Derrotando al rey demonio 


Hace dos meses se estrenaba en España 7 diosas (Pan Nalin, 2015), un no muy atinado híbrido entre comedia y drama social, pero con un legítimo propósito: denunciar la situación de las mujeres en la India, el país con mayor índice de crímenes machistas de todo el G-20. El gran problema de la película es que su discurso parecía articulado de cara a la galería, desde una mirada occidentalizada que tiraba de estereotipos y reciclaba registros del cine más convencional de Hollywood. Por no hablar de su clasismo latente, con mujeres urbanitas de clase alta como sujetos de la historia, y una tragedia cimentada en el enorme futuro que tenía la talentosa víctima por delante, como si vejar a una iletrada de un pueblo de montaña importase menos. El precedente de la película de Pan Nalin ayuda a apreciar mejor lo bien que La estación de las mujeres lo hace allí donde la otra película fracasó.

La negociación de un matrimonio concertado, una escena de acoso y una reunión con los patriarcas del pueblo centran los primeros minutos de esta película, en los que, rápidamente, queda clara la voluntad de la directora Leena Yadav de explorar la cultura de la violación y la explotación femenina en la India desde su base, de estudiar cómo se construye y con la complicidad necesaria de qué agentes se perpetúa. Y, si bien el trazo grueso probablemente es inevitable en las películas con mensaje, también en la mencionada escena de acoso se aprecia el interés que Yadav ha puesto en el detalle: un aparentemente irrelevante momento previo, en el que un adolescente finge hablar por teléfono a su madre con autoridad (pese a que ésta ya le ha colgado) para no quedar mal frente a sus amigos, sirve para retratar un ambiente donde los comportamientos se reproducen a lo largo del tiempo por miedo.

La entrada de un elemento desestabilizador, una bailarina prostituta –pero por ello también, paradójicamente, empoderada–, receptora del odio de las mujeres del pueblo por seducir a sus maridos, da un vuelco a la situación, en lo que acaba configurándose como un relato de sororidad que brilla por sus esfuerzos para levantar, sobre las ideas, a personajes complejos y verosímiles, no simplemente al servicio de lo que quiere transmitirse. La estación de las mujeres deconstruye con naturalidad la problemática patriarcal y mercantilista que somete a las habitantes del relato, permitiéndole enunciar cuestiones tan universales como la de la conciliación de un proletariado dividido (la mujer como proletario en tanto clase explotada, desde la perspectiva marxista del feminismo), los falsos aliados o hasta la batalla por el lenguaje: en uno de los diálogos, un personaje llega a explicar por qué “hijo de puta”, al contrario de lo que nos cantaban en La hora chanante, no hay que decirlo más. Con una paleta cromática atractiva, donde destacan unos episodios nocturnos con atmósfera de ensoñaciones (los momentos en que las protagonistas ejercen su libertad), o algún apunte ocurrente como su parodia de la muerte del rey demonio Rávana, La estación de las mujeres es un más que satisfactorio ejemplo de buen cine social, del que no tiene miedo a adentrarse en matices controvertidos, del que no trata de evangelios sino de personas. 


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LA ESTACIÓN DE LAS MUJERES 

Dirección: Leena Yadav 

Intérpretes: Adil Hussain, Radhika Apte, Surveen Chawla, Tannishtha Chatterjee, Sayani Gupta, Sumeet Vyas 

Género: drama. India, 2015 

Duración: 116 minutos

 


 

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