Empoderamiento nerd
La Nueva Comedia Americana, como fenómeno de vocación enteramente popular, ha ido asumiendo en los últimos años a modo de elemento de subversión (si entendemos ésta como ruptura del cliché) dos procesos de abolición y sustitución de roles que, a fin de cuentas, se estaban dando en la sociedad: por un lado, el empoderamiento de la mujer, que podrían ejemplificar la reciente Espías (2015, Paul Feig) –donde Melissa McCarthy encarna el papel de heroína de acción (¡con trazas de seductora!) en detrimento de una figura tan simbólica como Jason Statham– o la muy esperada Cazafantasmas III (2016, Paul Feig), y por otro, el ascenso al poder del hasta ahora último eslabón en la cadena de la popularidad, el nerd, un cambio de paradigma que quizá donde se ha visto mejor reflejado haya sido en Infiltrados en clase (2012, Phil Lord y Chris Miller), la película en la que el empollón Jonah Hill tiene más suerte con las chicas que Channing Tatum. Por decirlo más claro, la dualidad Steve Urkel/Stefano ya no existe porque se han convertido en la misma persona.
Pixels se apunta de manera bastante gráfica a esta segunda tendencia: de un grupo de muchachos aficionados a las máquinas Arcade, uno se convierte en presidente de los Estados Unidos y los otros en comandantes de la resistencia ante los beligerantes alienígenas que han asaltado La Tierra… en forma de videojuegos de máquinas Arcade. La película lo sabe y, para remarcarlo, introduce al personaje de un almirante (Brian Cox) hostil a que unos díscolos sean ahora los que estén al mando. No es la única coyuntura en la que entra: como todos sabemos, el color de moda este verano es el sepia, la nostalgia por esa arcadia cultural en que se han convertido los años ochenta y Steven Spielberg. Aunque Adam Sandler y su guionista Tim Herlihy firmaran un sutil ejercicio de nostalgia crítica hacia aquel tiempo en la formidable El chico ideal (1998, Frank Coraci), en Pixels no existe cuestionamiento de ningún tipo y, de hecho, se recurre dos veces de manera nada arbitraria a ‘Surrender’, la canción de Cheap Trick sobre un adolescente de finales de los setenta que descubre que sus padres son gente cool y para nada carca, tratando de reciclar el mensaje ahora hacia los nuevos padres crecidos en los ochenta.
El fichaje de Chris Columbus, autor de los libretos de Gremlins (1984) y Los Goonies (1985) y director de Solo en casa (1990), entre muchas otras, confirma también la búsqueda de un modelo de entretenimiento muy concreto por parte de sus responsables, si bien el olor a naftalina que podrían desprender todos estos datos se ve bastante aliviado por el hecho de que ni Columbus, ni Sandler, ni Herlihy son precisamente mancos: Pixels es, ante todo, un muy decente entretenimiento ejecutado con razonable sentido del espectáculo y la diversión, que encuentra sus fortalezas y debilidades en su denodado propósito de resultar liviana. Hay honestidad y puede constatarse fácilmente que todos los implicados lo han pasado bien haciéndola, pero, por otro lado, da la impresión de que Adam Sandler y sus fieles colaboradores no contemplan el cine familiar como una posibilidad de diversificar el territorio de sus comedias, sino, al contrario, de acotarlo y moderarlo para todos los públicos mediante plantilla. Así, la película está demasiado cerca de quedarse en terreno de nadie: no es lo graciosa que podría esperarse y debería exigirse viniendo de quien viene, y quiere ser pequeña en la era de los blockbusters mastodónticos. Al final, sin embargo, es difícil ponerse verdaderamente en contra de una propuesta tan desacomplejada, con set-pieces organizadas a partir de buenas ideas, amor por sus fuentes (la referencia al documental The King of Kong: A fistful of quarters, 2007, Seth Gordon), que soluciona con imaginación el desplazamiento de la mecánica del videojuego al mundo real (el plano cenital de los coches fantasma persiguiendo a Pac-Man) y cuyos protagonistas se ponen a ligar en medio de crisis interplanetarias. Es difícil, al menos, para quienes tienen ciertos principios.
Dirección: Chris Columbus.
Guión: Tim Herlihy y Timothy Dowling.
Intérpretes: Adam Sandler, Michelle Monaghan, Kevin James, Peter Dinklage, Josh Gad.
Género: comedia fantástica. 2015, Estados Unidos.
Duración: 105 minutos.