Morir con las botas puestas

Jesús Cuéllar


Durante el pasado año, actores más o menos míticos, pero todos ya en el último tramo de su vida, han regresado a las pantallas de cine o televisión para indagar en la vejez, aprovechando su propia historia, no sólo interpretativa sino existencial. Ese ha sido el caso de la emocionante Lucky, testamento cinematográfico del gran Harry Dean Stanton, y de la serie El método Kominsky, encabezada por un sarcástico y autoparódico Michael Douglas.

Con un enfoque menos «personal» que en los dos ejemplos anteriores, dado que aquí apenas se alude a la vida no cinematográfica del actor protagonista, The Old Man and the Gun también sirve como repaso un tanto melancólico al pasado interpretativo de Robert Redford. La nueva película de David Lowery, que tan buena acogida había tenido con Ghost Story, constituye una revisión evocadora, pero no del todo complaciente, de lo que Redford ha significado para el cine estadounidense de las últimas décadas y del tipo de papeles que, dentro del star system hollywoodiense, le hicieron famoso.

El papel del atracador Forrest Tucker, basado hasta cierto punto en un personaje verdadero que, a los 80 años, seguía robando bancos, parece hecho a la medida de algunos de los Redford que todos recordamos: delincuente, pero no violento; irresponsable, pero de buen corazón; valiente, pero no temerario; seductor, elegante y de pocas palabras. Enseguida nos vendrán a la memoria papeles como los del forajido de Dos hombres y un destino, el desertor desencantado de Las aventuras de Jeremías Johnson, el timador de El golpe o el evadido a su pesar de La jauría humana (de la que esta película utiliza imágenes para ilustrar el pasado de Tucker).

El director David Lowery, autor también del guión del filme, basado en un reportaje periodístico de David Grann, sabe que la sola presencia de Redford resta protagonismo al realizador de cualquier película, pero juega bien sus cartas y no deja de hacer valer su presencia tanto mediante el tacto con el que aborda a los personajes centrales —el Tucker de Redford, la Jewel de la imponente Sissy Spaceck o el detective Hunt interpretado por Casey Affleck—,  como a través de la sutil contraposición de modelos masculinos que plantea. La película sitúa a Tucker, irresponsable pero feliz, dispuesto a casi todo por atracar bancos, frente al insatisfecho Hunt, padre prototípico, pero un tanto aburrido, cuya adocenada vida se reactiva gracias a la persecución de un atracador al que, en realidad, no pone mucho empeño en detener. La descripción del detective, a pesar de la desganada forma de interpretar de Affleck, que tan bien encaja con el personaje, podría haber dado bastante más juego y profundidad a la trama, que pierde algo de fuelle cuando la historia se centra en él. No obstante, Lowery sabe imprimir en todo momento agilidad e interés a la narración, apoyándose inteligentemente en clásicos como Lola, de los Kinks, o Blues Run the Game, de Jackson C. Frank, para trasmitir, de forma nada enfática, los sentimientos de sus personajes.

Lowery y, por supuesto, Redford, ofrecen un homenaje al cine de antes, aunque aquí la ambigüedad moral sea mucho más acusada que en el clasicismo de Hollywood, incluso en el del llamado Nuevo Cine. Nuestro “héroe” es un atracador de bancos que, en plena era Reagan, está dispuesto a morir con las botas puestas. Eso dice mucho de la actitud del propio Redford ante su oficio e incluso de cómo ve, un progresista como él, la situación de teórica «postcrisis» actual.



 

THE OLD MAN AND THE GUN

Dirección: David Lowery.

Intérpretes: Robert Redford, Sissy Spacek, Cassey Afleck, Tom Waits.

Género: policiaco, drama, comedia. Estados Unidos, 2018.

Duración: 93 minutos.

 


 

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