Imágenes con el punch de un cachorrillo

Yago Paris


El clímax de Creed II: la leyenda de Rocky se inicia con el paseo del protagonista, Adonis Creed (Michael B. Jordan), desde los vestuarios hasta el ring de combate. El actual campeón del mundo de boxeo es secundado por su séquito, destacando la presencia de su pareja, Bianca (Tessa Thompson), quien, haciendo uso de sus dotes de cantante profesional, se pone a la cabeza del desfile una actuación musical. La compañera sentimental del boxeador se convierte, de esta forma, en la verdadera protagonista de la escena, una situación que, lejos de engrandecer al personaje, expone las carencias de la secuela de Creed. La chica era un excelente personaje en la primera entrega, funcionando como contrapunto necesario a la sobredosis de testosterona habitual del mundo del boxeo y permitiendo que la siempre engorrosa historia de amor de este tipo de narraciones se convirtiera en una mina de emotividad y comicidad. En la segunda parte, Bianca se convierte en una mujer florero, cuya única función no podría ser más heteropatriarcal: quedarse embarazada. El papel de la mujer es equiparable al resto de elementos de la narración, convirtiéndose en el perfecto ejemplo de lo que es esta nueva entrega: un ejercicio de explotación que no se molesta en esconder su condición de producto menor en busca de una rentabilidad inmediata en taquilla, a rebufo del gran éxito que fue su antecesora.

Más allá de que Creed II: la leyenda de Rocky se presente como un ejercicio de nostalgia pura, el problema es de base. La cinta calca el esquema de Rocky IV, el filme en el que el personaje de Sylvester Stallone viajaba a la Unión Soviética para enfrentarse al temible Ivan Drago (Dolph Lundgren), un monstruo de la ingeniería deportiva creado por el gigante euroasiático. Con sus limitaciones en la puesta en escena y su habitual ingenuidad en la exposición de ideas, Sylvester Stallone, quien dirigió y escribió la historia además de protagonizarla, creó una obra épica, destinada a ser recordada. Aunque por momentos ridícula y con una argumentación ideológica fácil de rebatir, Rocky IV dejó para la posteridad, entre otras, la escena del descomunal entrenamiento de ambos luchadores en montaje paralelo, con Hearts on Fire de John Cafferty como glorioso acompañamiento musical. La estructura es idéntica en la nueva entrega de la saga. El hijo de Ivan Drago, Viktor, se enfrenta al hijo de Apollo Creed, Adonis, emulando el mítico combate en tierras rusas, con Rocky esta vez en labores de entrenador. Aunque todo huela a burdo diseño de mercadotecnia, la cinta podría salvarse por la agresividad de sus encuadres, el sudor de sus imágenes o las heridas provocadas por los cortes de montaje. Todo ello hubiera sido posible, pero nada de eso ocurre. La historia se diluye en el océano de la indiferencia, incapaz de trascender, y buena parte de la culpa la tiene, en palabras del crítico Daniel Pérez Pamies, su incapacidad para crear imágenes icónicas.


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CREED II: LA LEYENDA DE ROCKY

Dirección: Steven Caple Jr.

Reparto: Michael B. Jordan, Sylvester Stallone, Tessa Thompson, Dolph Lundgren, Florian Munteanu, Phylicia Rashad, Wood Harris, Kristina Aponte, Brigitte Nielsen

Género: Drama. Boxeo. Estados Unidos, 2018.

Duración: 130 minutos.

 


 

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