Un Peter Pan de extrarradio
El plano final de Niñato muestra al protagonista frente a una ventana en el interior de su casa, a través de la que observa el exterior con calma, tomándose su tiempo, probablemente porque no tiene nada más que hacer. Mediante dicho cierre la cinta de Adrián Orr dialoga con una de las más portentosas muestras de cine social que ha dado España en los últimos años: Hermosa juventud (2014). En el filme de Jaime Rosales su protagonista femenina se veía en la misma situación. Ante la imposibilidad de encontrar trabajo, sólo queda asomarse al mundo a través de una ventana. La falta de oportunidades provoca que ambos personajes se vean forzados a permanecer en casa, aislados debido a la imposibilidad de participar activamente en un sistema que los ha excluido a las primeras de cambio. Dos personajes, dos ventanas, un mismo universo: la España de la crisis económica.
Niñato narra el día a día de David, cuyo alias da nombre a la película. Padre de tres hijos, a los que a duras penas puede sacar adelante, la máxima aspiración de este treintañero con síndrome de Peter Pan es convertirse en músico profesional de rap. La cinta vive entre la realidad y la ficción, con actores no profesionales que se interpretan a sí mismos en un rodaje que se ha prolongado durante 6 años. Sin embargo lo más estimulante del proyecto no es el punto de partida, sino el desarrollo. Existen múltiples maneras de abordar el cine social, pero la que propone Adrián Orr dista de ser la más habitual. Por un lado el creador se aleja del tremendismo, hasta el punto de que en ningún momento se hace mención explícita de la crisis, lo que le permite tejer un tono liviano, pausado, con el que nunca carga las tintas. Por otro lado se desmarca del modelo de cine social creado por los hermanos Dardenne, y que actualmente se ha convertido en estándar, ese que convierte el metraje en el punto de vista de su protagonista siguiéndolo con la cámara pegada al cogote.
A pesar de que el claro protagonista del relato es David, la cámara presta atención a toda una serie de situaciones que experimentan los diferentes miembros de la familia —no sólo el protagonista y sus tres hijos, sino su pareja, su hermana y sus padres—, completando así una construcción coral de la situación de precariedad en la que viven. En este punto la mirada del director, así como el grado de intimidad que concede a sus personajes, resultan cruciales para el resultado final. Una situación que Orr resuelve con solvencia, permitiendo que las citadas estampas cotidianas se conviertan en instantes de enorme poder cinematográfico: lo que tardan los tres hijos de David en levantarse de la cama; las dotes para el rap de uno de ellos; el cigarro fumado a medias entre David y su hermana, quienes se han visto obligados a vivir en casa de sus padres, etc. Con una excelente construcción del espacio, que transmite cierta sensación de claustrofobia, y un inteligente uso de la dilatación del tiempo, a través de escenas en las que aparentemente no sucede nada y que se prolongan casi hasta el infinito, el debut en el largometraje de Adrián Orr es un canto a la dignidad de los olvidados y a esas pequeñas cosas, como el rapeo del hijo pequeño de David mientras se ducha, que te permiten desconectar por un momento de la frustrante realidad.
NIÑATO
Dirección: Adrián Orr
Reparto: David Ransanz, Oro Ransanz, Mia Ransanz, Luna Ransanz
Género: Drama social. España, 2017
Duración: 72 minutos