Nuestra tercera jornada de festival arrancó con una mesa redonda de lujo: “El estado del fantástico”, integrada por Nacho Vigalondo, Koldo Serra y John Tones. Durante cerca de una hora, en la sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Callao, los ponentes charlaron sobre el momento incierto que atraviesan los nuevos cineastas, en el que hacer una película de relevancia internacional puede ser compatible con no llegar a fin de mes; situación paradójica que Vigalondo bautizó como “triunfracaso”. Los tres coincidieron en su visión de un escenario más bien tenebroso, debido a que, pese a consumirse probablemente más películas que nunca, el consumo moderno no se ha expresado en un sistema rentable para el cine de clase media y baja, señalando la polarización cada vez mayor entre blockbusters de grandes majors y cine de autor low cost. «Muchos que descargan se escudan en una ideología antisistema, como si estuvieran combatiendo a Hollywood, y sin embargo no veo que el mainstream baje en taquilla. Si va a morir el cine, yo quiero que muera todo el cine, no que sobrevivan Harry Potter y Adam Sandler», sentenció el director de Los cronocrímenes (2007). Luis Rosales, máximo responsable de Nocturna y moderador de la mesa, aprovechó para relatar la situación de Scott Schirmer, el director de la candidata al Premio Madness Harvest Lake –que reseñamos aquí el día anterior–, al que una filtración de su película le ha costado la carrera comercial y afronta impagos que podrían obligarle a buscar otro empleo. 

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De izqda. a dcha., Luis Rosales, John Tones, Nacho Vigalondo y Koldo Serra / Foto: María Sofía Mur

Por la tarde, se reanudaron las proyecciones con otra doble (en realidad cuádruple, en paralelo) sesión bastante más ligera que la que disfrutamos el martes. En el apartado de cortometrajes, Arcana (Jerónimo Rocha, 2015) vino a confirmar lo disputadísima que va a estar la competición en su categoría, chiflándonos como no podía ser de otra manera con un recital de vómitos negros, carne de hereje putrefacta, mamotretos de conjuros ancestrales y elaboradísimo gore, de acabado visual exquisito y estética de Edad Media fabulosamente conseguida: tecnologías de ahora al servicio de los miedos más demenciales de ayer. Ya de noche, la sala grande del cine Palafox recibió con una sonora ovación a la legendaria Lone Fleming, que presentaba Behind (Ángel Gómez, 2016), donde aparece brevemente. Se trata de un corto de fantasmas protagonizado por una Macarena Gómez algo pasada de intensidad (y haciendo cada vez más méritos para convertirse en gran scream queen patria), que peca de efectista y recargado, pero demuestra con creces las aptitudes de su responsable a la hora de construir una atmósfera de género.

Visitamos por primera vez la sección Dark Visions con motivo del estreno mundial de Patient (Jason Sheedy, 2016), que contó con la presencia de su director y productor. Más allá de algunos defectos de ritmo y algún que otro de forma –la mezcla de sonido, con el ambiente cambiando en cada corte de plano, evidentemente no estaba al 100%–, el debut de Sheedy en el largometraje es un sólido ejercicio de suspense entre cuatro paredes, que mezcla varios elementos clásicos del terror dando como resultado una película con personalidad. La protagonista es un miembro renegado de un extraño culto, que tras –entendemos– escapar de un suicidio ritual al que se había comprometido, queda parapléjica por el ataque de otro compañero y es acechada, durante su estancia en el hospital, por un espíritu que reclama el alma de su sobrino. La entrada en escena de un ex–novio maltratador, y la aparición de cardenales en el cuerpo de la joven tras las visitas del espíritu, ponen fácil intuir que Patient está trazando una ocurrente analogía entre las relaciones de dependencia que se generan en las sectas y en los casos de violencia machista sin denuncia, ambas fundamentadas en el miedo. En este sentido, la vía elegida para su desenlace (en torno a una maldición que, casi desde el inicio de la película, amenaza con traer consecuencias fatídicas a la protagonista por hablar) resulta significativa.

En Oficial Fantástico, había ciertas reticencias con The Curse of Sleeping Beauty (Perry Teo, 2016), aparentemente por ser otra que se sube al carro de las revisiones de cuentos en imagen real, y por el tufo a romance fantástico teenager que desprendía su tráiler. Pero nada de eso: la película es una desacomplejada serie B con un agradecidísimo sentido lúdico, que toma la historia de la Bella Durmiente como excusa lejana para articular (en tiempo actual) un disparatado folletín de maldiciones ancestrales, genios, momias y demonios islámicos. No hay por qué engañarse, se trata de una chorrada como un templo y no contiene ni el más primario grado de lógica, pero la película tampoco intenta convencer a nadie de lo contrario, destacando por su honesta búsqueda de la aventura desde el espectáculo insensato. Un par de vueltas al guion y un final menos cortante –si bien, pensado de cierta manera, éste solo contribuye a llevar el sentimiento de estupefacción a la cima– podrían haber dado opción de alcanzar público masivo a una película de clara vocación popular, en la que solo el departamento de dirección artística parece haber tomado el asunto realmente en serio.

 

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