Las palabras y las cosas

Tomás Cuadrado Pescador


Quizá llamarlo «documental», sin ser ello inexacto, pueda llevar a confusión a quien se acerque a este largometraje. Y no sería justo que el espectador saliera de la sala defraudado tras ver incumplidas unas expectativas que, ilusoriamente creadas por las dimensiones del personaje que sirve como reclamo, se hubiera fijado muy altas antes de entrar. El Papa Francisco: un hombre de palabra consiste en rigor en el largo monólogo con el cual el cabeza de la Iglesia Católica va desgranando su postura acerca de los temas más urgentes en el mundo actual.

Llaman la atención la modestia formal y la mesura en el uso de esa grandilocuencia visual o narrativa con las que a veces este tipo de documentos juega con las emociones del espectador: la música inquietante o conmovedora en un momento climático; la revelación inesperada que sobrecoge. Nada de eso hay aquí: Wim Wenders ha decidido prescindir de todos esos recursos y nos presenta al Papa mondo y lirondo, sentado en una silla y hablando a la cámara de lo que opina sobre la pobreza en el mundo, el papel de la mujer, los gays, la pedofilia o los daños al medioambiente, entre otras cosas.

Y verdaderamente Francisco resulta un hombre de palabra; no tanto en el sentido que habitualmente suele dársele a esa expresión cuanto porque ha conseguido crear y transmitir un discurso muy bien articulado, en muchos de cuyos puntos resulta imposible discrepar. ¿Quién iba a defender los abusos sexuales a niños? ¿Alguien puede poner en duda que si destruimos nuestro planeta nos estamos condenando como especie? Y cuando habla del poder corrosivo y denigratorio de la pobreza o de la alienación del ser humano uno parece estar escuchando a un marxista de toda la vida, aunque el patrón al que se encomienda Jorge Mario Bergoglio no sea el filósofo de Tréveris sino el santo de Asís. Así que una y otra vez, quizá para que ni detractores ni neófitos entusiastas piensen que se ha pasado al bando de Engels y Lenin, ya se encarga el Papa de ir recordándonos que él es un continuador de las enseñanzas de San Francisco, en primer lugar, y de Jesucristo en última instancia.

Cae bien el Papa Francisco. Al terminar el pseudodocumental sale uno con la sensación de que este papa sí es un buen hombre, y además parece sincero. Su postura rabiosamente humanista logra seducir, no obstante algunos escollos con los que su discurso choca y que él pretende salvar apelando a las causas últimas, las de siempre («¿Que cuál es el sentido del sufrimiento en el mundo? Pues que Dios permite la libertad humana, y el ser humano libremente elige hacer sufrir a los demás»). Pero al fin y al cabo, que una de las figuras espirituales (llamémoslo así) más importantes del mundo, y jefe de Estado además, sea capaz de decir todo lo que Francisco enuncia sin tapujos puede resultar un tanto confortador.

Y ésas son sus palabras. Aunque como es sabido las palabras se mueven en el plano del discurso, en el mundo de la construcción textual, mundo distinto (y muchas veces ajeno) al de las cosas. Pero por algo hay que empezar.



 

EL PAPA FRANCISCO: UN HOMBRE DE PALABRA

Dirección: Wim Wenders.

Género: documental. Suiza, Vaticano, Italia, Alemania, Francia, 2018.

Duración: 96 minutos.

 


 

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