Führercidio
Tras el enorme éxito y reconocimiento mundial alcanzado por su excelente El hundimiento (2004), atrevida inmersión en los últimos momentos del régimen nazi desde el mismo búnker de Hitler sin los (a estas alturas, innecesarios) excesos caricaturescos con los que se había representado hasta entonces, Oliver Hirschbiegel dio el salto a Hollywood con Invasión (2007), segundo remake de La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956), ya con todo un reparto de clase A liderado por Nicole Kidman y Daniel Craig. Es sabido que la maquinaria de los grandes estudios no distingue entre becarios y autores, y el trato dispensado a Hirschbiegel dejó mucho que desear: a Warner Bros no le gustó el montaje final, así que despidió al cineasta y llamó a James McTeigue para modificar su trabajo, con la complicidad de los hermanos Wachowski en la reescritura del guion. Difícil saber, con semejante mezcla, a quién atribuirle entonces el mérito del resultado final, pero este crítico no comparte para nada la animadversión general hacia la película, un todavía hoy muy reivindicable y divertido ejercicio de ciencia-ficción con inesperadas y afortunadísimas cargas satíricas –no exentas de una envenenada transgresión– sobre el convulso mundo post-11S. Hirschbiegel, sin embargo, no se levantó: Cinco minutos de gloria (2009), su drama sobre el conflicto en Irlanda del Norte, no recibió buenas críticas, y con Diana (2013) firmó su capitulación definitiva ante el telefilme rosa. Ahora, el cineasta vuelve a Alemania y a la temática nazi en busca del prestigio perdido.
Lo peor que se puede decir de 13 minutos para matar a Hitler es que, de no ser por los títulos de crédito, a nadie se le ocurriría establecer ningún nexo autoral entre este trabajo y El hundimiento. Con la figura de Georg Elser –responsable del intento de asesinato a Hitler en 1939 mediante una bomba de relojería– en el centro, se trata de una obra, esta vez sí, facturada más por un realizador desalmado en piloto automático que por un director con ambición de aportar nada nuevo. A diferencia de Valkiria (Bryan Singer, 2008), más en la línea de un thriller procedimental (y con la que, por cierto, 13 minutos… acaba guardando relación sin tratar de los mismos hechos), la película de Hirschbiegel dedica ya los primeros instantes al atentado para ocuparse después de la vida del personaje a través de sus recuerdos durante el duro interrogatorio al que le sometieron las SS. Estamos aquí ante un relato sobre la toma de conciencia: si El hundimiento se cerraba con el sobrecogedor testimonio real de una secretaria de Hitler recordando a la estudiante disidente Sophie Scholl (decapitada por el régimen a sus 21 años) para criticar ese lugar común de que ningún alemán podía ser consciente de lo que realmente era el nazismo, 13 minutos para matar a Hitler habla de un alemán que sí plantó cara al monstruo, siendo la película por tanto no una crónica de su fracaso –pues no fue tal–, sino del fracaso del resto de la sociedad. Lástima que la muy feúcha y convencional puesta en imágenes de Hirschbiegel y su desganadamente arquetípica narración no logren llevar la emoción más allá del enunciado.


13 MINUTOS PARA MATAR A HITLER
Dirección: Oliver Hirschbiegel
Guion: Léonie-Claire y Fred Breinersdorfer.
Intérpretes: Christian Friedel, Katharina Schüttler, Burghart Klaußner, Johann von Bülow, Feliz Eitner
Género: histórico. Alemania, 2015
Duración: 110 minutos
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Graduado en Periodismo, estudiante de Comunicación Audiovisual, y, a pequeña escala, director y guionista de cine. Escribí en La Gaceta del Kinántropo. Cantar en un grupo de punk y rodar un cortometraje de kung-fu donde un caballo explotaba pasa por ser, de momento, lo más reseñable de mi vida.