A pesar del director

Santiago Alonso 


En la corta carrera de Brad Furman solo se ha constatado hasta ahora una evidentísima contraposición entre las mejores intenciones y, ¡ay!, los nada meritorios resultados. Furman se adscribe, pretende adscribirse, a aquellos directores norteamericanos que salen a la palestra cada cierto tiempo (véase John Dahl o James Gray en su primera época) y construyen su filmografía al dictado de una especie de misión: devolver las distintas formas del género negro y criminal, entendido como se entendía en los cuarenta y cincuenta, pero también en los setenta, a la primera línea de los estrenos, desde la querencia y la reflexión sobre las bases tanto cinematográficas como literarias. Dicho espíritu es encomiable, y efectivamente se detectan en Furman las resonancias de las cintas y lecturas que le han formado el gusto personal y guiado en su camino por el cine. Sin embargo, la pasión no le ha servido para demostrar ante el espectador unas cualidades especiales, más allá del manejo de la mera apariencia o el paupérrimo lavado de cara al cliché, pues en El inocente (2011) solo se limitaba a dejarse transportar por la narrativa a prueba de bomba del gran Michael Connelly, el autor de la novela original, y la tremenda escasez a todos los niveles que definía a la desastrosa Runner, Runner (2013) no le hacían merecer medalla alguna a ojos del aficionado al neo-noir.

Infiltrado, su penúltimo largometraje (no se ha estrenado en España el siguiente que hizo, City of Lies, en 2018), constituye una curiosa sorpresa. Y también una curiosa paradoja. Porque resulta mejor película comparándola con las anteriores, y porque nada o casi nada ha cambiado respecto a los (de)méritos de su realizador. Podría decirse que es uno de esos insospechados, rarísimos ejemplos de filme que funciona y se disfruta a pesar del director. Peculiar en cuanto a su condición productiva —es una producción inglesa que reconstruye hechos que tuvieron lugar en Florida; el reparto reúne en un mismo grupo a interpretes norteamericanos, hispanoamericanos, ingleses y españoles; la guionista debutante, Ellen Brown Furman, ¡es la madre del director!—, presenta la enésima historia del agente de la ley que debe fingir ser un delincuente y entrar dentro del círculo criminal. Ahora bien, a diferencia de otros títulos similares, ofrece de entrada un aliciente, ya que recoge las experiencias reales del agente de aduanas Robert Mazur, cuya infiltración a mediados de los ochenta, haciéndose pasar por un empresario que lavaba el dinero mejor que nadie, propició un golpe espectacular al tinglado del narcotráfico colombiano. Y después, lanza otro anzuelo en las primeras escenas al proponerse como estudio histórico-social de unos años en los que la circulación de la cocaína llegaba a tal magnitud que se hablaba irónicamente de una nueva divisa en las calles frente al dólar.

Son propósitos que, en cualquier caso, se quedan en eso, solo en propósitos. Limitándose a ejercer de juntasecuencias, Furman renuncia a plasmar algo que se parezca a un estilo y apenas da unos toques sobre la cáscara del universo moral de donde nace el relato. Ni tan siquiera podría decirse que tenga mano al dirigir a los actores. Porque he aquí a los auténticos responsables de Infiltrado como película. Los miembros del elenco son quienes mantendrán atento al espectador y le harán seguir las vicisitudes de los personajes, quienes aportarán el único (aunque vigoroso) soplo creador que da vida a la función. La centralidad la ocupa Bryan Cranston, fantástico a la hora de componer los complejos comportamientos reales y fingidos del protagonista, en gran medida sin el apoyo de la puesta en escena ni del guión. Es un actor solo ante el peligro. A menor escala, lo mismo sucede con el resto de los intérpretes: ante las deficiencias del plan rector, van construyendo la obra gesto a gesto, palabra a palabra, y le confieren a la función su único lustre. Son como los marineros que no abandonan la cubierta cuando el capitán ha abandonado la nave. Lo dicho: Infiltrado no es buena, solamente funciona. Nada aporta Furman, y sí la presencia de Cranston o del gran Simón Andreu.


Puedes ver INFILTRADO en Filmin


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INFILTRADO

Dirección: Brad Furman.

Intérpretes: Bryan Cranston, John Leguizamo, Diane Kruger, Rubén Ochandiano, Elena Anaya, Simón Andreu, Olympia Dukakis.

Género: thriller, drama, biográfico. Reino Unido, 2016.

Duración: 127 minutos.

 


 

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