El incendio (Deadwater Fell)
Hay maridos que matan Santiago Alonso Sin apenas variaciones, las películas televisivas de misterio emitidas durante las sobremesas dominicales se conforman con repetir hasta la saciedad dos o tres plantillas […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
Hay maridos que matan Santiago Alonso Sin apenas variaciones, las películas televisivas de misterio emitidas durante las sobremesas dominicales se conforman con repetir hasta la saciedad dos o tres plantillas […]
Sin apenas variaciones, las películas televisivas de misterio emitidas durante las sobremesas dominicales se conforman con repetir hasta la saciedad dos o tres plantillas narrativas. Destaca sobre todo el argumento sobre las fatales intrigas que surgen en un seno conyugal donde el marido esconde, a ojos de los demás, su verdadera personalidad y donde la esposa sufre las consecuencias, viendo amenazada a menudo su integridad mental, cuando no física. Es el modelo que se encontraba originariamente en algunas novelas góticas y en obras pioneras de la literatura policiaca como La mujer de blanco de Wilkie Collins, o que consolidó la pieza teatral Luz de gas de Patrick Hamilton, amén de sus dos versiones cinematográficas (la británica y la estadounidense). ¿A qué obedece la persistencia tal cual de una idea ya tan manoseada? Responder que hay fórmulas infalibles para apañar productos baratos de consumo rápido no nos dice nada en realidad, y resulta mucho más interesante reflexionar por qué son precisamente infalibles. Quizás la razón se encuentra en el hecho de que, desde el siglo XIX estas historias pueden ser básicamente una manera bastante eficaz de analizar la violencia machista en el seno del hogar, una realidad cuyo concepto, pese a no ser algo residual, las sociedades han soslayado y no han sabido conceptualizar como era debido. Por eso, es lógico pensar que, tal y como le podría suceder a una lectora de Collins, o a una espectadora de las desgracias de Ingrid Bergman en Luz que agoniza de George Cukor, tal vez hoy día haya mujeres a quienes las sesiones televisivas en sus casas, muchos fines de semana, les suscitan sentimientos que ya han experimentado alguna vez en la vida real.
En El incendio, la miniserie británica de cuatro capítulos estrenada en Filmin, la guionista Daisy Coulam y la realizadora Linsey Miller tienen muy presentes las posibilidades del thriller como herramienta de observación crítica de los crímenes patriarcales en la familia, tanto que no solo no esconden el modelo, sino que lo asumen a las claras, cuando ya en el primer episodio se empieza a apuntar que el extrañísimo fuego que arrasa una vivienda del campo escocés y que se cobra como víctimas mortales a la esposa y las tres hijas pequeñas ha sido provocado por el marido y único superviviente de la tragedia. Conjugar la dicotomía entre relato policiaco (siguiendo a los investigadores de los hechos), y denuncia social (sobre una cuestión que ahora mismo está en el discurso público) es la tarea que ha asumido la pareja de creadoras. ¿Van a acentuar la primera característica en vez de la segunda, desgranando una consistente historia de intrigas y pistas? ¿O van a hacerlo al revés, y que la premisa derive en un drama lacerante sobre una lacra muy reconocible? ¿O van a compensar con maña ambas posibilidades? ¿O…?
Según avanza la miniserie, se comprueba que el principal problema de El incendio no es tanto que no haya salido compensado el tratamiento de las opciones, como que parece que Coulam y Miller no acaban de decidirse por un camino u otro, generando un desequilibrio que acentúa la engañosa dosificación del material narrativo a lo largo de los cuatro episodios. Este trabajo se tambalea a causa de lo descuidado de su escritura, como percibimos, por ejemplo, cuando se dan por sabidos interrogatorios clave que no han aparecido en pantalla; pero sobre todo por el desperdicio total de la expectativa creada al involucrar a un ser absolutamente abominable (el gran David Tennant está impecable también cuando hace de malo malísimo) en una premisa de falso culpable, una idea que, bien desarrollada, habría dado un interés particular al conjunto.
Tampoco la dirección de actores sale muy bien parada, aproximándose en ocasiones a los telefilmes de peor estilo, con la cansina invitación a que veamos continuamente el gesto de sorpresa e indignación en el rostro de la amiga de la asesinada. Es una pena el resultado general, aunque al menos la miniserie consigue articular con propiedad un mensaje muy importante que se dirige a cualquier espectador: la violencia machista se nutre particularmente de que, como comunidad, no somos capaces o no queremos ver las señales, quizás no tan ocultas, del maltrato a las mujeres que sucede a nuestro lado.
Puedes ver EL INCENDIO en Filmin