Hoy a las ocho de la mañana las calles de San Sebastián se llenaban de niños yendo al colegio acompañados de sus padres. Quienes, a su vez, vestían sus trajes para ir directos a sus respectivos trabajos. Y entre medias, caminando también con prisa y, la mayoría con acreditación al cuello, estábamos los que nos dirigíamos a ver cine. El festival arrancaba su cuarto e intenso día.

Amama significa ‘abuela’ en euskera. La misma palabra que Asier Altuna ha elegido como título para su último largometraje, perteneciente a la Sección Oficial. El director conoce bien el Festival; en 2005 ganó el Premio de la Juventud del mismo con Aupa Etxebeste! Con su último largometraje habla de los conflictos entre generaciones y los problemas de comunicación entre ellas. Una lucha que empieza entre le elección entre la vajilla más desgastada y la recién entrenada; o el uso de una sierra manual o eléctrica.

Enmarcada en los caseríos de la vida rural vasca, los tres hijos de una familia afrontan de tres maneras diferentes este paso del tiempo. La naturaleza sirve de metáfora para explicar los vínculos establecidos entre cada miembro y el destino del camino que quiere tomar. “Nuestras manos no se parecen en nada”, le dice en un momento determinado el padre, espléndido Kándido Uranga, a uno de sus hijos. Y es que razón no le falta, el desgaste provocado por la dedicación a las labores del campo de unas nada tiene que ver las de alguien con una rutina completamente distinta.

Un momento de 'Eva no duerme'
Un momento de ‘Eva no duerme’

 

Sin alejarnos de la Sección Oficial, y de la Sala Kursaal tampoco, hablamos ahora de Eva no duerme, del argentino Pablo Agüero. La película resume los veinticinco años que el cadáver de Eva Perón tardó en ser enterrado. El cineasta también había participado en el Festival de San Sebastián en 2005 en Zabaltegui Nuev@s Directo@s con 77 Doronship. La que nos ocupa está dividida en tres episodios referentes a tres años diferente. El primero de ellos, protagonizado por el embalsamador interpretado por un muy contenido Imanol Arias, es lo mejor de una película en la que no queda claro si lo que se quiere es ensalzar o no la vida de la figura política argentina.

El punto final lo ponía Ben Wheatley y su provocadora High Rise. Un viaje hacia el inminente colapso social presente en el metafórico rascacielos en el que se evidencian las clases sociales y las diferencias. Mientras los de arriba viven rodeados de lujos, dinero y drogas; los de abajo llevan una rutina más moderada. En el edificio también hay piscina, gimnasio y hasta pistas de squash. No hace falta salir de él para poder relacionarse con la sociedad. Es una sociedad en sí misma. El problema vendrá cuando se vaya la luz y los iguale a todos en las mismas condiciones y necesidad de que esta vuelva.

La obra del cineasta británico plantea un caos decadente en el que destaca el actor galés Luke Evans, aquí en un registro completamente distinto al que le vimos en El Hobbit, reconvertido en el líder de la rebelión de los pisos/clases bajas. Y, tal y como le describe el personaje del británico Tom Hiddleston en torno al final de la película, “el hombre probablemente más cuerdo del edificio”, si es que se puede estarlo ahí dentro.

Así se cierra el día, entre interrogantes sobre cómo lo que en pantalla es mostrado de forma visual y narrativamente exagerada puede llegar a reflejar nuestra realidad de forma más fiel de lo que parece. Es momento ahora de descansar para poder mañana volver a abrir la mente y dejar que nuevas películas como The boy and the beast o Irrational Man vuelvan a atraparnos con sus propios interrogantes.

 

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