Marte (The Martian)
Aventura desacomplejada La superproducción intergaláctica del año pasado fue Interstellar, estrenada también en esta época del año. La película de Christopher Nolan se construía como un alegato en favor de […]
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Aventura desacomplejada La superproducción intergaláctica del año pasado fue Interstellar, estrenada también en esta época del año. La película de Christopher Nolan se construía como un alegato en favor de […]
La superproducción intergaláctica del año pasado fue Interstellar, estrenada también en esta época del año. La película de Christopher Nolan se construía como un alegato en favor de la ciencia, y para ello desarrollaba un armazón de complejidad teórica, una marabunta de verborrea astrofísica que anclaba al público a la parte baja de la pantalla, donde trataba de descifrar la información de los subtítulos -verla versión doblada daba ventaja-. Los puzles de Nolan son bien conocidos. El poderío de su cine se sitúa en el guion, repleto de trucos, laberintos y túneles con los que mantener en vilo a una audiencia deseosa de entender los complicados planteamientos. A modo de prestidigitador, el director y guionista inglés sabe cómo sembrar el señuelo para que su público pase por el aro y lo siga por el entramado que teje alrededor de su película. Hay quien lo acusa de tramposo, por su amalgama de recursos efectistas. Yo soy uno de ellos.
Las últimas películas de Nolan funcionan en su vertiente más lúdica, pero lo hacen sólo mientras están teniendo lugar. Su mastodóntica producción impacta con sus recursos que se le brindan, como nuevo Rey Midas de Hollywood que es, pero una disección de sus planteamientos desmorona su castillo de naipes. Un castillo que está a la vista, pero que Nolan esconde con mucha habilidad. En su última entrega, la situación es especialmente grave. En una trama de paradojas espaciotemporales y debilidad en las motivaciones que espolean la historia, el realizador se envuelve en la bandera de la ciencia para dar a entender que su película respeta esta disciplina y la quiere desarrollar de manera acorde a la realidad. Una apariencia que esconde una prostitución de las ecuaciones matemáticas con las que engalana su fachada para luego lanzarlas a la chimenea cuando no son convenientes, y que reflejan su obsesión por poder decir que su cine es profundo y trascendente. Así, pues, el auténtico McGuffin es la gravedad y pentadimensionalidad, agujeros negros que succionan la atención de la audiencia para tenerla entretenida mientras océanos de guion desfilan con disimulo.
Toda esta hipocresía en la concepción del proyecto es necesaria para entender por qué Marte (The Martian) sí funciona. La nueva obra del también inglés Ridley Scott es la visión opuesta de una odisea galáctica. Y esto no significa que se le dé una patada a la ciencia, sino que la usa de una manera inteligente y honesta. Esta aventura es lo más parecido a un programa de divulgación científica, pues, desde un mínimo de coherencia, convierte cada uno de los dilemas en un episodio de un imaginario “¡La ciencia puede ser divertida!”. Los planteamientos no estorban ni invaden un espacio de la trama que no les corresponde. No hay intención trascendente ni opulenta. Todo va encaminado al entretenimiento y a la generación de incertidumbre, lo que culmina en un divertimento consecuente. La película de Nolan también es tremendamente entretenida, incluso más, pero sus costuras son de neón y con sus trampas se podría cazar osos.
El máximo exponente de su modestia está en su carga humorística. Es el conjunto de escenas autoparódicas –entendibles pero innegablemente estereotipadas– el que rebaja toda posibilidad de una trascendencia que de seguro se sentiría falsa. Excelente decisión que consigue un tono ligero para sobrellevar lo extenso de su metraje con soltura, pero quizás sea precisamente ese exceso de humildad el que provoque que las escenas más trepidantes sepan a poco. El problema no está en la búsqueda de lo épico, sino en su manejo, y en este caso la serenidad va sobre ruedas, pero el clímax sabe a descafeinado.
Scott no se sale del lenguaje de la superproducción, por lo que no habrá ninguna sorpresa a nivel de puesta en escena. Una situación más peligrosa de lo que puede aparentar, pues sólo luce el fallo. Sin ser un despliegue de narrativa cinematográfica, la película en ningún momento se estanca y tiene bien claro que el cambio de ritmo es la ruta hacia el éxito narrativo. Marte es una aventura con apariencia de aventura que sabe a aventura. Nada más, nada menos. Lo que tiene que ser. Y lo bien que funciona.
MARTE (THE MARTIAN)
Dirección: Ridley Scott
Intérpretes: Matt Damon, Jessica Chastain, Chiwetel Ejiofor, Jeff Daniels, Kate Mara, Michael Peña.
Género: Ciencia-ficción. EE.UU., 2015.
Duración: 142 minutos.