Delito narrativo en L.A.

Santiago Alonso 


Destroyer comienza con una secuencia bajo un puente de hormigón de los muchos que sostienen la interminable y tupida red de carreteras de Los Ángeles. Al poco aparece un cadáver en la orilla de los canales del río homónimo. Poco después una secuencia transcurre en la luminosa mansión perteneciente a un poderoso cuya sonrisa perfecta oculta no pocas turbiedades y cuyo guardaespaldas apalea sin contemplaciones a los visitantes que preguntan demasiado. Y hay varios elementos más que vienen a corroborar que los responsables del largometraje saben manejar muy bien ciertos códigos para ganarse al devoto del noir angelino. Por supuesto, y esto es definitorio, no falta el investigador con el agua al cuello arrastrando su decadencia colina arriba y colina abajo. La directora Karim Kusama y sus dos guionistas habituales, Phil Hay y Matt Manfredi, han preparado, además, una serie de variaciones que aportan el sello de identidad. Por un lado, es una mujer quien investiga, una veterana detective del LAPD; por otro, tanto la amargura como el fatalismo del relato corren parejos con la caracterización de la muy «destrozada» protagonista (Nicole Kidman está apenas reconocible); y, finalmente, hay una mezcla continua de dos líneas temporales con quince años de diferencia, así como de sus dos subtramas correspondientes: una amorosa y otra sobre una dolorosa relación entre madre e hija.

La fórmula parece funcionar hasta bien entrado el metraje, si bien poco a poco se va forzando demasiado la verosimilitud exigida a esta clase de policiacos. Porque, ¿de verdad se organiza un operativo tan complejo, que incluye dos agentes infiltrados, solo para capturar una banda tan de poca monta?; ¿de verdad nadie obliga a declarar a un policía que se ha visto envuelto en un tiroteo de dimensiones considerables? No constituiría esto un asunto mayor si no fuera porque a las inconsistencias se les suman problemas peores, como las caracterizaciones que quedan a medias (la del antagonista, un malvadísimo atracador pintado como una especie de Charles Manson), o la desgana justo en los clímax que cierran cada arco temporal (el asesinato de un personaje en el primero, el encuentro entre perseguidora y perseguido en la segunda).

Aunque hay algo peor todavía, pues Kusama y sus guionistas se saltan la regla fundamental en el pacto que han establecido con los espectadores. Básicamente, les dicen a estos últimos durante la resolución de la cinta que se les ha tomado el pelo desde el principio. Una cosa habría sido jugar al despiste con ellos, ponerles una trampa ingeniosa que les hiciera abrir la boca de sorpresa después de la palabra fin o esconder una arriesgada pirueta narrativa que tuviera al final una justificación. Y otra distinta, muy distinta, que toda la arquitectura de la historia —que la única clave del relato, en realidad— se construya en torno a un engaño propiciado por el montaje. A causa de sus marrullerías, Destroyer es una película que cuando termina le aporta a uno la única sensación de haber estado perdiendo el tiempo.



 

DESTROYER

Dirección: Karim Kusama.

Intérpretes: Nicole Kidman, Toby Kebbel, Tatiana Maslany.

Género: thriller poliaco. Estados Unidos, 2018.

Duración: 121 duración.

 


 

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