Hipócrates (Hippocrate)
El rostro del dolor Precedida de un muy satisfactorio paso por los cines de Francia, donde congregó a más de un millón de espectadores, Hipócrates, en contra de las apariencias, […]
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El rostro del dolor Precedida de un muy satisfactorio paso por los cines de Francia, donde congregó a más de un millón de espectadores, Hipócrates, en contra de las apariencias, […]
Precedida de un muy satisfactorio paso por los cines de Francia, donde congregó a más de un millón de espectadores, Hipócrates, en contra de las apariencias, se encuentra bastante distanciada del perfil de grandes melodramas de éxito un tanto pasados de azúcar que nos llegan de cuando en cuando de su país de origen, y que podrían encarnar a la perfección películas como Intocable (2011, Olivier Nakache y Erik Toledano) o Los chicos del coro (2004, Christophe Barratier): se trata, en realidad, de una atípica propuesta que, además de oscilar con habilidad de funambulista entre lo íntimo y lo social conciliando tonos a priori alejados, no tiene miedo a resultar incómoda y se atreve a abordar la problemática de su centro dramático –no por cotidiano menos complicado– sin supeditarla a una voluntad de agradar (tan próxima, en tantos casos, a la de mentir).
Segundo largometraje de Thomas Lilti, médico de profesión, Hipócrates narra la llegada al hospital de un joven en prácticas que tendrá que afrontar de golpe el peso de la responsabilidad cuando una negligencia suya cueste la vida a un paciente. La historia se sitúa en un contexto de feroces recortes, el contexto actual de Francia y de toda Europa, poniendo el acento en la importancia más vital que nunca de la implicación, cuando los esfuerzos tienen que doblarse porque ya lo que se busca no es solo sortear el infortunio, sino también las trabas de la incapacidad técnica y la falta de recursos. El primer plano cerrado de una anciana enferma de cáncer terminal, durante un diálogo, define también el grado de implicación de la película: mediante ese sublime gesto, Lilti está enseñando al espectador el ojo del huracán, el epicentro del conflicto con el que los médicos lidian diariamente, un dolor que no solo es dolor sino que también es humano.
Si bien resisten sueltos algunos manierismos del peor cine francés comercial (esas escenas de transición musicadas), que puede que ya debamos entender como peajes culturales, la armonía polifónica que conquista sin caer en la irregularidad hace de la película casi una pieza de orfebrería melodramática. La quizá algo tosca pero efectiva imagen de una bata con manchas, y las correspondientes pegas a ponérsela, sirve en dos momentos del metraje a modo de inicio y final de un arco dramático con una arquitectura interior tan sutil que nos coloca peligrosamente cerca de no apreciarla y confundirla con ligereza; muy parecido, en la práctica, a que muchos se crean que la película es una nadería y cometan la fatal equivocación de ignorarla.
Director: Thomas Lliti
Intérpretes: Vincent Lacoste, Jacques Gamblin, Reda Kateb, Félix Moati
Género: drama, comedia. Francia, 2014
Duración: 103 minutos