Naturaleza muerta

Santiago Alonso 


John May es un tipo solitario, uno de esos vecinos o transeúntes que nos cruzamos tal vez a diario y a quienes ni siquiera dirigimos un mínimo gesto a modo de saludo. Trabaja solo, sin ningún compañero cerca, en una oficina perdida del ayuntamiento. Lleva a cabo sus investigaciones en un escritorio, con todos los objetos dispuestos casi a la manera de un bodegón. Son elementos fijos dentro de un espacio fijo. Con rigurosidad, John cuida del mismo modo, ya en casa, su único efecto personal importante, un álbum de fotos repleto de individuos a quienes John ha conseguido reunir antes de que el olvido los entierre en la vastedad del tiempo. Y es que este funcionario municipal compone naturalezas muertas: sus informes recogen todos los datos posibles datos acerca de los fallecidos que nadie reclama, las pistas para buscar familiares y amigos antes de que se celebren unos funerales a los que no acude nadie.

El título original (Still life) apunta de manera certera —por el significado y por el juego de palabras—  el espíritu de Nunca es demasiado tarde, segundo largometraje del productor Uberto Pasolini (Full Monthy). La historia habla del individualismo dentro de nuestra sociedad, mostrando un estatismo que retrata la fiereza de la exclusión en las comunidades urbanas. Eso mismo, una naturaleza muerta. Un cuadro donde la vida está inmóvil a causa de la soledad y el miedo hacia los demás, aunque, a la vez, no ha desaparecido del todo un vivir la vida todavía guiado por principios de conciencia y sentimiento; de humanidad, en definitiva. Es lo que hace John, el artesano que realiza esas composiciones, el hombre que asume su tarea como una misión.

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Un gran tándem sostiene la película: un sobresaliente Eddie Marsan (la trilogía Red Riding, Bienvenidos al fin del mundo), que compone magistralmente un personaje inmerso en un gran viaje interior, y un director que lleva hasta sus últimas consecuencias el compromiso de película  crítica y emocional a partes iguales, sin rehuir incomodidades. Pasolini sabe muy bien cruzar dos espíritus de distinta índole, la veta negra del humor británico con algunas sensibilidades del cine que se hacía en su país de nacimiento. El resultado es una narración muy potente sobre el conflicto entre la fraternidad y las inercia del aislamiento. Y también, al final, es de una radicalidad tal, que Pasolini, durante la secuencia última, incluso le hurta la posibilidad de una sonrisa o un gesto de agradecimiento a un secundario clave.

 


 

NUNCA ES DEMASIADO TARDE

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Dirección: Uberto Pasolini.

Intérpretes: Eddie Marsan, Joanne Frogat, Andrew Buchan, Karen Drury.

Género: drama. Reino Unido, 2014.

Duración: 92 minutos.

 


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