Una flor crece en el yermo
Yago Paris Cuando se estrenó en 2015, Mad Max: furia en la carretera arrolló al mundo del cine con su estruendosa propuesta formal. El frenesí de sus motores refulgentes, la […]
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Yago Paris Cuando se estrenó en 2015, Mad Max: furia en la carretera arrolló al mundo del cine con su estruendosa propuesta formal. El frenesí de sus motores refulgentes, la […]
Cuando se estrenó en 2015, Mad Max: furia en la carretera arrolló al mundo del cine con su estruendosa propuesta formal. El frenesí de sus motores refulgentes, la locura de su mundo posapocalíptico y la espectacularidad de una puesta en escena basada en la capacidad de su director, George Miller, para conseguir imágenes apabullantes convirtieron inmediatamente la cinta en una cumbre del cine de acción. Sin embargo, alejado del ruido y el motor, en el interior de la obra delicados momentos de poesía. Uno de ellos sucede durante el último tercio de metraje, cuando la caravana liderada por Imperator Furiosa (Charlize Theron) llega a un punto clave del desierto y se encuentra con un grupo de mujeres moteras, con quienes creció de pequeña.
Tras los saludos y presentaciones, las mujeres le preguntan a la protagonista por su madre. Ella les informa de que ha perecido. Es aquí donde la escena se convierte en algo especial. Este grupo de personas rinde tributo a los muertos mediante un gesto tan minimalista como lleno de contenido: cerrar el puño en el aire y llevárselo al pecho, como si, de algún modo, agarrasen una parte del alma del ser querido, que sigue con ellas, para unirla con la suya. Decirlo todo sin mediar palabra.
Mad Max: furia en la carretera es una película extraordinaria por infinidad de motivos, pero uno de ellos es su capacidad para combinar de manera genuina lo más alocado con lo más delicado, porque tan meritorio es el alucinante ritmo del montaje durante las persecuciones como un adecuado tono en la narración de las escenas más íntimas. El uso del lenguaje cinematográfico consagra la cuarta entrega de la saga como una cinta de acción difícil de superar, pero es su capacidad para llenar de emoción su espectacular estructura visual la que la convierte en una obra que aspira a la eternidad, y lo hace a partir de gestos tan sencillos como el descrito. Un gesto que siempre humedece los ojos de quien esto escribe.