Decálogo del cinéfilo (y II)
Las siguientes cinco y últimas razones de esta serie veraniega son: 6.- Participarás alguna vez en tu vida en la realización de una película: colaborar en el más modesto cortometraje […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
Las siguientes cinco y últimas razones de esta serie veraniega son: 6.- Participarás alguna vez en tu vida en la realización de una película: colaborar en el más modesto cortometraje […]
Las siguientes cinco y últimas razones de esta serie veraniega son:
6.- Participarás alguna vez en tu vida en la realización de una película: colaborar en el más modesto cortometraje (ya sea escribiendo el guión, o de ayudante de dirección, o como actor, o lo que sea) proporciona unas enseñanzas impagables para todo aficionado al cine. Tampoco es tan difícil (si uno ha sido de largo aficionado a esto) encontrarse en algún momento de la vida con la ocasión de participar en un corto; y si no, siempre se puede escribir una pequeña historia y rodarla con un par de amigos y un teléfono móvil durante las vacaciones de verano.
Sólo cuando uno se pone a realizar por sí mismo una determinada actividad puede llegar conocerla de verdad. Si un aficionado al fútbol no lo practica nunca, ni un aficionado a la música nunca ha intentado aprender a tocar ningún instrumento, ni un buen lector escribe por su cuenta… pues nunca es tarde para empezar.
7.- Serás comprensivo con el cine que no te gusta. Como casi dijo Plinio el Viejo, no hay película tan mala que no contenga algo bueno; y si tampoco lo contuviera, piensa que entonces habrás tenido la ocasión de desarrollar tu gusto: sólo viendo de vez en cuando malas películas se es capaz de reconocer de forma palmaria las buenas cuando uno se las encuentra. Si únicamente viéramos buen cine nuestro gusto terminaría por atrofiarse, dejaríamos de percibir la excelencia allá donde la hubiera y nos volveríamos desagradecidos. Además, la realización de cualquier película por mala que sea ha necesitado de un tiempo y unos esfuerzos considerables, y si a veces falla el talento casi nunca falla la intención, que suele ser honorable. Quien decide hacer una película por lo general lo que busca es entretener al público, o aportarle unas determinadas enseñanzas y transmitirle una experiencia con una historia de la que pueda sacar provecho (y a cambio obtener una buena recaudación en taquilla, claro).
Raro es el cine que tiene su génesis en unas intenciones turbias o torcidas: para engañar al personal y manipularlo para robarle o para obtener poder a su costa uno se mete en un partido político (no en todos, también es verdad) y da mítines, no hace películas.
En los casos de mayor desesperación piensa también que una mala película te puede hacer perder, como mucho, un par de horas de tu vida; algunas más si se trata de la temporada completa de una mala serie de televisión; bastantes horas menos, en cualquier caso, de las que se desperdician leyendo un mal libro.
8.- No perderás tu tiempo atendiendo a lo que tengan que decir los actores, especialmente si son jóvenes. Por lo común, los actores y las actrices no son ni artistas ni intelectuales por mucho que algunos reclamen etiquetas tales, sino técnicos especialistas en una labor que es la interpretación. Tampoco suelen ser, salvo excepciones, gentes especialmente perspicaces, ni clarividentes ni muy leídas, así que sus opiniones sobre lo divino y lo humano pueden perfectamente pasarse por alto por irrelevantes. Nunca he entendido la publicidad que se le da a menudo a todo lo que tienen que decir sobre los distintos aspectos de la vida social, porque lo cierto es que opinan públicamente de cualquier cosa: desde la reforma laboral hasta la situación de los saharahuis.
Hay además otra razón de peso para que los actores se manifiesten y opinen lo justo: la profesión de actor consiste en la desaparición continua de él mismo como individuo para dar vida a sus personajes; si una actriz exhibe por ahí su persona más de la cuenta inevitablemente eclipsará los personajes que le toque interpretar, y cuando los espectadores la vean en pantalla tenderán a ver más a la primera que a los segundos. Un buen actor, al igual que un buen traductor, debería ser “invisible”.
Cosa distinta son los directores (si además de ello son creadores, claro está), quienes siempre encuentran algo interesante que decir; pero paradójicamente suelen hablar menos que sus compañeros actores, bien porque se les pregunta menos, bien porque lo que tengan que decir ya lo han dicho con sus películas.
9.- No te agobiarás por no poder ver todo el cine. Es un error pretender estar siempre a la última, y además es imposible; y aunque haya gente por ahí que sí parezca haber visto todas las películas que se han hecho y se siguen haciendo, o todas las series de televisión, no hay tiempo humano para ello y además hay mucho farsante suelto. A la hora de decidir qué películas o series ver, y por tanto a cuáles vas a dedicar un tiempo de tu vida, déjate guiar por tu instinto: al principio quizá no sea muy fiable pero con el paso del tiempo lo irás afinando cada vez más, llegará un momento en que rara será la ocasión en que te engañe y terminarás por poder confiar en él con toda calma; de esa manera conseguirás no obsesionarte y vivir más tranquilo.
Lo anterior no es válido si uno es crítico de cine o estudioso de la materia (este “decálogo” lo es para aficionados): en esos casos sí que uno no podrá no haberlo visto todo; la ansiedad por la siguiente película aún no vista y la sensación íntima de insuficiencia serán unas sombras que lo acompañarán siempre, y la libertad del simple cinéfilo será un lujo que el crítico no podrá nunca permitirse: noblesse obligue. A cambio, el crítico podrá desquitarse de vez en cuando apabullando al aficionado con sus vastos conocimientos o tratando de sepultarlo bajo su pesada erudición, y ejerciendo por doquier su matonismo intelectual.
10.- No olvidarás algo fundamental, y por ello queda para el final: hay muchas cosas mucho más importantes que el cine. No vamos a enumerarlas todas porque no terminaríamos nunca, pero es buena idea dedicarse a otros asuntos para, llegado el momento, poder disfrutar de una película. Hay algo de enfermizo en cultivar sólo una afición; y si uno se pasa la vida viendo demasiadas películas ya no será un aficionado al cine sino un monomaníaco.
Pero también es verdad que habrá momentos de desolación en la vida de cada cual en los que sólo se encuentre sentido y refugio en el cine; por ello conviene no dejar de cultivar la afición. Para poder regresar a las películas que una vez nos proporcionaron felicidad y poder encontrar consuelo viéndolas una segunda vez, hace falta haberlas visto una primera.
(Fotografía: ‘Acropolis hill and Parthenon at night’ by Thermos / CCA-Share Alike 2.5 )
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