Yago Paris


A día de hoy, en plena era de las redes sociales y la hipervisibilidad, parece un suicidio comercial que una serie defienda valores contrarios a los de las reivindicaciones sociales del momento. Un caso evidente es el del feminismo. Mayor presencia de personajes femeninos, mayor desarrollo de los mismos, integración de la mirada femenina en el discurso audiovisual… Toda una serie de medidas se han tomado para tratar de corregir la eterna tendencia machista que ha dominado la sociedad y, por consiguiente, el mundo de la ficción televisiva. Sin embargo, siendo en cualquier caso siempre un avance social, existen distintos tipos de producciones. Mientras en unos casos casi se podría decir que es una medida cosmética, más centrada en evitar críticas que en contribuir al activismo, en otros hay un evidente interés por abordar el tema, hasta el punto de que el asunto se convierte en el centro del relato. Ya lo vivimos a mitad de año con la última y excelente temporada de la sitcom Unbreakable Kimmy Schmidt (2015- ) y ahora sucede lo mismo con la quinta entrega de la serie de animación BoJack Horseman (2014- ), en la que el feminismo se integra en el discurso hasta el punto de controlarlo y convertir todas y cada una de las decisiones de la narración en una nueva perspectiva sobre el conflicto.

La serie de Netflix creada por Raphael Bob-Waksberg, en la que brilla con luz propia la responsable del estilo de la animación y de la caracterización de los personajes, Lisa Hanawalt, narra la crisis existencial del personaje que da nombre a la historia. BoJack es un actor que tuvo un enorme éxito al protagonizar una telecomedia de los años noventa. Desde entonces, más de veinte años después, habiendo llegado a la cincuentena y sin haber hecho apenas nada más reseñable en su carrera, vive de su estatus de estrella, con la mente puesta en el pasado y con un sinfín de carencias afectivas que le impiden tener una vida equilibrada, lo que lo aboca al consumo cada vez más desenfrenado de todo tipo de drogas. Con un tono principalmente cómico, la serie no escatima en inmersiones en el pozo del alma humana para sacar las miserias más deplorables de sus personajes, lo que permite que la historia funcione siempre a dos niveles: uno más superficial desde el punto de vista reflexivo, en el que propuestas alocadas y críticas sociales de trazo grueso sirven para crear una ingente cantidad de gags visuales y verbales, y otro tremendamente profundo, en el que la depresión que sufre el personaje principal se apodera de la narración.

Sin embargo, el enfoque ha cambiado ostensiblemente en esta nueva temporada. Aunque la mirada ha sido feminista desde la primera temporada, en esta ocasión los creadores parecen haber reflexionado en profundidad acerca de qué orientación debería tener la nueva remesa de capítulos, ya que el resultado ha sido el de colocar a BoJack en un claro lugar secundario, en favor del elenco de personajes femeninos con los que la historia cuenta. Como si se quisiera dar voz a cada uno de estos, la nueva temporada se fundamenta de manera casi exclusiva en capítulos autónomos, apenas relacionados entre sí por una trama principal que es más escueta que nunca.

De esta manera se permite que los personajes femeninos con mayor peso hasta la fecha tengan sus propios episodios, en los que apenas participan los masculinos, como es el caso de la mejor amiga de BoJack, Diane —episodio dos—, o su agente, Princess Carolyn —episodio cinco. Pero, lejos de limitar la fórmula a las protagonistas, incluso las secundarias también cuentan con su propio capítulo, como en el caso del tercer episodio, en el que vemos cómo tres mujeres —Gina, Pickles y Yolanda— deben lidiar con la inmadurez de las tres parejas masculinas con las que comparten vida: respectivamente, BoJack, Mr. Peanutbutter y Todd. Una situación que, de manera metanarrativa, haciendo al público consciente de las intenciones del relato, se lleva hasta el extremo en el caso de dos psicólogas, que en cualquier otra narración tendrían un rol puramente instrumental para la trama, pero que aquí, pirueta narrativa mediante, los guionistas las convierten en pareja y les conceden todo un episodio para que se conviertan en las narradoras de las historias de personajes con mayor peso en la trama.

El protagonismo de la mirada femenina en la quinta temporada de BoJack Horseman dista de ser gratuito. No en balde, la ficción se ambienta en Hollywood, lo que posibilita una disección de la industria del cine y la televisión, de ahí que el abordaje del movimiento #MeToo en esta nueva entrega sea de lo más coherente. Para ello recurre a la creación de un nuevo personaje, un trasunto de Kevin Spacey o Harvey Weinstein que sirve de excusa para tratar de lleno el asunto de los abusos sexuales y la violencia de género dentro del mundo del espectáculo, lo que permite retratar no solo el comportamiento de todos los hombres que ahora están sufriendo las consecuencias de sus actos del pasado, sino de las personas que están alrededor. Aparte de criticar cómo el movimiento se pervierte al llevarlo al extremismo sensacionalista, también hay espacio para denunciar el colaboracionismo por parte de algunas mujeres, como es el caso de la representante del actor acusado.

Sin embargo, lejos de colocarse en una posición cómoda, la serie también arriesga al rescatar un turbio acto que cometió el propio BoJack en la segunda temporada, cuando estuvo a punto de acostarse con una menor, y que encaja a la perfección con la oleada de denuncias por acoso. Como si la serie hubiera previsto todo lo que iba a ocurrir en la actualidad, se recupera el incidente en la quinta temporada para retratar con mayor gravedad la figura de su protagonista. ¿O quizás han tomado esta decisión como una manera de hacer justicia a un tema sobre el que, en 2015, cuando salió dicha segunda entrega, aunque siempre se retrató como un acto repudiable, tal vez no se le prestó toda la atención que el asunto merecía? En caso de ser así, los creadores habrían recurrido a la autocrítica y la honestidad para lidiar con el propio pasado de la serie, una decisión que eleva el poder de una producción que, temporada tras temporada, demuestra estar varios escalones por encima del grueso de producciones que pueblan la parrilla televisiva.


BoJack Horseman temporada 5


Imágenes: IMDb.


 

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