Una orgía de dinero y piernas largas

Santiago Alonso 


«Todas preferían a los gilipollas. Hay algo tremendamente satisfactorio en persuadir a un hombre que te considera un desperdicio de que gaste en ti su tiempo y su dinero». En el celebrado artículo «The Hustlers at Scores», publicado hace cuatro años en la revista New York, la periodista Jessica Pressler recogía una larga conversación con Roselyn Keo, una antigua estríper que había estado implicada en una trama donde, junto con otras compañeras, estafaba a clientes de clubs de alto nivel. Keo contaba su historia con declaraciones tan rotundas como la de arriba, y es precisamente la buena plasmación cinematográfica de esta y otras ideas relacionadas lo mejor que nos trae Estafadoras de Wall street, la adaptación de dicho artículo filmada por Lorene Scafaria a partir de un propio guion. El texto de Pressler dejaba traslucir, sin lugar a dudas, unas jugosísimas posibilidades que la directora de la infravalorada Una madre imperfecta (2015) ha tomado con brío, dándole un aire nuevo al modelo de relato criminal a lo Scorsese y sirviéndole en bandeja a Jennifer Lopez el tipo de proyecto que suele revalorizar, sobre todo de cara a los premios, la carrera de artistas muy queridos por el publico, pero no tanto por los opinadores culturales.

Adentrarse en el mundo de los locales de estriptis destinados a la fauna que puebla el distrito financiero neoyorquino, le permite a Scafaria hablar tanto del capitalismo como del uso opresor que el patriarcado hace de la lubricidad, dos cuestiones entrelazadas entre sí. Una vez hecha la radiografía, con el batacazo financiero global de 2008 como fondo, a la narradora le interesa analizar cómo reacciona un grupo de mujeres que hasta el momento se han dedicado a amenizar el descanso del guerrero bursátil restregándose contra las entrepiernas masculinas, en los reservados, mientras corren el alcohol y las rayas blancas. Se suceden los episodios de una acción (saquear tarjetas de crédito, drogando previamente a sus portadores) dirigida contra unos hombres para quienes la crisis no ha supuesto ni mucho menos el fin de la orgía crematística. Y, a partir de ahí, las diferencias entre el personaje presentado como trasunto de Roselyn Keo (Costance Wu) y su mentora, la cabeza criminal pensante que encarna Lopez, reflejan un conflicto clave en la función, el cuestionamiento moral que le suscitan los hechos a la primera y no a la segunda.

Según avanza la cinta es inevitable que al espectador le surja una duda respecto a la lucha emprendida por las estríperes: si esta consiste en una supervivencia desde los puestos menos afortunados de la sociedad o, más bien, en una búsqueda de atajos que las instale en lo alto de la celebración consumista. La ambigüedad (¿o es confusión?) que asoma en el discurso parece asumida y se juega con ella. Otro tanto cabría señalar respecto al modo en que se emplea la exhibición de los cuerpos femeninos, no por el hecho en sí mismo, faltaría más, sino por el sentido que implica la construcción de una mirada que apenas (o nada) se aleja del estereotipo.

El debate está abierto y tiene interés. Con todo, el problema fundamental que revela Estafadoras de Wall Street, el punto de donde nacen las contradicciones, se manifiesta en otro aspecto. El pulso exhibido por Scafaria para controlar el relato no esconde la reiteración de situaciones y escenarios. El guión presenta, en realidad, más agujeros de la cuenta, lo que nos hace pensar que hay una parte sustanciosa de la historia real que se ha perdido por el camino. Y dichos agujeros se han dejado tal cual. Leer la pieza periodística de Pressler ayuda a entender cómo la cineasta ha desechado cuestiones reveladoras. Véase, si no, esta aseveración que lanza Keo y cuyo difuminado en pantalla confirmaría el acrítico comentario sobre el consumismo que exhibe la película: «A las bailarinas les pasa igual [que a los chicos de Wall Street]. Haces dinero, pero te deprimes, así que acabas yendo de compras o de vacaciones; y el dinero se agota, así que tienes que volver a lo mismo…». O está el hecho maquillado de que la trama real de estafa y robo, cual empresa contemporánea, amplió la actividad externalizando servicios cuando empezó a recurrir a otras chicas, prostitutas incluidas, porque el contacto carnal directo era un escalón que las estríperes no querían bajar.

¿Demasiados elementos problemáticos para ajustarlos a un estreno comercial con JLo? ¿Estropeaban el plan de exponer una historia al estilo de la Cosmopolitan sobre mujeres que tejen una red de protección conjunta? ¿Están las escenas de sororidad metidas con calzador? Quién sabe. Lo único que sí se intuye es que Scafaria no tiene del todo clara su andanada contra el sistema económico imperante.



 

ESTAFADORAS DE WALL STREET

Dirección: Lorene Scafaria.

Intérpretes: Constance Wu, Jennifer Lopez, Julia Stiles, Keke Palmer.

Género: comedia policiaca, drama. Estados Unidos, 2019.

Duración:110 minutos.

 


 

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