El truco documental


Con el estreno de Searching for Sugar Man (Malik Bendjelloul, 2012), dio la impresión de que la audiencia general había descubierto que los documentales podían ser tan trepidantes como una película de ficción. Varios factores posibilitaron que se lograra semejante acogida. Por un lado, una historia tan poderosa que, simplemente, necesitaba ser contada. Por otro, aprovechar las características inherentes a la misma para guionizala a modo de trama detectivesca. Los responsables de la obra que en 2012 se alzó con el Oscar al mejor documental supieron entender el material que tenían entre manos para sacarle el mayor partido posible.

Malik Bendjelloul se aprovecha del desconocimiento generalizado que rodea al cantautor Rodríguez para trenzar una narración repleta de misterio y en constante desentramado de pistas falsas. Nadie sabe quién es Rodriguez, y el autor sueco es consciente de esta situación. Aunque jugando con los estándares del misterio, el poder de la cinta está en la realidad de lo expuesto, que lo eleva a las cotas de relevancia mediática a las que en su día llegó. Todo podría haber sido una gran farsa, construida en torno a una idea que podría haber calado por su desconocimiento, pero el resultado no hubiera sido el mismo. El director conoce las virtudes de su historia y las explota, como así hace Ramón Alós en El hombre que quiso ser Segundo (2014), aunque en sentido contrario.

El debutante en la dirección de largometrajes escribe también el guion y se acerca más que Bendjelloul a los elementos propios de la ficción. Si el sueco parte de la ficción para adentrarse en la realidad, el español traza el camino opuesto. Alós miente en su historia, pero esto forma parte del juego. En ella recoge la vida y los trabajos de Segundo de Chomón, un pionero de los inicios del cine que trabajó en Francia en la época en la que Méliès conquistaba al público con sus cortos artesanos cargados de imaginación. Buena parte de lo que se expone acerca de este creador turolense es cierto, pero otra buena parte es ficción. Todo lo relacionado con su obra no sólo es real, sino que funciona como el motor que hace avanzar al relato, alrededor del que se teje una trama acerca de los aspectos personales de este autor, que juega con la audiencia y que la reta a discernir qué hay de verdad en todo ello. Una manipulación necesaria, manifiesta y nunca disimulada, que nace en el propio Ramón Alós, investigador protagonista del relato pero interpretado por Enrico Vecchi. Un juego inofensivo que no se oculta y que es posible por esa asignatura pendiente en la cultura española que es la de reivindicar a las grandes figuras de este país, lo que provoca que sean pocas las personas que sepan quién es Segundo de Chomón, y prácticamente ninguna la que conozca su labor creativa en profundidad.

Con el paso del metraje, el juego se hace cada vez más evidente. La sobriedad del documental se pierde y se da rienda suelta a la investigación de tintes disparatados, que funciona precisamente al tratar de mantenerse en los senderos de la plasmación de lo real, mientras todo lo mostrado nos dice a las claras que no lo es. La obra se sumerge en la propia concepción del cine que Segundo de Chomón tenía: la del truco, la de la imaginación, la de la compaginación de lo real con lo ficticio. Ramón Alós entiende a lo que juega y lo hace con la sutileza suficiente como para que un paso en falso tire por tierra todo lo construido. Un caminar en la cuerda floja que a más de una persona engañará y dejará sin entender lo que está ocurriendo. Riesgo en la propuesta, nuevos caminos en la narración, el documental que juega a no serlo.


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EL HOMBRE QUE QUISO SER SEGUNDO

Dirección: Ramón Alós.

Intérpretes: Ramón Langa, Enrico Vecchi, Juan Miguel Company.

Género: Documental. España, 2014.

Duración: 90 minutos.

 


 

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