«Lo que se dijo aquel día sigue siendo la piedra angular»


Nos reunimos con David Ilundain, el director de la película B, teniendo aún fresquísimas las sensaciones después de haber asistido la noche anterior al exitoso preestreno en un cine de la Gran Vía. Esa letra be abrevia el apellido de quien quizás se haya convertido en uno de los símbolos principales de un sistema político enfermo, donde los casos judiciales contra la corrupción y otras maneras de crimen organizado de guante blanco han ido destapando, o corroborando, que la democracia española no goza de una salud precisamente envidiable y va a peor. Esa letra be corresponde a Bárcenas, Luis Bárcenas, antiguo tesorero del Partido Popular e imputado en las tramas de financiación ilegal del mismo.

Tras una larga carrera principalmente como script en televisión y con cuatro cortos dirigidos, el director pamplonica afronta el reto del primer largometraje con un factor añadido, el de la alta y sensible repercusión mediática de lo relatado. Un ejemplo inaudito en nuestros estrenos, una película sobre alguien que ha sido y es todavía protagonista de muchas cabeceras de periódicos y telediarios. Cine sobre lo que está pasando. David nos cuenta que está nervioso pero muy ilusionado a la vez, porque palpa en el ambiente que la película está gustando de veras y da que hablar. También, remarca, que los espectadores ríen y disfrutan al verla, una señal de que estos se implican con una propuesta de características no convencionales.

El proyecto nace como adaptación de la obra teatral Ruz-Barcenas, escrita por Jordi Casanovas y dirigida por Alberto San Juan para la cooperativa de Lavapiés Teatro del Barrio. Era la puesta en escena de la declaración del extesorero ante el juez Pablo Ruz efectuada el 15 de agosto de 2013, por el caso de los llamados papeles de Bárcenas. La representación del texto, que acotaba la duración a una hora pero no añadía palabra o coma a lo recogido aquel día en la sala, contaba con dos intérpretes excepcionales en sus papeles, Pedro Casablanc y Manolo Soto, el imputado y el representante de la ley, respectivamente. A David Ilundain le fascinó lo que veía sobre el escenario y las reacciones entre el público. La idea de hacer una película surgió al momento y se puso a ello, contando con la participación de creadores y actores. Entre Casanovas y él dieron forma a un guion cinematográfico para una película de ochenta minutos. Después vino la lucha por una financiación que se obtuvo en buena parte gracias a una campaña de crowdfunding, con el resultado de 579 micro-mecenazgos. De esto, del rodaje y mucho más hablamos con él. Y nos avisa en un momento de la charla, con toda razón, que no revelemos al lector la aparición sorpresa de un personaje de esta historia.

 

David, ¿cómo tuviste conocimiento de la obra? ¿Fue casual?

Absolutamente casual. Yo tengo dos niños y en ese momento, hace dos años, eran muy pequeñitos. Salir es una movida. Necesitas una canguro, necesitas organizarte con los amigos, elegir bien… muy complicado. Entonces ese día me tocaba a mí elegir. Me lleve a mi chica y a dos amigos y dije: “Me van a matar”. Pero todo lo contrario, salieron encantados. Estuvimos charlando un montón de rato. Y esa fue la señal. Joder, he elegido lo más difícil de la cartelera y nos ha encantado.

¿Cuál fue el clic? ¿Hubo algún aspecto en concreto que te hiciera pensar que allí había una película?

A mí en el preestreno de ayer lo que más me gustó fue ver que al público le pasó lo mismo que a mí en sala la primera vez, cuando yo era virgen, a su vez, con la historia. Eso ha sido una relajación brutal. Ver que la gente se reía. Bien, porque era lo que me pasaba a mí. Un proceso tan largo como es el de hacer una peli, bueno en este caso ha sido relativamente corto, casi un año desde que empezamos, es un proceso como hacer un puzzle: coger una historia, romperla en pedazos, volverla a montar. Que no se pierda todo lo que querías hacer durante ese proceso siempre es un riesgo. Y en eso ha funcionado, con lo cual, en ese sentido estoy muy contento.

Cuando uno afronta un proyecto así, supongo que una de las primeras cosas es plantearse la financiación. Respecto al crowdfunding, ¿estaba pensado desde el principio o fue una necesidad que vino después?

Un poco las dos cosas. Yo no tengo interés especial por situarme en los márgenes. Para nada. Creo que el dinero no define una película, en ningún caso. Ni a una gran producción ni a la más pequeña. Se define por lo que es y punto. Todo lo demás son anécdotas para los  que trabajamos en ello. En ese sentido, obviamente buscamos financiación por los cauces normales, que básicamente son las ayudas públicas y las televisiones. Que una televisión la quiera, o que las diferentes ayudas públicas te pudieran apoyar. No pasó ni lo uno ni lo otro, y fue un poco la última opción. Es decir, estaba en nuestro plan de viaje, pero sabíamos que esa no podía ser nuestra última fuente de financiación. El problema es que lo acabó siendo, además de los aportes de las propias productoras implicadas en ese momento, Bolo Audiovisual e Inicia Films. Era ya un equipo, entre comillas, de amigos pero somos profesionales y hay que trabajar cobrando, aunque sabíamos que nuestros amigos iban a aportar parte de su trabajo sin necesidad de cobrar su sueldo normal, sino un sueldo, en este caso, un poco más bajo. El crowdfunding fue un poco a la desesperada. Lo rodamos ya o esto no existe. Entonces nos saltamos todo y apelamos directamente a tu público de alguna manera y funcionó.

Ahora se vende como si fuera la solución.

Es que en el presupuesto de una película por pequeña que sea, estamos hablando, si es muy muy pequeña, de mínimo cincuenta profesionales. Lo normal es que sean casi doscientos y si es más más grande, pueden ser miles. Claro, hay que ser honesto, hay que pagar. Yo cuando he trabajado de script durante estos años, he podido hacer algún corto con mis amigos, pero no puedo trabajar gratis para cualquiera, porque no puede ser, no tiene sentido por mucho que haga lo que me gusta por vocación. Si nosotros, entonces, no valoramos lo que hacemos, no lo va a valorar nadie. Es muy difícil que un crowdfunding sea una fuente suficiente del grueso del dinero que necesitas para pagar una película. Lo que no me gusta es la etiqueta de “bueno, como estamos en crisis, hacemos un crowdfunding”. No, eso no es serio. Aunque sí puede ocurrir en proyectos concretos, y en nuestro caso ha ocurrido, muy focalizados y con su comunidad en internet. Esa parte sí que ha sido un descubrimiento, pero no puede ser la panacea. Hacer películas sí, pero no podemos auto-engañarnos y pensar que es esa nuestra salvación.


David Ilundain durante el rodaje de 'B' / Álvaro García Coronado
David Ilundain durante el rodaje de ‘B’ / Álvaro García Coronado

¿Cómo condiciona hacer una película sobre un hecho judicial con una repercusión nacional inmensa y además que está aún en marcha?

Nos preguntaron y nos preguntamos algunas veces si se nos podía quedar viejo. No sabes qué va a pasar el día que la estrenes porque esto está candente todavía. Pero en proceso de documentación, hablando con abogados, periodistas, con la gente que más conocía el caso, decían que en realidad lo que pasó aquel día, lo que refleja la película, lo es todo. Lo que ha habido después, judicialmente hablando ha sido comprobar que aquello, que fue además más emocional de lo que parece, no fue una reacción controlada, sino que todo eso era verdad. Y todo el proceso se ha centrado en eso, pero es que apenas ha habido más información de lo que se dijo aquel día. Sigue siendo la piedra angular.

Esa es una de las grandes aportaciones de la película. Seguramente mucha gente no se ha leído la declaración…

No lo recomiendo [risas].

Pero claro ahí mismo es donde estaban los pepinazos. Entonces películas con estas ayudan a poner la luz o el foco.

Claro, es que tenemos, y cada día más, muchísima información. Pero es una información hiper-fragmentada. Twitter es ya el extremo. 140 caracteres. Titular y titular y titular. Además todo el mundo escribe. Yo twitteo pero si lo piensas, son millones de relatos hiper-fragmentados que se solapan continuamente. Entonces hacer esto fue la gran idea de Jordi Casanovas. Él me contaba que andaba buscando cómo contar lo que nos estaba pasando, la corrupción y el shock que teníamos como sociedad y haber descubierto que nos estaban dando por todas partes, como quien dice. No lo encontraba. Él escribía, no le gustaba, lo borraba. Y apareció, buscando la declaración, que estaba filtrada en internet, ante la cual dijo que no podía haber nada mejor. Y empezó a trabajar sobre ello. Eso es lo que nos preguntan: ¿Hay algo nuevo? Yo respondo que no es el qué sino el cómo. O sea, meterte en una sala de cine o sentarte en el salón de tu casa, dedicarle hora y veinte y entenderlo todo, espero. Dimensionarlo. ¡Es que pasó y no pasó nada!

Además es que estamos hablando de todo un personaje. Uno que contiene en sí mismo muchos personajes y está ahí, casi pidiendo a gritos, que se haga una película sobre él.

Y ya incluso se ha dado una especie de metacine, una meta-realidad entre Bárcenas y Casablanc. Ayer había gente que le llamaba “Luis” a la salida del preestreno [risas]. Es verdad. Por un lado se ha convertido en un icono, El Icono de la Corrupción. La peineta en el aeropuerto y eso,  en fin. Pero es que si escarbas un poco, es un personaje alucinante.

Que daría para muchos tipos de argumentos.

Sí, sí, sí. La historia de Bárcenas joven, con esta afición que tiene con la montaña y el esquí, yéndose al Everest. A mí me gusta mucho la montaña y creo que esto refleja muy bien un tipo de persona que va allí y traslada su toxicidad a un ámbito que para mí es, poniéndome idealista, muy puro. Leer sobre aquella expedición y cómo fue un absoluto desastre, cómo acabaron todos a patadas entre ellos, cómo él decía que había encontrado una nueva ruta hacia el Everest y era mentira…

¡Casi estás adelantando tramas para nuevas películas!

Leíamos todo lo que encontrábamos sobre el personaje para que lo tuviera Pedro y pudiera trabajarlo. Y no dejabas de sorprenderte de todas las aristas que tiene. Toda su relación familiar, que es muy curiosa. Su parte religiosa. En fin, es un personaje.


David Ilundain dirigiendo a Manolo Solo durante el rodaje de 'B' / Álvaro García Coronado
David Ilundain dirigiendo a Manolo Solo durante el rodaje de ‘B’ / Álvaro García Coronado

Cuéntanos un poco las decisiones a la hora de adaptar la obra de teatro al cine. En mi opinión, uno de los grandes aciertos ha sido quedarse dentro de la sala del juicio. Muchas veces vemos adaptaciones de originales teatrales que añaden escenas con salidas a exteriores o desarrollan elementos que quedaban entrevistos, y el resultado no es bueno. Vosotros añadisteis en el tercio final los interrogatorios con los abogados, algo que no estaba.

Sí, hicimos como una reconstrucción de lo que ya tenía la obra, que era una especie de condensación a cincuenta minutos sólo del juez Ruz y Bárcenas. La acortamos un poquito y dimos entrada al interrogatorio de los demás. La obra era más conceptual, casi un western cara a cara. Al crecer más Bárcenas, al tener que enfrentarse a un interrogatorio más largo, nos centramos en el hecho de que el Bárcenas que entraba no fuese el mismo que se iba por la puerta al final. En cuanto a lo de no salir, hicimos una versión en la que había algunos alivios para salir de allí. Pero Jordi tuvo una claridad muy buena en ese sentido. Recuerdo perfectamente su llamada diciendo que la íbamos a cagar, porque no podíamos escribir nada a la altura. Probablemente hubiera sido difícil también que no se nos convirtiera en una especie de arma arrojadiza, tipo: “Entonces, como hacéis esto, lo manipuláis y tal”. Al final fue, venga, cuatro paredes, aquí dentro, nos ponemos nuestras propias reglas y hay que cumplirlas.

¿Un documental de No Ficción?

O documental de ficción. Sí, no sé cómo decirlo. Estamos ahí en la línea roja porque tenemos un texto estrictamente documento/documental y una recreación con actores. Estamos ante una especie de género híbrido.

Y al final, ese detalle último, sencillo pero contundente de incluir [en este momento nos referimos a una escena y damos un nombre]

No hagamos spoilers, no hagamos spoilers en la entrevista. [Risas]

¿A quién se le ocurrió? Porque, desde luego, es clave para cerrar la película.

Sí, esa idea fue mía pero de alguna manera venía en la obra de teatro. Ellos lo que utilizaban en el montaje fueron rótulos de inicio y de final, que además iban cambiando conforme iban cambiando algunas cosas de la actualidad, los iban retocando. Esto es un poco una versión cinematográfica de aquello. Porque analizándolo narrativamente, en el fondo el antagonista de Bárcenas no está en la sala. Es como si fuera un thriller, como los buenos thrillers. Al monstruo no lo ves. El monstruo está ahí, le tienes mucho miedo y crees que va a aparecer en cualquier momento y se va a cargar a la rubia protagonista, pero tú no lo ves. Y yo creo que ese es el antagonista. Está fuera y por eso había que enganchar con la realidad y tratar que el monstruo apareciera.

Lo que has dicho ahora también sería una buena manera  de definir el cine político, aunque antes habría ver qué es o a qué se le llama cine político. Con ejemplos como el tuyo parece que sí, pero ¿existe algo parecido en España? ¿Lo ves posible, como lo ha sido, por ejemplo, en países como Italia, que también se las trae, pero ha sido capaz de poner el dedo en la llaga con sus películas?

“La verdad no cambia nada” [dice señalando la frase publicitaria de B en un cartel cercano] es una frase de Berlusconi, “Verità non cambia niente”, cuando a él, ya por fin, le condenaron la primera vez. ¿Es posible? Bueno, claro, ¿qué es cine político? Si nos ponemos un poco espesos, como quien dice, política es Stars Wars. El senado, la república, la corrupción están ahí. El argumento es el que es, pero la parte política está ahí. O Toy story es cine político, ¿no? El vaquero, el astronauta y el ciudadano medio americano. Por lo tanto es difícil definir qué es cine político, pero tratando de ir un poco a la convención, es verdad que los anglosajones nos llevan mucha ventaja, también los italianos, tienes razón. Incluso los franceses. Yo creo que sí somos un poco temerosos. A veces quizás con razón. Fíjate lo que le pasó a Julio Medem con un documental, en mi opinión, muy honesto sobre su forma de ver lo que todavía pasaba con ETA. En fin, yo en aquel momento no entendía nada. Vamos a ver, si queremos entendernos hay que hablar de esto. Está como prohibido hablar de esto. Hay una censura no oficial, pero que es casi peor, que viene del miedo y es muy dañina. A mí me interesa ver esa película y me interesa ver las películas que ha producido Querejeta donde estrictamente hablan víctimas de ETA. La realidad siempre tiene visiones fragmentadas y uno no ve, a lo mejor, todas las aristas de la realidad. Hay que ver y compartir las miradas. Debatir y lo que haga falta. Y sobre todo, en este tipo de cine es ser honesto. Para mi es la palabra clave. Porque te sirves de la realidad y si tú agarras una realidad o un tema candente, y bueno, lo coges pero de manera tangencial, o es solo una trama de la película y en realidad vamos a meter también una historia de amor, o no sé qué, y hacer un poco un Frankenstein que le guste a todo el mundo… pues lo desvirtúas totalmente. En ese sentido hay tradiciones cinematográficas mucho mejores que la nuestra, eso es verdad. Los británicos, los irlandeses, están hartos de hacer películas sobre su realidad, de cine y de televisión. A ellos les gustan, que son los primeros interesados y luego nosotros las vemos y nos interesan también. Sí que sé decirte que hay varios proyectos en estos momentos que están centrados en la realidad actual y que pelean por encontrar distribución. Tienen características parecidas a las nuestras y están ahí pidiendo que se las enseñes al público. Estoy pensando en Techo y comida, en Cerca de tu casa de Eduard Cortés. Hay algunas más, que se me pueden olvidar. Hay un proyecto de una adopción de una novela de Isaac Rosa, que ya está rodada también.

También es un reflejo de unos tiempos en los que algo parece que se puede hacer, que algo se está moviendo en otros ámbitos de la vida nacional.

Yo creo que sí. Esta película se suma a un camino iniciado por otros. Si alguien se toma la molestia de ver mis cortos en internet, verá que no eran historias políticas. Estoy pensando claramente en el 11 de mayo de 2011. Creo que lo cambia todo en este país por mucho que parezca que no. Y se dijo desde el primer día, que esto no sirve para nada. Si no tenemos ni la esperanza de pelea, pues claro que no sirve para nada. Es la táctica perfecta: es que ni os molestéis. Pero claro que sirve. Otra cosa es que a cierta gente nos gustaría que fuera más rápido y a otros más lento, pero de repente te ves a todos arremangados, haciendo que son supermajos y poniendo lo que ganan en internet. Entonces, algo está pasando. Todas las gotas erosionan la roca.

Por último, David, cuéntanos desde el orgullo de cineasta ante el estreno. Te sentirías satisfecho si…

Muy simple. Yo en todo momento creo que el cine, como decía el señor Hitchcock, son butacas que llenar. Entonces me sentiría satisfecho si las butacas están llenas. Y que si cada uno que ve la película, piensa que se siente obligado a decir en su círculo que tienen que verla. Es el deseo máximo.


Pedro Casablanc en 'B' / Álvaro García Coronado
Pedro Casablanc en ‘B’ / Álvaro García Coronado

David Ilundain sobre el rodaje de B:

«El trabajo de cámara estaba muy en esa línea de escondernos. Hacíamos tomas relativamente largas, aunque el guion estaba secuenciado para poder rodar. No hicimos ningún experimento en ese sentido, sino que rodamos como si fueran secuencias, aunque después sea una gran secuencia única. Los operadores no tenían un texto concreto y yo, o les tocaba el hombro y les iba diciendo, o les dejaba improvisar, entre comillas, también a ellos, según lo que estaba pasando, para que lo actores pudieran pisarse y tener cierta libertad y frescura. Al ser tomas largas, los microfonistas sufrían mucho. En determinados momentos, si se perdía el foco, yo decía que no pasaba nada, tú busca a quién interrumpe, a quién habla. Y forzar esa estética de documental simulado, por decirlo de alguna manera. Estar ahí escondidos como si nos hubieran dejado grabar aquel día»


ent.sa

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