Canción de Nueva York (The Only Living Boy in New York)
Visiones de otra Johanna Desde que apareció por primera en el LP Blonde on blonde (1966), se ha considerado que Visions of Johanna es una de las cumbres líricas de […]
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Visiones de otra Johanna Desde que apareció por primera en el LP Blonde on blonde (1966), se ha considerado que Visions of Johanna es una de las cumbres líricas de […]
Desde que apareció por primera en el LP Blonde on blonde (1966), se ha considerado que Visions of Johanna es una de las cumbres líricas de Bob Dylan. Se cuenta que escribió la canción durante el Gran apagón de 1965, cuando el cantautor vivía en el Hotel Chelsea, uno de los lugares fundamentales de la mitología cultural neoyorquina. Fuente de innumerables interpretaciones (y de descabelladas teorías), la letra nos habla de los sentimientos que dos mujeres despiertan en Dylan. Una es Louise, con la que tiene un contacto físico real; y la otra, Johanna, un ideal inalcanzable: las visiones que tiene de ella (“El fantasma de la electricidad aúlla en los huesos de su cara”) le tienen atrapado casi hasta el trastorno. Hay otra Johanna en Canción de Nueva York, la segunda película que estrena este año Marc Webb tras Un don excepcional, y también ejerce de vértice desestabilizador dentro del triángulo amoroso que reconcome por dentro al joven protagonista (Callum Turner). En varios diálogos, cuando el chico le cuenta sus cuitas a un misterioso vecino borrachín que se ha convertido en su mentor (Jeff Bridges), se habla de esta pieza maestra del bardo de Minnesota. Sin embargo, en el momento en el que acaba sonando la canción, avanzado el metraje, el espectador que conozca Visions of Johanna ya habrá descubierto que todo está siendo palabrería, mera apariencia para presentarse como película molona.
No existe el más mínimo rastro de poética dylaniana en esta cinta con trama de iniciación a la vida adulta, que quiere pasar por drama romántico y no deja de recordar el típico argumento de una historieta sicalíptica o la peor versión de Woody Allen: esta Johanna, que interpreta la británica Kate Beckhinsale no tiene absolutamente nada que ver con la de la canción, pues es una devoradora de hombres que está liada con el progenitor del joven (Pierce Brosnan) y precisamente se zampa también al hijo a las primeras de cambio. Beckinsale no es la única a quien le ha tocado un papel bastante ingrato. Les pasa lo mismo a Kiersey Clemons (que interpreta a la otra “maltratadora” de los sentimientos del pobre chaval) y a Cynthia Nixon (la madre depresiva del susodicho). Las tres se hacen cargo de personajes femeninos sin apenas consistencia y bajo una mirada tan misógina como pueril, diríase que propia de hombres adultos que aún no han resuelto las decepciones y los resentimientos de la juventud.
Tampoco le va muy bien al tándem formado por Webb y el guionista Allan Loeb con el canto de amor a la ciudad, que no se trasmite en ningún momento por mucho que los personajes, de vez en cuando, lamenten la pérdida de las esencias que caracterizaban Nueva York como urbe emblemática, al menos respecto a su bohemia más chic y sus círculos adinerados. En definitiva, es evidente que estamos muy lejos de (500) días juntos (2009), la ópera prima de Webb y un singular largometraje romántico que, gustase más o menos, sí tenía una entidad de la que carece absolutamente Canción de Nueva York. Y por cierto, aparte de que la función pretenda de manera intencionada y, a la postre, estéril que recordemos El Graduado, Simon & Garfunkel también aparecen con otra canción, The Only Living Boy on New York, que forma parte de la banda sonora. Es el título original de la la película pero, al igual que con la pieza de Dylan, ninguna relación real se establece entre letra y argumento.
CANCIÓN DE NUEVA YORK
Dirección: Marc Webb
Intérpretes: Callum Turner, Jeff Bridges, Kate Beckinsale, Pierce Brosnan
Género: romántico, drama. Estados Unidos, 2017
Duración: 89 minutos