Antes de Pippi

Santiago Alonso 


La libérrima y contestaria Pippi, el caballo Pequeño Tío, el señor Nilsson, Tommy y Annika: todos nacieron al pie de una cama ocupada por una niña enferma de pulmonía. La hija de Astrid Lindgren se inventó el nombre de Pippi Calzaslargas (su nombre completo sería después, recordemos, ¡Pippilotta Viktualia Rullgardina Krusmynta Efraimsdotter Långstrump!) y le pidió a la madre que le contara, durante la convalecencia, historias protagonizadas por quien se convirtió después en la rebelde pelirroja con dos trenzas a cada lado de la cabeza. Los relatos inventados tuvieron tanto éxito en casa que más adelante, en 1944, Astrid se dedicó a pasarlos a papel. Y el resto ya se sabe: ahí empezó su carrera como la escritora infantil más importante de Suecia, cuyos libros se han traducido a treinta y siete lenguas; y Pippi alcanzó fama mundial, acrecentada, además, por la célebre adaptación televisiva que se hizo de sus aventuras en 1969.

La de la cama es el tipo de escena que bien podría utilizarse para una cinta biográfica de una celebridad. La danesa Pernille Fischer Christensen ha preferido plantear Conociendo a Astrid, sin embargo, como una indagación acerca de la juventud de la autora sueca; es decir, intenta señalar qué vivencias conformaron la personalidad de una joven apasionada por las letras, nacida en una remota granja, mucho antes de adquirir renombre. La cinta comienza con la anciana Lindgren que abre la correspondencia de sus pequeños admiradores. La memoria se activa cuando escucha los mensajes grabados por los alumnos de una escuela. Y las sagaces preguntas que le hacen propician las claves que dan sentido a la narración. Preguntas como la de que si ya es adulta desde hace tantas décadas, cómo es posible que siempre esté al lado de la infancia de manera tan sentida y natural.

Las respuestas se construyen secuencia a secuencia mediante el retrato de una adolescente que pasa a ser mujer siguiendo un alegre y decidido instinto de liberación ante los convencionalismos, aunque también a golpe de experiencias dramáticas en relación a una maternidad que las reglas sociales no solo condicionan, sino que boicotean hasta lo inhumano. Mientras, se aplican pinceladas en las que se atisban ciertos rasgos de la joven Astrid que se reflejarán en el carácter de su criatura literaria.

El filme presenta las dos condiciones creativas con los que procura cumplir cualquiera de su clase, una estupenda ambientación y unos intérpretes que soportan el peso artístico: esto último ha recaído en Alba August, quien lleva a cabo una actuación de veras emocionante. Al igual que sucede con la mayoría de los últimos estrenos pertenecientes a esta ola de biografías filmadas que parecen invadir la cartelera, los requisitos de vestuario, atrezo y poderío actoral no son suficientes para que el discurso de Conociendo a Astrid se substraiga al formulismo. Debe reconocerse al largometraje, eso sí, una virtud que lo diferencia respecto a otro similares, y es que Fischer Christensen se ha tomado su tiempo a la hora de relatar los acontecimientos. Donde otros narradores disparan escenas, personajes y elipsis a tutiplén, acelerando el paso del tiempo, aquí se prefiere contar menos y darles más minutos a unos pocos episodios. Eso beneficia al propósito de querer explicar a una autora dedicada a la infancia que lo fue a consecuencia de su lucha contra los obstáculos cuando la atrapó la vida adulta.



CONOCIENDO A ASTRID

Dirección: Pernille Fischer Christensen.

Intérpretes: Alba August, Trine Dyrholm, Henrik Rafaelsen.

Género: drama biográfico. Suecia, Dinamarca, 2018.

Duración: 123 minutos.

 


 

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