La cura del bienestar (A Cure for Wellness)
Una pesadilla europea Los norteamericanos han cultivado una visión de la vieja Europa como locus horridus perfecto donde afloran pesadillas ancestrales y las fantasías más oscuras. Poe fue el primero […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
Una pesadilla europea Los norteamericanos han cultivado una visión de la vieja Europa como locus horridus perfecto donde afloran pesadillas ancestrales y las fantasías más oscuras. Poe fue el primero […]
Los norteamericanos han cultivado una visión de la vieja Europa como locus horridus perfecto donde afloran pesadillas ancestrales y las fantasías más oscuras. Poe fue el primero en generarla. Vino la gente del cine y también contribuyó a ella, desde que la Universal adoptó a Drácula y Frankenstein. Más aún cuando algunos europeos como Ulmer, Lewton o Tourneur fueron a Estados Unidos e introdujeron las fantasmagorías y las maldiciones que se habían traído de su continente de origen. Muchas décadas después, Gore Verbinski, alguien que cobró notoriedad traspasando miedos exóticos a una sensibilidad americo-globalizadora con el remake de The Ring, vuelve la mirada hacia aquellos territorios añejos de lo terrorífico y lo espantoso desde una posición bien asentada en los parámetros actuales de la industria hollywoodiense. Su propuesta se llama La cura del bienestar, y la guían, por lo que parece en un principio, las pasiones cinéfilas del director. Es larguísima y variada la lista de citas nada ocultas de otras películas, también norteamericanas y no necesariamente de terror (Marathon Man, Shutter Island…), pero si hay en la cinta un patrón de lo fantastique por encima de cualquier otro, es el que se confecciona a partir de Suspiria y Phenomena, dos obras capitales de Dario Argento dentro del género.
Como si el maestro italiano reformulara en clave terrorífica una novela de balneario – no es casual que un personaje esté leyendo La montaña mágica -, nos cuentan las desventuras de un joven ejecutivo agresivo de Wall Street en un inquietante (¡por supuesto!) y remoto sanatorio de terapias acuáticas que se encuentra en los Alpes suizos y acoge a una clientela muy exclusiva que acude para recibir una cura milagrosa. Tan milagrosa que engancha y nadie quiere dejar el lugar. El protagonista se dará cuenta poco a poco de que a su alrededor todo es conspiración; después todo es siniestro, y finalmente todo acaba en canguelo y delirio mientras el ejecutivo recorre los espacios del sanatorio, pelea contra quienes lo dirigen y descubre el horror que ocultan los arcanos del pasado. Un viaje iniciático como el que experimentaron las protagonistas de los dos títulos de Argento antes citados y en el que tampoco podía faltar una banda sonora con lánguida ninna nanna y otras italianadas musicales.
Un espectador que comparta los supuestos gustos de Verbinski tendrá motivos de entusiasmo al comprobar que La cura del bienestar empieza abriendo el tarro de esas esencias. Y además que le pueden valer para ilustrar un tema tan universal, al mismo tiempo que de actualidad, como es la búsqueda obsesiva de la pureza. Lo que sucede es que dicho entusiasmo – cuando se haya abrazado con ganas el ofrecimiento de que estamos ante una película que se presenta como pesadilla y alucinación, como sacudida de los sentidos – acaba muy temprano, desde el momento en que se hace evidente que a las estrategias para contar el miedo y el misterio empleadas por el director no las anima, ni de lejos, un impulso genuinamente imaginativo o exorcismo artístico alguno. Verbinski muestra pericia, sin duda, pero esta proviene más bien de una imaginería perteneciente a la escuela de la publicidad, que puede incorporar a su catálogo visual de consumo rápido, por ejemplo, tanto a Argento, como a Kubrick, otro que han dejado caer en esta ensalada. Y enmascara así el hecho de que no es capaz de destilar esa sustancia llamada fantasía, ni mucho menos articularla para dotarla de unas características que conformen una identidad artística propia. En realidad, el placer visual se circunscribe básicamente al magnífico diseño de producción, que corre a cargo de la británica Eve Stewart, y a las localizaciones.
Que La cura del bienestar dure ciento cuarenta y seis minutos aporta el absurdo definitivo que condena al largometraje a no ser el cuento de hadas hipnótico y agobiante que Verbinski pretende. El director demuestra que ha oído muchas campanas y no sabe dónde. La inclusión final de elementos que parecen sacados de El fantasma de la ópera, como último homenaje al Viejo Continente, es buen indicador y remate.
LA CURA DEL BIENESTAR
Dirección: Gore Verbinski.
Intérpretes: Dane Dehaan, Jason Isaacs, Mia Goth
Género: terror. Estados Unidos, Alemania 2016
Duración: 146 minutos