Mi corazón yace en Nashville
En su álbum Muswell Hillbillies (1970) los Kinks reunieron una serie de estampas sobre la clase trabajadora británica y el alienante modo vida moderno. De esta manera proseguían con temáticas que ya encontrábamos en discos anteriores, pero lo sorprendente era que varias de las canciones, con referencias muy londinenses, adoptaban unos aires country que generaban un contraste bastante chocante. Este se manifestaba plenamente en «Muswell Hillbilly», el lamento de un chico que debía abandonar su barrio para mudarse a una impersonal barriada de nueva construcción, donde el estribillo decía: «Cause I’m a Muswell Hillbilly boy / But my heart lies in old West Virginia / Never seen New Orleans, Oklahoma, Tennessee / Still I dream of the Black Hills that I ain’t never seen». Casi cincuenta años después, la película Wild Rose parte de una contraposición bastante similar, aunque está llevada a Glasgow y la protagoniza una joven rebelde de vida desastrosa, a quien le obsesiona el country y que tiene el sueño imposible de triunfar en un lugar tan lejano de sus coordenadas vitales como es Nashville. La caracterización de Rose-Lynn como cantante pendenciera en versión proletaria escocesa, viéndola salir de la cárcel al inicio del largometraje con sus botas vaqueras blancas, es rotunda en ese sentido.
Está claro desde el minuto uno que la premisa les sirve a la guionista Nicole Taylor y al director Tom Harper para proponer una reflexión sobre los peligros que conlleva cumplir los grandes deseos íntimos, sobre todo cuando implican evadirte de las responsabilidades y dejar por el camino a la familia. También se evidencia muy pronto, sin embargo, cómo han apostado ambos por la solución menos exigente, la que les permite no romperse mucho la cabeza al saber que cuentan con una actriz principal carismática a más no poder y una secundaria de categoría que les van a resolver el conjunto: Jessie Buckley, de quién se aprovecha al máximo que canta fenomenalmente bien, y la veterana Julie Walters. En Wild Rose los cineastas han preferido emplear siempre elementos predecibles, demostrándose una vez más que lo que convierte un trabajo cinematográfico en convencional no es tanto el volver a argumentos mil veces contados (en este caso, un camino de redención), sino hacerlo siguiendo los mismos pasos, el mismo orden y los mismos trucos. El miedo a salirse del esquema se comprueba asimismo con los timidísimos comentarios sociales, bastante insuficientes para el esmero con el que se realiza la ambientación; o, más extraño todavía, el parco uso de la música. Eso sí, y precisamente por las tres actuaciones del último tercio, la película alcanza una altura emocional digna de elogio. Atención, todos los aplausos van para Buckley, la auténtica creadora del conjunto, también como escritora de las canciones clave.
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WILD ROSE
Dirección: Tom Harper.
Intérpretes: Jessie Buckley, Julie Walters, Sophie Okonedo, Jamie Sives.
Género: drama, musical. Reino Unido, 2018.
Duración: 101 minutos.