Dibujar el misterio

Yago Paris


En uno de los episodios del pódcast Imágenes a distancia, el crítico Ignacio Pablo Rico reflexiona sobre lo que significa para él lo misterioso en el cine, una característica que considera inherente a la imagen en movimiento y que aparece incluso cuando esa no era la intención del realizador. Esa condición, que Rico cataloga de fantasmal y cautivadora, la describe como «la capacidad del cine para no ser solamente las imágenes que proyecta, sino todo un espacio y todo un tiempo virtuales en torno a esas imágenes, que queda de alguna manera sugerido, pero nunca solapado por ellas». Una de las maneras más claras, que no sencillas, de alcanzar lo misterioso en el cine, como el analista expone en el programa, se encuentra en creaciones como las de David Lynch, un cineasta que se caracteriza, entre otros muchos aspectos, por su soberbia capacidad para encontrar lo perturbador dentro de lo cotidiano. Se trata de una seña de identidad identificable a lo largo de toda su carrera, que también se manifiesta en Fire (PoZar), un cortometraje de 2015 que recientemente ha sido publicado de manera abierta en el canal de YouTube David Lynch Theater.

La piedra angular del proyecto son una serie de dibujos en blanco y negro realizados por el cineasta. Noriko Miyakawa fue la persona encargada de tomar estas creaciones y añadirles movimiento. El músico Marek Zebrowski compuso la banda sonora, y lo hizo sin recibir indicaciones por parte del director, partiendo directamente de la observación de las imágenes del cortometraje. El resultado de esta obra donde se ha dado tanto peso a la intervención de terceros es, en realidad, una pieza que encaja a la perfección en la filmografía del director, quien, además de caracterizarse por su investigación en la imagen-misterio, también destaca por los evidentes vasos comunicantes que establece entre sus distintos filmes. En el caso de Fire (PoZar) resulta muy sencillo encontrar una serie de motivos visuales habituales en su cine, como el gran peso de los espacios naturales o el juego con lo cotidiano, y cómo el mal se infiltra en estos para perturbarlos. Y, concretamente, atendiendo a las representaciones que aparecen, destacan las conexiones con la serie Twin Peaks.

El corto se divide en un prólogo y dos secuencias. En la primera de ellas encontramos un paraje natural, compuesto por un campo donde aparecen una casa y un árbol. Más adelante aparece un agujero en el cielo, a través del que se filtran seres siniestros que parecen venidos de otra realidad. Por la forma y el contexto, este pasaje hacia otro universo recuerda al charco que señaliza la entrada a la logia negra, uno de los escenarios clave de la ficción televisiva que Lynch creó junto con Mark Frost. En aquella ocasión, la entrada se situaba en medio de un bosque, donde aparecían unas cortinas rojas tras las que se albergaba una dimensión paralela. Las telas recordaban a las de un telón de teatro, por lo que la dimensión de la ficción que correspondía a la realidad —el bosque— podía entenderse como el patio de butacas desde el que se asistía a ese más allá que ofrecía la imagen cinematográfica —la logia negra, semilla de lo misterioso en Twin Peaks. Trasladando la interpretación a la totalidad de su obra cinematográfica, Lynch parece decirnos que nuestra realidad se equipara al plano realista de la ficción, y la imagen proyectada equivale al plano surreal del relato. Fire (PoZar) comienza precisamente en un teatro, donde observamos el ejercicio de cine experimental que el cineasta nos ofrece. Por eso, esta es una propuesta que basa su potencial, como en la serie, en servir de puerta a un mundo nuevo, generador de imágenes perturbadoras.

El fuego es otro de los elementos clave, como se observa en el prólogo, donde se podría interpretar lo que se narra como la destrucción de la naturaleza por parte del ser humano, quizás también poseído por el mal, como ocurría en Twin Peaks. Una posible consecuencia se observa en la primera secuencia, pues tanto la casa como el árbol comienzan a arder, algo que no solo se asocia a la serie —el fuego se utiliza en muchas de las escenas surrealistas como elemento expresivo—, sino también a un largometraje como Carretera perdida. La segunda secuencia expone la aparición de unos seres que podrían pertenecer a nuestro plano de realidad —¿una representación de ciervos, quizás?—, pero que, lejos de resultar unos animales amistosos, nos inquietan por su andar antropomórfico. Quizás sea la rebelión final de una naturaleza dolida —esa cara que llora y se tapa los ojos—, que debe actuar para detener los actos de la humanidad.

En cualquier caso, estos lugares comunes de la interpretación de obras experimentales son lo de menos. Más allá de las sugerentes conexiones que se establecen con otras obras, que enriquecen la filmografía de uno de los directores más coherentes y lúcidos de la historia del cine, lo más relevante en última instancia es la capacidad de los fotogramas animados y su contrapunto musical —una banda sonora inquietante, en la línea de la que Jonny Greenwood compuso para Pozos de ambición— para construir secuencias que se adscriben a la imagen-misterio.


Aquí puedes ver el cortometraje FIRE (POZAR)


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FIRE (POZAR)

Dirección: David Lynch

Género: Terror. Cine experimental. Estados Unidos, 2015.

Duración: 10 minutos.

 

 


 

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