Un reclamo hueco


Sobre el papel, la idea de llevar a la pantalla el mundo de Assassin’s Creed se antoja menos peregrina si la comparamos con otros largometrajes creados a partir de un videojuego. Nada de crear un argumento desde premisas tan exiguas como los saltitos y carreras de monigotes por una plataforma o dos personajes que luchan de perfil. La franquicia perteneciente al sello Ubisoft, creada por los canadienses Patrice Désilets y Jade Raymond, se adscribe al género de acción y aventura, una circunstancia que la emparenta con los juegos de rol e implica en consecuencia la necesidad de un sustrato narrativo bien firme. A todo eso se suma un gran reclamo: dirige la adaptación Justin Kurzel, y la protagonizan Michael Fassbender y Marion Cotillard. Los tres vienen de dejarle al público un sorprendente Macbeth (2015), y era de esperar tal vez no un espectáculo con refuerzos en clave shakespeariana o una hondura particular dentro de los conflictos dramáticos, pero sí al menos cierta robustez en la forma y una nueva ración de las cualidades que el trío había exhibido un año antes. Pues bien, Assassin’s Creed, la película, demuestra sin disimulo que todos los alicientes eran cantos de sirena. Y el golpetón contra las rocas, de aúpa.

El universo ficcional de la serie de juegos acoge la contienda entre dos ordenes secretas antagónicas, los templarios contra los assassin. Los primeros codician y los segundos protegen unos artefactos mágicos que sirven para controlar las voluntades de los seres humanos. La única manera de rastrear dichos objetos es mediante regresiones al pasado remoto por obra y gracia de una máquina temible que bucea en el ADN de quien queda atrapado por la misma y le lleva a conectarse con sus antepasados. Una combinación entre fantasía épica, ciencia-ficción y el marco real de nuestro mundo, lo cual facilita las posibilidades de recurrir a los más variados contextos históricos en cada episodio. La mecánica permanece en la adaptación y la seña de identidad que presenta la cinta, la única gracia en el conjunto, es la elección de la España de los Reyes Católicos y la malvadísima Inquisición – aparece hasta Torquemada, ¡y lo interpreta Javier Gutiérrez! -, pasada por el filtro de Tolkien (y Peter Jackson), con dos gotas de Mad Max y una iconografía extraída de El Triunfo de la Muerte de Brueghel el Viejo.

Conjunciones divertidas y disparatadas aparte, el resto es descalabro. Los aficionados a los juegos originales verán mucha lucha al estilo ninja, mucho parkour, y al poco se darán cuenta de que no tienen el mando entre las manos. Quienes acudan bajo reclamos estrictamente cinematográficos se toparán con un ritual pluscuamperfecto de la confusión – apenas se entienden las secuencias de peleas y persecuciones, y menos aún el argumento -, junto a un trazado dramático que parece un puñado de ejercicios improvisados durante los descansos en el rodaje de otra película. Y ya después, estaría la creación de personajes. La ausencia de creación, mejor dicho. Palmario el ejemplo, uno entre tantos, cuando la protagonista declara querer convertirse en buena, muy buena, y a la secuencia siguiente, jura con el mismo convencimiento que será mala, pero que muy mala. Vista la oquedad, resulta inevitable preguntarse qué demonios pudieron ver en el libreto los dos intérpretes que supieron bucear de manera tan sobresaliente dentro de los abismos del matrimonio Macbeth.


assassins-creed_02558-1024x683


assassins_creed_poster-683x1024

 

ASSASSIN’S CREED

Dirección: Justin Kurzel.

Intérpretes: Michael Fassbender, Marion Cotillard, Jeremy Irons, Brendan Gleeson.

Género: fantasía, acción. EE UU, 2016.

Duración: 104 minutos.

 


 

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.