Las gafas de sol

Daniel Pérez Pamies


Decía el filósofo Slavoj Žižek a propósito de Están Vivos (1988) que las carpenterianas gafas de sol servían como crítica a la ideología al permitir hacer visibles unos mecanismos de control subliminales. Este peculiar instrumento, que desenmascaraba una sociedad invadida por extraterrestres, encontró una curiosa réplica en los cristales opacos de los Men in Black. Con sus gafas especiales, los hombres de negro dibujados por L. Cunningham a principios de los noventa y adaptados al cine por Barry Sonnenfeld, se protegían del amnésico destello de sus neuralizadores (instrumentos para el borrado de memoria) con el objetivo de convertirse por decreto en los únicos conocedores de otra realidad paranoica, a saber: que los alienígenas existen y están entre nosotros.

Hasta aquí, la herramienta del cristal como detector de una realidad oculta podría encontrar una cierta equivalencia. Sin embargo, la oposición funcional de ambas gafas resulta tan diametral como reveladora: mientras que en la película de Carpenter las lentes se las entregaban a la resistencia para combatir una ocupación secreta, en Men in Black este mismo instrumento sirve como escudo de una organización gubernamental con sede en Estados Unidos: una suerte de policía universal encargada de velar por la estabilidad del statu quo intergaláctico. Curiosa función esta (la de árbitros de la inmigración alienígena), en nuestros tiempos de muros y fronteras.

Lejos de cualquier cuestionamiento consciente respecto al empeño regulador de los hombres de negro, el último episodio de la franquicia, Men in Black: International, se entrega, por un lado, al socorrido recurso de la internacionalización de las sagas: lo vimos con la excursión de John McClane a Rusia en la quinta entrega de La Jungla de Cristal, en la visita a Estambul de la segunda parte de Venganza o, más recientemente, en el viaje del segundo capítulo de John Wick a Italia. Por otro lado, al lugar común del enemigo interno, leitmotiv de las sagas de espías como Misión Imposible o James Bond. Y, principalmente, a la revisión en clave de género, siguiendo la estela de otros taquillazos como Cazafantasmas o Ocean’s 8. Llamativa estrategia paritaria, con Chris Hemsworth y Tessa Thompson al frente, en una película dirigida y escrita exclusivamente por hombres.

Con las puertas abiertas a un universo de variadas posibilidades plásticas y dramáticas, el director F. Gary Gray no arriesga ni un solo movimiento en una película completamente aséptica, con algún que otro chiste mal encajado y unas secuencias de acción perezosas -a excepción del prólogo-, donde lo más destacable sigue siendo (tres entregas después y sin evolución alguna) la imbricación de lo paranormal de Expediente X con el desenfado de las buddy movies. Con toda probabilidad, a diferencia de las de Carpenter, las gafas de Gray tienen los cristales convenientemente opacos.



 

MEN IN BLACK: INTERNATIONAL

Dirección: F. Gary Gray

Intérpretes: Tessa Thompson, Chris Hemsworth, Liam Neeson, Emma Thompson.

Género: comedia. Estados Unidos, 2019.

Duración: 114 minutos.

 


 

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