El viaje como experiencia impresionista

Yago Paris


El impresionismo es un estilo pictórico que nació a finales del siglo XIX de la mano de un grupo de artistas que pretendía dejar atrás la tendencia realista de la época. Lo que proponía el artista consistía en convertir la luz en la protagonista del cuadro, siendo más importante el juego con esta, así como la impresión que esta causaba sobre la persona ante el lienzo, que la definición clara y objetiva de los objetos que conforman el paisaje. Si la luz pasa a ser la parte más importante de la creación, parece sencillo aplicar los fundamentos del movimiento pictórico al cine, que habitualmente se define, precisamente, como «el arte de la luz», puesto que esta es el único elemento imprescindible —aparte del soporte, digital o analógico, de las imágenes— para rodar o, como mínimo, proyectar una película. Los referentes del impresionismo en el cine trabajaron en los años treinta del siglo pasado en Francia, con Jean Renoir, hijo del pintor impresionista Pierre-Auguste Renoir, a la cabeza. Sin embargo, esta propuesta cinematográfica sigue siendo válida en la actualidad, como así demuestra Nosotros y la música, un filme impresionista que hubiera encajado a la perfección en la edición de 2016 del (S8) Mostra de Cinema Periférico de A Coruña, un evento consagrado al cine experimental y que en su séptima entrega escogió como tema principal «los nuevos impresionistas».

La cinta de Carlos Rivero, con la colaboración inestimable de Lydia Quintanilla, narra el viaje que ambos, pareja por entonces, realizaron a diferentes partes de España y a Escocia. Rodada en blanco y negro y sin sonido diegético —diálogos, sonido ambiente—, desde el primer momento queda claro que el objetivo no es el qué, sino el cómo. El juego con la luz, los movimientos de cámara, el enfoque y las perspectivas son constantes, hasta el punto de que por momentos resulta imposible reconocer qué se está filmando. Lo que queda es, por tanto, la impresión que dichas imágenes generan sobre quien las recibe: un carrusel de emociones y sensaciones que lleva al extremo la idea de la aproximación subjetiva a la realidad, y del viaje como experiencia sensorial. Valiéndose de lo más cotidiano —una habitación de hotel, animales, olas de mar—, y sin la intención de recrearse en la propuesta artística que plantean, Rivero y Quintanilla trascienden lo mundano y convierten la narración en un poema en imágenes, un objetivo que culmina con la delicada banda sonora de Jonay Armas, presente durante los 80 minutos de metraje, cuyas piezas de piano se sienten como caricias de una tira de seda por la espalda.


nosotros y la música festival márgenes 2018


 

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