriz mexicana Rosaura Revueltas, la protagonista de La sal de la tierra. Precisamente, cuando intentaron desde distintos frentes que la película de Biberman no se rodara, uno de los objetivos fue Rosaura. La arrestaron, encarcelaron y la deportaron cuando aún no había concluido el rodaje. Y por otra parte, el líder sindical que se convirtió en actor protagonista, Juan Chacón, está encarnado por Antonio Valero.

En esta parte de la película se va contando los intentos de Gale Sondergaard, que tampoco lo tuvo fácil con su incursión en las listas negras, para sacar adelante esta producción independiente con dos amigos, también señalados durante la caza, el productor Paul Jarrico (John Sessions) y el guionista Michael Wilson (Geraint Wyn Davies). Tanto Jarrico como Wilson habían acudido anteriormente  al lugar de los hechos durante la huelga para saber qué estaba pasando exactamente y empaparse de realidad.

Gale iba a ser la protagonista de esta producción independiente. Y Herbert J. Biberman no fue la primera opción como director del proyecto, aunque se ve en la película que su esposa  pelea por él una y otra vez. El director Karl Francis resalta en varias ocasiones que Biberman no era un director de primera fila. Es más, en una discusión con Dmytryk, este último, que está desesperado por no poder volver a dirigir, se rebela ante los ánimos de Biberman y le dice en un ataque de angustia: «Tú no tienes mi categoría». O incluso en una de las reuniones con Gale, Paul y Michael reconocen que «Biberman no es Ford». Pero finalmente no puede entrar en el proyecto el candidato que tenían pensado, Jules Dassin (que también terminará en una lista negra y optó por el exilio), y Biberman se convierte en la mejor opción para seguir adelante con el proyecto y enfrentarse al Hollywood de la caza de brujas. Y, curiosamente, es Biberman, cuando se entusiasma con el tipo de película que puede  salir del rodaje que tiene entre manos (una obra auténtica y realista), el que descarta a Sondergaard como protagonista. Ella se lleva un disgusto, aunque finalmente piensa que en parte él tiene razón.

Pero con la discusión del matrimonio, Punto de mira plantea además un tema de debate sobre la mirada y el punto de vista ante ciertas cuestiones. Herbert le dice a Gale: «No creo que debas interpretar a Esmeralda. Eres europea y blanca». Y ella le dice que él también y que por qué no busca a un director y escritor mexicano. Él, sin embargo, no responde a esa cuestión, aunque es sumamente interesante. El Biberman ficticio cuestiona que una blanca represente a una mexicana, pero no se plantea que tal vez un director mexicano entendería mejor la lucha minera o no se le escaparían ciertos matices. Finalmente, Sondergaard continuará apoyando la película en otros frentes.

Ambos tuvieron todo tipo de dificultades para poder terminar la película. La publicidad de Hollywood siempre fue negativa, e incluso el FBI puso diversas trabas, puede que pagando a hombres para que clausuraran el rodaje a la fuerza (en la película así se refleja), por lo que fue necesaria la intervención de la policía.

Finalmente todos los implicados rodaron y montaron la película (a pesar de que también tuvieron problemas hasta para encontrar laboratorios), y la estrenaron en Estados Unidos, aunque solo trece salas de cine se atrevieron a proyectarla. Con el tiempo la película La sal de la tierra no solo no ha caído en olvido, sino que se ha convertido en una puerta abierta para entender un periodo oscuro y complejo. Y Punto de mira sirve para adentrarse en un difícil, pero apasionante episodio de la historia del cine que merece la pena conocer y analizar.


Puedes ver PUNTO DE MIRA en Filmin

Puedes ver LA SAL DE LA TIERRA en Filmin



 

4 Comentarios »

  1. ¡Qué período que me interesa enormemente! Y el período inmediatamente anterior también, aquel que va desde el fin de la II Guerra hasta el comienzo de las acciones del Comité en 1947, es muy rico para descubrir con películas como «Los mejores años de nuestras vidas» o «Crossfire».
    No he visto esta película ni «La sal de la tierra», pero he escuchado hablar sobre este tema en un episodio de un podcast sobre cine que dedicó toda una temporada al período de listas negras en Hollywood. Se llama «You must remember this» y bueno, está en inglés, pero lo dejo mencionado de todos modos porque es muy, muy interesante y cubre tanto los antecedentes de la cuestión (como todas esas pelis pro-URSS que se filmaron) como la finalización de las listas.-
    De tu análisis surgen además varias aristas apasionantes, como por ejemplo la postura de quienes decidieron dar nombres o de quienes sabían que ellos mismos no encajaban en los estándares del Partido o que no compartían su línea pero aún así guardaron silencio por una cuestión de dignidad personal. Es muy complicado de analizar si a ello le sumamos que estas personas además eran artistas, y dónde deja eso a su obra cuando pensamos por ejemplo en un Elia Kazan que consideró que no le debía nada a nadie y fue derechito a dar nombres o en un Stanley Kramer que le retiró su apoyo a Carl Foreman. Yo confieso que me resulta un poco difícil separar al hombre del artista en esos casos.-
    En fin, me he ido un poco por las ramas…
    Te mando un abrazo enorme, Bet.-

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  2. Hola Irene:
    A mi también se me había pasado totalmente fuera del radar esta película.
    Desde luego el tema no puede ser mas «cinematográfico». Lo curioso es que el tristemente célebre HUAC empezó «cobrándose» piezas de «caza menor» como Frances Farmer (que ya tú comentaste) o la actriz invisible que trabajó en la película que todo el mundo ha visto (Dorothy Comingore).
    Y de coda final también se podría poner que, el año de «la sal de la tierra», la película que se llevó toda la gloria fue «On The Waterfront», aquí sutilmente llamada «La Ley del Silencio». Y todo el mundo sabía de que estaba hablando Elia Kazan.
    Un saludo.

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  3. Me pasa como a ti, Bet, me encantan esos periodos que mencionas y las películas que has nombrado. Gracias por recomendarnos el podcast “You must remember this”. Efectivamente es un tema supercomplejo de analizar, que además tiene un montón de aristas y miradas. No será la última vez que salga por aquí.
    Hay una obra de teatro de Arthur Miller que trata el tema maravillosamente: narra la desesperación de unos personajes que tienen que optar entre decir nombres en el Comité o no. Que tienen que optar entre ser coherentes con sus pensamientos progresistas, aunque con los años se hayan alejado del Partido Comunista, o no. Narra también lo difícil que es posicionarse al lado del que no quiere decir nombres y ser honesto con su manera de actuar y pensar o del que decide dar nombres porque quiere seguir trabajando y realizando la labor que le apasiona. La obra se titula «Después de la caída». Y Miller se inspira en uno de sus personajes en Elia Kazan. Y también otro personaje maravilloso es Maggie que se inspira en Marilyn Monroe.

    Con mucho cariño
    Irene Bullock

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  4. Sí, tienes razón, Manuel, la HUAC empezó ya en los años 30. De hecho hay una película maravillosa que la repasaremos por aquí algún día de Tim Robbins que se titulo «Abajo el telón» que cuenta cómo desde esta institución investigaron durante esa década a Hallie Flanagan, directora del Federal Theatre Proyect de la Works Progress, y a muchos artistas del mundo del teatro en plena depresión económica.
    Fueron muchos los profesionales de Hollywood que se vieron afectados durante este periodo de las listas negras, como las dos actrices que nombras.
    Te contaré que siento debilidad por «La ley del silencio». Es una película que he visto mil veces y he analizado un montón. Recuerdo lo que me deslumbró la primera vez que la vi, y hay secuencias que me sé prácticamente de memoria. Y me sigue gustando mucho. Efectivamente, cuando luego te sabes toda la historia de Elia Kazan y la época en que se rodó la película se vislumbra, como dices, otra lectura.

    Con mucho cariño
    Irene Bullock

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