Las tres voces de la diva

Santiago Alonso 


La creación de un archivo, una exposición, tres libros y, a modo de culminación, el documental que ahora se estrena en nuestro país: el proyecto multidisciplinar Maria by Callas nace de la obsesión de Tom Volf por la figura del bel canto más famosa del siglo XX. Casi cuatro años le ha llevado al joven cineasta encontrar y recopilar fotografías, filmaciones de todo tipo y condición (¡incluso las tomadas en teatros por los admiradores!), cartas y otros documentos personales. Y el objetivo ha sido desde el principio devolverle la palabra a una artista sobre quien la prensa mundial, quizás como nunca hasta esa época, dirigió constantemente el foco para hurgar en su vida amorosa y en una serie de escándalos profesionales hasta convertirla  en fuente constante de cotilleos. Lo aclara ya el título y se recuerda nada más empezar el documental: tenemos aquí a la cantante hablando de sí misma; el relato será el suyo, no el que han hecho de ella hasta ahora los demás. Además, se intentará marcar una escisión, tan deseada a menudo por la misma María, entre diva y persona.

A falta de disponer de un texto autobiográfico que sirva de base, Volf reconstruye el discurso propio de Callas, cinematográficamente hablando, mediante la trabajadísima amalgama de tres de sus voces. Una proviene de las declaraciones hechas en varias entrevistas filmadas. Entre ellas destaca, pues a veces funciona como hilo conductor, una en blanco y negro para la televisión estadounidense de principios de los setenta. Tenemos, en segundo lugar, la lectura que hace la actriz Fanny Ardant, quien ya interpretó a María en la decepcionante Callas Forever (Franco Zeffirelli, 2002), de varias cartas personales. Y la tercera voz, no podía ser de otra manera, la proporcionan las arrebatadoras interpretaciones que se incluyen, bien con sus imágenes correspondientes (cinco o seis piezas musicales completas en directo), bien como fondo en off que completa el pathos de varios momentos a los que asiste el espectador, mediante el también formidable montaje sonoro que ha logrado el director aparte del visual. Véase, como ejemplo, la imprevista entrada en escena de Jacqueline Kennedy, la mujer por la que el millonario Aristóteles Onassis dejó a la soprano griega, surgiendo de entre la multitud.

Aparte del trabajo de recopilación y rescate que hay detrás, lo que hace de Maria by Callas una formidable película de montaje es el hecho de que para articular el discurso no se haya echado mano de ningún material nuevo y la poca intervención sobre la imagen que hay, sobre todo en lo referente a fotografías y fragmentos en 8 mm, reproducidos sin máscaras que recorten el fotograma, sea sobria y con gusto. El esplendoroso resultado constituye un vehículo cinematográfico impecable para canalizar el magnetismo sin igual de la diva.



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