Una heroína del celuloide

Santiago Alonso 


El espíritu de Gloria Grahame se cruzó por primera vez en el camino de Anette Bening en 1990 cuando Stephen Frears le recomendó, durante el rodaje de Los timadores, que viera los clásicos de la estrella de Hollywood. De hecho, la interpretación final de su personaje en aquel estupendo acto de amor al cine negro terminó siendo un homenaje en toda regla a la protagonista de En un lugar solitario (1950) y Sobornados (1953), una fascinante actriz que sabía trasmitir en pantalla la vida interior de mujeres que, con ambivalencia, mostraban fortaleza y vulnerabilidad cuando se buscaban (o les buscaban) problemas. Nadie mejor, entonces, que Bening para volver a Grahame. El proyecto adecuado era la adaptación del libro autobiográfico Film Stars Don’t Die in Liverpool (1987), en cuyas páginas Peter Turner relata las vivencias que compartió con la intérprete a finales de los setenta y principios de los ochenta, antes de que esta muriera a los cincuenta y ocho años. Él era un joven inglés aspirante a actor y ella una heroína del celuloide en decadencia, que se había trasladado a Inglaterra para vivir y trabajar en la escena teatral de segunda categoría. Se conocieron en el hotel donde trabajaba el chico, surgiendo rápidamente una relación que tuvo varias fases.

Teniendo en mente desde el principio a la protagonista de American Beauty y Los chicos están bien, la productora Barbara Broccoli ha esperado el momento adecuado, básicamente la coincidencia de edades entre ambas actrices. Y cabe decir que la espera ha merecido la pena porque la empresa de Bening no solo ha implicado una mimetización pasmosa, sino que denota por los cuatro costados interiorización profunda y compromiso absoluto con la biografiada. Por su parte, el director Paul McGuigan se plantea la puesta en escena de una historia que representa, ante todo, un acople muy singular y no siempre fácil entre dos mundos diametralmente opuestos, introduciendo cuidadosas transiciones espaciotemporales propias del teatro, es decir, sin cortar plano, y deleitándose (deleitándonos) con recursos de la vieja escuela como la clásica retroproyección. Asimismo hay que destacar el interesante planteamiento con el que encara el último tercio del film, repitiendo el momento crucial desde dos puntos de vista, el de Turner y, definitivamente, el de Grahame. Por estas y otras cuestiones, Las estrellas de cine no mueren en Liverpool resulta un atractivo y sereno melodrama sobre una mujer a veces tan entera y, al mismo tiempo, vulnerable como los personajes que encarnaba. Está hecho sin aspavientos, huye de las agitaciones y se deja llevar por el tranquilo flujo de los recuerdos. También deja estupendas escenas, como en la que aparece la inmensa Vanessa Redgrave o el homenaje directo a En un lugar solitario con una escena de playa hermosísimamente fotografiada.



 

LAS ESTRELLAS DE CINE NO MUEREN EN LIVERPOOL

Dirección: Paul McGuigan

Intérpretes: Anette Bening, Jamie Bell, Julie Walters, Vanessa Redgrave.

Género: melodrama, biografía. Reino Unido, 2017

Duración: 105 minutos

 


 

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