Cine modernista antes de la «nouvelle vague»
Yago Paris Hay una escena de La Pointe-Courte (1954), el debut en la dirección de Agnès Varda, que me resulta cautivadora por cómo sintetiza el vínculo entre dos modelos cinematográficos […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
Yago Paris Hay una escena de La Pointe-Courte (1954), el debut en la dirección de Agnès Varda, que me resulta cautivadora por cómo sintetiza el vínculo entre dos modelos cinematográficos […]
Hay una escena de La Pointe-Courte (1954), el debut en la dirección de Agnès Varda, que me resulta cautivadora por cómo sintetiza el vínculo entre dos modelos cinematográficos posclásicos, el neorrealismo italiano y el cine de la modernidad. La cinta aborda la crisis romántica que sufre una pareja joven. Habitantes de la inmensa París, ambos viajan al pequeño pueblo natal del varón, en la costa mediterránea. En la escena en cuestión, reflexionan sobre el presente y el futuro de la relación. El fragmento se desarrolla siguiendo las bases del cine modernista, es decir, el alejamiento de la representación realista, utilizando elementos del lenguaje que enfatizan el ejercicio autorreflexivo: planos manieristas, diálogos poéticos que se asemejan a reflexiones ensayísticas y movimientos o posiciones de los actores que carecen de toda naturalidad. El neorrealismo aporta el escenario, una localización real donde habita una clase trabajadora que vive al día y sufre la dureza de este tipo de vida.
Una de las claves del neorrealismo consiste en el uso del espacio como personaje clave del relato. El paisaje no solo determina el presente y el futuro de los personajes, sino que impide que estos puedan abandonarlo. Los habitantes de las tierras que aparecen en la película de Varda se ven forzados a malvivir a costa de trabajos duros de los que nunca podrán escapar. Este determinismo afecta a la pareja, pero lo hace en el plano emocional. El conflicto de base consiste en que la mujer, con aspiraciones intelectuales superiores a las de su pareja, no encuentra suficiente estímulo intelectual en su compañero sentimental. El haber nacido y crecido en este pueblo lo ha condicionado de tal manera que, aunque ha emigrado a la capital, su mente sigue perteneciendo a su tierra, por lo que, en el fondo, no ha podido huir de su destino. Crisis existencial y tiranía de la tierra convergen en esta escena, donde los planos de corte puramente artístico —atención a la serie de planos donde las caras de ambos actores se solapan— se combinan con el espacio neorrealista, trasladando el conflicto físico al plano intelectual. Un ejercicio de altura artística donde Angès Varda ya exponía toda una serie de tendencias en la cinematografía francesa que apenas cinco años después eclosionaría con el nacimiento de la nouvelle vague .
Gracias por la reseña, muy interesante. A mí, el Mediterráneo me parece más grande que la inmensa París. Habrá que ver la película…
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