Un golpe a la inglesa (The Hatton Garden Job)

Para otra película

En la Semana Santa de 2015 se produjo uno de los robos más sonados de la historia de Inglaterra. Lo fue por el botín, con un valor aproximado de 18 millones de euros, y también por las inauditas circunstancias del golpe: una banda de ladrones jubilados (74 años tenía el mayor de sus integrantes y 58 el más joven) se coló en una cámara acorazada de Hatton Garden, el barrio londinense de las joyerías. ¿Cómo? Bajando por el hueco de un ascensor y practicando un butrón con un enorme taladro para hormigón. Los medios calificaron la acción «de película» y remarcaron la naturaleza audaz del robo, muy de la vieja escuela, en unos tiempos en los que la criminalidad se mueve por los caminos que han abierto los piratas informáticos y los expertos en nuevas tecnologías. Pues bien, seguramente cualquier crónica periodística que informara en su día de la historia tiene más interés y más nervio que Un golpe a la inglesa, el largometraje que la lleva al cine. Lo ha concebido y realizado Ronnie Thompson, un exfuncionario de prisiones que ahora dirige, escribe y produce thrillers de muy bajo presupuesto y, al menos en este último, muy altos déficits. Sin dejar fuera ninguno de los requetevistos tópicos del cine de robos, sin el mínimo rastro de voluntad de originalidad, es un producto demasiado escaso de solvencia fílmica y dramática, a excepción hecha del voluntarioso trabajo de los componentes de un reparto que hace lo que puede con lo que les dicta el libreto. Thompson pretende mostrarse chulo y vivaz a la manera de Guy Ritchie, pero termina despachando un remedo muy cercano a la serie Z. Algo que no sería necesariamente un problema si animaran el film ciertas magias, las bellezas extrañas y los impulsos expresivos que definen a las obras dignas de esa denominación. Nada de eso asoma por aquí.