Emma Suárez (Madrid, 1964) siempre estuvo ahí, solo que es ahora cuando parecemos haberlo asumido del todo. Su doblete merecidísimo, histórico, en la pasada edición de los Goya –Mejor Actriz Principal por Julieta (Pedro Almodóvar, 2016) y Mejor Actriz de Reparto por La propera pell (Isa Campo e Isaki Lacuesta, 2016)– fue la recompensa al coraje de una actriz que no ha dejado de crecer en el plano artístico, de arriesgar y de desafiar sus límites película a película. Desde su primer Goya por El perro del hortelano (Pilar Miró, 1996) –película, recordemos, con todo el diálogo en verso– hasta ahora han transcurrido veinte años, pero no han sido veinte años ociosos. En la última época de ese intervalo dejó, para quienes la vieron, una de las mejores interpretaciones del cine español contemporáneo dentro de La mosquitera (Agustí Vila, 2010), e incluso apoyó una rareza tan estimulante como La señora Brackets, la niñera, el nieto bastardo y Emma Suárez (Sergio Candel, 2014).

No debería sorprendernos que una mujer que inició su carrera trabajando para alguien como Julio Medem, en Vacas (1992) y La ardilla roja (1993), tenga una cierta propensión a apostar fuerte. Su vuelta a los cines esta semana con Las hijas de Abril, en cualquier caso, deja claro que el relajamiento o el sentarse a saborear las mieles de sus últimos éxitos no son cosas que estén en la agenda de Emma Suárez. En un papel que llegó a tener estrellas de Hollywood entre sus pretendientes, la actriz encarna uno de sus personajes más conflictivos hasta la fecha, una mujer despiadada con las personas de su propia sangre y capaz de todo para satisfacer sus deseos. Ganadora del Premio del Jurado en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, Las hijas de Abril es un trabajo destinado, desde su misma premisa, a cosechar apasionados apoyos y apasionados rechazos, aunque hay un consenso claro: su protagonista es lo mejor del conjunto. Tanto es así que el director de la película, el mexicano Michel Franco, no duda en calificar a Emma Suárez como “la mejor actriz de su edad en el mundo” de habla hispana.

En la sede de su proveedora personal de objetos decorativos para el hogar, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, Emma Suárez recibe a REVISTA INSERTOS, animada pese a arrastrar dos largas jornadas de promoción. A ellas hay que añadir su doble desempeño en el reciente Festival de San Sebastián: además de apoyar la película (que se proyectaba en Horizontes Latinos) en coloquios y entrevistas, ha sido miembro del Jurado Oficial del certamen.

 

Las hijas de Abril es una de las películas más atrevidas de tu carrera. ¿Qué fue lo que te atrajo del proyecto?

Me sorprendió muchísimo cuando leí el guion. Viendo la filmografía de Michel Franco, Después de Lucía [2012], Chronic: El último paciente [2015]… me di cuenta de que estaba ante un cineasta con un gran talento y con una forma muy innovadora de hacer cine, por cómo trata los temas, cómo entra en los conflictos y cómo muestra a sus personajes. Michel es muy crudo como director, sus películas son muy crudas, muy secas. De hecho, no hay música. Es alguien que mantiene el pulso, te engancha las tripas, te tiene pillado hasta el final. Y sales siempre muy conmocionado. Mi personaje en Las hijas de Abril me pareció muy interesante, muy complejo y, por otro lado, muy real, además de que rompía muchos tópicos. Es una mujer muy desconcertante, la maternidad es una circunstancia de ella, no algo que la defina. El espectador empatiza con el personaje y esto es importante, que lo enganche y lo seduzca, porque luego, a lo largo de la película, va a ir descubriendo quién es realmente esta Abril y los desastres que va provocando. Me parecía interesante abordar un trabajo así y llenarlo de matices, de colores, de pequeños detalles. Me ha gustado hacer este personaje y trabajar con Michel. Además, él es un director que confía mucho en los actores y que da mucha libertad. No lleva una planificación, simplemente tiene una idea muy clara de lo que quiere contar y monta las escenas con los actores en el set. Rueda también por orden cronológico y mantiene todas las localizaciones hasta que se acaba el rodaje, con lo cual se permite volver a rodar escenas que ya han sido filmadas, porque va editando al mismo tiempo. Por ejemplo, la escena del primer encuentro entre la madre y Clara, cuando se dan el abrazo, la hicimos al principio del rodaje y, sin embargo, cuando acabamos volvimos a Puerto Vallarta para volver a filmarla, porque Michel al montarla consideró que necesitaba otro tono. Así que empezamos en Puerto Vallarta, de ahí fuimos a Guadalajara, luego al DF y después volvimos a Puerto Vallarta, a Guadalajara y al DF, en ese orden. Es intenso, es agotador, pero funciona muy bien. Y no es una cuestión de presupuesto, es de organización.

Las dos películas que te valieron sendos Goya este año, Julieta [Pedro Almodóvar, 2016] y La propera pell [Isa Campo e Isaki Lacuesta, 2016], se complementan muy curiosamente con Las hijas de Abril y podrían conformar juntas una trilogía sobre la maternidad. ¿Elegiste estos papeles por una voluntad de discurso, o ha surgido casualmente?

[Ríe] Es fruto de la casualidad, o de la causalidad. Yo siempre digo que uno no elige los proyectos, los proyectos te eligen a ti. Ha salido así. De todas formas, ya digo que son en todos los casos mujeres individuales, la maternidad es solo una circunstancia. Por otro lado, los directores son tan diferentes… Al fin y al cabo, la mirada del director en una película es la protagonista. Las historias en sí mismas también son muy distintas. La verdad es que sí ha quedado una buena trilogía sobre la maternidad [Risas].

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¿Estás de acuerdo con ese calificativo de “villana” con que algunos periodistas se refirieron a tu personaje, Abril, en Cannes?

No. Para mí era importante que Abril no actuara con premeditación, quería humanizar al personaje en ese sentido y darle la consistencia de alguien real, que te puedes encontrar por la calle. De alguna manera, puede ser una metáfora de la sociedad en que vivimos, esta sociedad enferma que va a tanta velocidad, con tanta presión. Porque Michel también habla aquí de la presión a tantas mujeres a las que se exige ser perfectas en todos los campos, con todas las frustraciones que ello provoca. Este personaje solo necesita un abrazo, va en busca del abrazo que nunca le dieron. A mí me interesaba eso, crear un personaje que fuera humano, no una villana malvada del cine. Esas villanas o heroínas están en otras películas. Michel retrata a los personajes de una forma muy realista.

Pero sí tiene ciertas hechuras de femme fatale, ¿no?

Hombre, es verdad que hay escenas en la película que son delicadas… Pero no creo que sean para tanto las escenas sexuales. Hay otras mucho más terribles. A mí me resultó más duro interpretar las que tienen que ver con las hijas, con esa relación tan conflictiva que tienen y ese triángulo tan desestructurado que forman.

Insertos_EnmaSuarez (6)Me llama la atención que apenas se sabe nada del pasado del personaje, o de cómo fue la infancia con esas niñas. El único dato es que el exmarido ahora está con una mujer 37 años menor…

Porque Michel Franco, si te fijas, nunca da información sobre los personajes en sus películas ni sobre el pasado. Vas intuyendo lo que ha podido vivir uno por cómo se comporta, pero él no justifica a los personajes. Muestra el conflicto y trata al espectador de una forma inteligente, deja mucho espacio para que el espectador imagine lo que pasa ahí. Son películas que, después de verlas, necesitas comentar con alguien urgentemente, porque suscitan muchas preguntas y no defienden una moralidad desde un lugar claro. Sí es cierto que las otras actrices, Valeria Becerril y Joanna Larequi, y yo hicimos un trabajo previo. Michel nos dio la opción de irnos a vivir juntas a la casa de Puerto Vallarta donde íbamos a rodar, a pesar de que teníamos el hotel. Nos sugirió que conviviéramos, como si fuera nuestro espacio, así que dormimos en la casa, cocinamos en la casa y aquel espacio se convirtió en nuestra casa antes de empezar el rodaje. Michel pidió al resto del equipo que no vinieran, y allí estuvimos las tres conviviendo y creando nuestras relaciones. Fue muy lindo porque no solo se forjaron las relaciones de los personajes, sino las relaciones entre nosotras como actrices. Era indispensable, en este caso, tener una empatía con mis compañeras, porque íbamos a entrar en territorios oscuros y desagradables. Estábamos muy pendientes las unas de las otras, cuidándonos mucho.

¿Crees que habría habido tanto conflicto si el personaje de Abril fuera un hombre?

Desde luego que la polémica que provoca Abril no. Muchas de las cosas que hace se aceptarían si fuera un personaje masculino inmediatamente, porque está en los códigos de esta sociedad machista. Siendo una mujer, no. De hecho, en la película se asume con total naturalidad la ausencia de los padres, es completamente aceptable, y se asume perfectamente que haya hombres adultos que tengan relaciones con chicas jóvenes e incluso adolescentes. Está a la orden del día. Que una mujer haga esas cosas es, sin embargo, atroz.

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El año pasado hiciste Falling [Ana Rodríguez Rosell, 2016] junto al actor turco Birol Ünel, y también tienes confirmada para el año que viene una película en Argentina, Irene. ¿Estás planeando dar un giro internacional a tu carrera, aprovechando esta racha tan buena en la que te encuentras?

No, para nada. Me ha llamado Celina Murga, me ha propuesto hacer esa película y me siento afortunada de poder trabajar con ella, porque me parece una directora con mucho valor y muy interesante, pero no es una cosa calculada por mi parte. Es todo mucho más sencillo. Uno trabaja en función de los proyectos que le ofrecen y, desgraciadamente, nuestra industria es muy pequeña, no hay muchos proyectos de cine. Para la gente de este oficio es muy difícil sacar adelante proyectos que encuentren financiación, o para las directoras dirigir. México en cambio tiene una cinematografía muy rica, llena de talento. Y nunca había trabajado en Argentina, pero es una oportunidad que no pienso desaprovechar, desde luego. Aparte, el guion de Irene es precioso. Pero insisto, me encantaría trabajar en España, lo que pasa es que no hay proyectos. Es una pena. Ni para las actrices, ni para las directoras. Fíjate que yo llevo un año maravilloso de premios, de reconocimientos, es increíble. La semana que viene me dan la Espiga de Oro en la Seminci de Valladolid. El sábado me voy al Festival de Antonio Ferrandis en Valencia, que también me dan un premio. Y todo eso es muy bonito, sientes que merece la pena el esfuerzo y que tu trayectoria al final es reconocida, que estás haciendo trabajos que se respetan, películas que funcionan y gustan a la gente, está muy bien. Pero preferiría que nuestro país favoreciera más al mundo de la cultura.

Por último, quería preguntarte qué recuerdo tienes de Pilar Miró. Como imagino que sabrás, hoy* se cumplen veinte años exactos de su muerte.

[Sonríe] Pilar es una persona que está presente en mi vida constantemente. Es alguien a quien recuerdo cada día… Tengo un profundo afecto hacia ella, ha sido una gran mujer, no solo muy importante para mí por lo que significó en mi trayectoria profesional, sino como referente. Pilar Miró forma parte de mi universo. Cuando tengo dudas, cuando hago películas, siempre me pregunto qué pensaría Pilar. 


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*La entrevista fue realizada el 19 de octubre de 2017.


Fotos: Lucy Ró

Agradecimientos a Emma Suárez y Surtsey Films

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