Jurassic World es una película de terror gótico
Yago Paris Aviso: el texto desvela detalles de la trama de Jurassic World: el reino caído Jurassic World: el reino caído comienza como toda nueva entrega de saga que se precie: […]
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Yago Paris Aviso: el texto desvela detalles de la trama de Jurassic World: el reino caído Jurassic World: el reino caído comienza como toda nueva entrega de saga que se precie: […]
Aviso: el texto desvela detalles de la trama de Jurassic World: el reino caído
Jurassic World: el reino caído comienza como toda nueva entrega de saga que se precie: explotando las claves que la han hecho mítica, y esto significa visitar Isla Nublar, cuyos únicos habitantes son todo tipo de dinosaurios. La primera parte de la nueva obra de J.A. Bayona se ambienta principalmente en dicho escenario, entre las ruinas del nuevo parque jurásico que se había construido en la anterior entrega, Jurassic World (2015). Sin embargo, lo que más llama la atención no es el adecuado u original uso de unos espacios de sobra conocidos por los fanáticos de la saga, sino que en su segunda mitad la narración se traslade bien lejos. Concretamente, a una colosal mansión con aspiraciones de castillo.
Nada más lejos de lo casual, los creadores del filme han querido transformar el universo de aventuras jurásicas en una película de terror gótico. Un gesto osado, si se tiene en cuenta que en el terreno de las superproducciones no se estila este tipo de decisiones, pero que, a riesgo de enfadar a los más devotos del universo cinematográfico, funciona por su capacidad para convertir los dinosaurios en creaciones monstruosas propias de un científico con lagunas éticas. A continuación te mostramos las claves que confirman que Jurassic World: el reino caído es, en realidad, una película de terror gótico.
Eli Mills (Rafe Spall) es el arquetipo del habitante de castillo gótico. De cara al público se muestra amable y bondadoso, en este caso comprometido con la salvación de los dinosaurios por motivos éticos. Sin embargo, de puertas para dentro muestra su verdadera identidad: ambicioso y carente de escrúpulos, quiere enriquecerse a costa de los animales experimentando con ellos para posteriormente venderlos al mejor postor. Se trata de un arquetipo mil veces visto, pero pondremos de ejemplo el icónico personaje de Boris Karloff en Satanás (1934).
Como buena historia del género, la mansión funciona como una metáfora de la personalidad del villano. Como si de dos mundos se tratase, la extraordinaria parte de la casa que aparece sobre la superficie es la fachada de buenas intenciones que contrasta con el sótano secreto, el lugar en el que el personaje muestra su verdadera y malvada esencia. En esta parte de la mansión no faltarán los laberínticos pasillos de iluminación tétrica y vapores que emanan de las tuberías, las jaulas en las que encerrar a los monstruos o la zona de los laboratorios, en la que se descubren los verdaderos planes del malo de la película. Se puede encontrar una analogía directa en la reciente La cura del bienestar (2017), una cinta que dedicaba todo su metraje a reflexionar sobre las claves del terror gótico.
En un momento de la película el dinosaurio antagonista, conocido como Indoraptor, asciende hasta el tejado de la mansión en plena noche, a la luz de la luna llena y bajo una densa lluvia. La imagen no podría ser más icónica del terror gótico, con el monstruo en la cima del castillo en plenitud de poderío, a punto de atacar a los protagonistas. La analogía cobra especial sentido si se tiene en cuenta que el Indoraptor es un dinosaurio modificado genéticamente, por lo que se asemeja todavía más al arquetipo de monstruo creado en el laboratorio por un científico loco —sin ir más lejos, recuerda a El doctor Frankenstein (1931).
Justo después de lo que se indica en el apartado anterior sucede un intento de ataque del Indoraptor a la niña protagonista, Maisie Lockwood (Isabella Sermon). Aunque la planificación de la escena remite de manera innegable a uno de los momentos más emblemáticos de Hook (El capitán Garfio) (1991), el tono es de puro terror, con el monstruo entrando por la ventana como si se tratara de Drácula visitando a una de sus víctimas.
En este tipo de historias, cuando se comete un atentado contra la ética y la naturaleza, como es el caso de la creación de monstruosidades, lo habitual suele ser que al final el creador destruya la abominación, o que sea el propio ser el que se inmole. El ejemplo más claro se encuentra nuevamente en El doctor Frankenstein, pero otra película que aborda el mismo asunto desde fuera del género es Street Fighter, la última batalla (1994), con el personaje de Blanka y el científico que lo creó en contra de su voluntad.
Sin embargo, sobre todo cuando los monstruos no han hecho absolutamente nada malo durante la historia, se puede dar el caso de que estos sean liberados. Y así ocurre en la cinta de Bayona. Cuando todos los dinosaurios que están encerrados en las jaulas del sótano están a punto de morir envenenados por el escape de gas que se ha producido, el personaje de Maisie decide liberarlos, pues, aunque monstruosos y peligrosos para el ser humano, también tienen derecho a vivir. Además, con este gesto la propia niña reivindica su derecho a la vida, pues, como se ha desvelado previamente, ella es un clon, y por tanto una creación de laboratorio, al igual que el resto de los dinosaurios.