¿Quién será este cadáver?


Jane Doe es el nombre genérico que, bien por guardar un necesario anonimato judicial, bien por el desconocimiento de la identidad, se suele dar en Estados Unidos a las mujeres adultas en los documentos legales y certificados oficiales. Estén vivas o muertas. Son las nomen nescio, tanto de juzgados y urgencias de los hospitales como de cementerios y morgues. Y precisamente en uno de estos últimos lugares trascurre La autopsia de Jane Doe, que protagonizan un padre y un hijo, ambos médicos forenses, junto a una convidada cadáver y sin nombre. Si añadimos que las dependencias quedan muy apartadas, ruge un temporal fuera, lo sombrío se acentúa y se añade un poco de estética del erotismo necrofílico y marmóreo, hay elementos más que adecuados para confeccionar el miedo por vía de la atmósfera y la reclusión en espacios cerrados. Aunque, eso sí, el grueso de la narración lo ocupe la autopsia, con pelos y señales, sangres y vísceras.

Ya no constituye una novedad la explicitud en primerísimo plano de tales labores, pero aquello que define la primera película de André Øvredal (Troll Hunter) fuera de su Noruega natal es el deseo de adecuar el desarrollo de las secuencias a las fases del método pericial dentro de la actividad, tal y como pedagógicamente va explicando el forense sénior: examen externo, primer examen interno y evisceración completa. Tres fases para tres actos de una obra que paulatinamente deja la intriga y se dirige hacia lo sobrenatural — hasta aquí se permite contar para no desvelar quién demonios era esta Jane Doe y qué le ha sucedido —, según se traspasa el ecuador del metraje.

La cinta elabora así una estrategia de runrún, inquietud y tensado de la cuerda hasta el límite durante una primera parte cuyo mecanismo narrativo resulta ejemplar. La apuesta se dobla después, durante la segunda mitad, cuando se suelta dicha cuerda con el objetivo de dar comienzo a la jarana. Y pese a la trayectoria, el tiro no da en el blanco. Se mantiene afinada la dosificación del misterio (la identidad final de la mujer) y los nuevos elementos (los correquetepillo y las fantasmagorías varias, como la radio maléfica que hace lo suyo para contribuir al canguelo), aunque durante el último tramo la escritura no es especialmente brillante, ya que apelotona un volumen considerable de información en muy poco tiempo. Es una lástima, porque se percibe el desnivel entre partes y el conjunto acaba resintiéndose, sin hacer del todo justicia a la particularidad de la idea: sustos, bisturíes y el más allá quizás, con alguna pincelada guasona que combina bien.


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LA AUTOPSIA DE JANE DOE

Dirección: André Øvredal

Intérpretes: Brian Cox, Emile Hirsch

Género: terror. Reino Unido, 2016

Duración: 86 minutos

 


 

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