Yago Paris


En la última de las cinco secuencias que componen Five Dedicated to Ozu, el cineasta Abbas Kiarostami filma la luna reflejada en el agua. En la imagen solo aparece la luz del satélite, en el centro, y cómo se transforma y modifica con las ondas que forma la corriente. Esta situación, sin más, sería suficiente para justificar la presencia de la escena en este filme experimental y antinarrativo que busca captar la belleza imprevisible de la vida. Sin embargo, algo todavía más impresionante está por acontecer. Minutos más tarde, una nube pasa por delante de la luna, cubriéndola. De repente, el fotograma entero queda a oscuras.

Las cinco secuencias de Five Dedicated to Ozu componen un conjunto de estampas de la realidad más pedestre, junto a otras como la de la marea meciendo un tronco en la orilla de una playa o la que recoge a unas palomas en un paseo marítimo. Si las observamos con los ojos del ser humano moderno, lo descrito se interpreta como algo irrelevante, sin cabida en un filme. La aproximación de Kiarostami viene a señalar que, si estamos atentos, la realidad puede transformarse y sorprendernos, siempre y cuando seamos capaces de prestar atención a los detalles. Adentrándose de lleno en los terrenos del cine experimental, el realizador iraní homenaje a Yasujiro Ozu, autor conocido por su naturalismo radical y su capacidad para captar la esencia de la vida a través de los pequeños detalles cotidianos.

Abbas Kiarostami va un paso más allá y elimina cualquier tipo de narración. O, al menos, en el sentido que la producción cinematográfica nos tiene acostumbrados: el relato  hollywoodiense que se basa, en mayor o menor medida, en la lógica causa-efecto. Lo más sorprendente de la escena de la luna, y que se repite en el resto de la película, consiste en que, de hecho, sí existen narraciones, las que la realidad crea con su constante improvisación —ese tronco que se parte, cambiando completamente la dinámica de la escena, esas palomas convertidas en expertas en el arte de esquivar seres humanos, o esos divertidísimos patos recorriendo de un lado a otro la orilla de la playa.

En el fondo, la escena de la luna cubierta por la nube es el ejemplo más representativo de la reflexión de Kiarostami, quien propone plantearse el acto de mirar. Mediante sus imágenes, el cineasta parece animarnos a estar atentos, porque siempre encontraremos instantes significativos en la naturaleza. Y, todavía más importante, si somos capaces de darle valor a los detalles, y tener paciencia para dejar que se manifiesten, cada pequeño matiz se convierte en algo relevante. Si aprendemos a mirar, ver desaparecer el reflejo de la luna al ser cubierta por una nube se convierte en un instante cinematográfico de poder apabullante.


Puedes ver algunas de las películas de Abbas Kiarostami en FILMIN


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