Santiago Alonso


El larguísimo segmento central del documental Ta’ang transcurre en torno a una hoguera y a las conversaciones de los presentes. Con el fuego como única iluminación, la cámara recoge cuerpos y rostros anaranjados sobre el negro perpetuo de la noche. Si no fuera porque ya conocemos a estas personas y también las terribles circunstancias a las que se están viendo sometidas, el momento nos recordaría fácilmente una conducta propia de cualquier pueblo nómada o el descanso protagonizado por aventureros que se dirigen a un ansiado destino. Porque su nomadismo es impuesto. La pantalla nos está mostrando la capacidad de un refugiado para activar el instinto de supervivencia en grupo, usando los pocos recursos a su alcance (unas maderas para quemar, la cercanía de los cuerpos, la conversación) con el fin de resistir durante un camino incierto.

Previamente a este descanso el director chino Wang Bing nos ha plantado en medio del caos. Lo ha hecho de manera abrupta desde el inicio mismo de Ta’ang. Sólo una sucinta nota que contextualiza los hechos precede a la primera imagen: los espectadores estamos ya dentro de un éxodo. Tenemos mucha gente a izquierda y derecha, en pequeños grupos o por separado, desperdigada a lo largo y ancho de un espacio abierto; sentados algunos sin saber muy bien qué hacer, otros que deambulan y unos pocos que intentan improvisar un techo con cañas y plásticos. Dentro del mismo escenario del drama conviven la violencia, la incertidumbre, la desorientación y los juegos de los más pequeños, quienes se mueven, inocentes, de un lado para otro de esta dimensión distorsionada.

De entre todos los recientes dramas humanitarios, ¿a cuál de ellos asistimos? Su origen está en una de las tantas guerras que no merecen la atención mediática global. Desde hace décadas Birmania vive un panorama interminable de conflictos armados entre el gobierno y las diferentes minorías. Se dan terribles persecuciones, como la que sufren ahora los rohingyas en el oeste del país, que alcanza ya la categoría de genocidio. La zona de Kokang, al este, es también otro foco particularmente activo a causa de la lucha por el control de los cultivos de droga. Allí el grupo étnico mayoritario tiene raíces han y una parte de su población huyó hacia la frontera con China por la ofensiva militar birmana de 2015. Se calcula que entre 30.000 y 50.000 personas abandonaron sus casas. 

¿Y quién es Wang Bing, el realizador que fue a buscar con su cámara a los desplazados de Kokang? Uno de los documentalistas independientes más reputados de los últimos años, autor de una quincena de largometrajes, pero, ¡ay!, también un semidesconocido en España, pese a que sus trabajos lleguen habitualmente a festivales internacionales. El estreno de Ta’ang, su antepenúltima obra, en la plataforma Filmin es, por tanto, una gran noticia. Quién sabe si será el inicio de un rescate que traiga también otros títulos como Three Sisters (2012), o aquel del que se dice que es el más impresionante hasta la fecha, ‘Till Madness Do Us Part (2013), un relato sobre las condiciones de los manicomios en China.

Wang Bing, a menudo sin equipo detrás que lo acompañe, él solo con la cámara, concibe y realiza sus películas según estrictos parámetros observacionales. En ese sentido, se erige como un concienzudo continuador actual del cine directo, es decir, la práctica documental nacida a finales de los años cincuenta que propugnaba un estilo de filmación lo más espontáneo posible, siguiendo un ideal de cine más o menos puro. Hablamos de autores como Frederick Wiseman, uno de los más destacados de dicha corriente. Al igual que el neoyorquino –responsable, recordemos, de títulos capitales como Titicut Follies (1967), Central Park (1990) o Art Berkeley (2013)– el director chino asume los postulados de la filmación sin intervención alguna, el “estar allí” nada más, para crear una estructura a modo de mosaico durante la fase de montaje y completar películas con duraciones que sobrepasan fácilmente las dos horas, tres o más.

Sin embargo, también existen diferencias respecto a las maneras y propósitos de Wiseman. Tal y como contó el mismo Wang Bing al crítico M. Martí Freixas en una entrevista para la estupenda revista online Blogs&Docs, este documentalista pasa primero mucho tiempo en los lugares y ambientes que grabará después, facilitando así que se genere un fuerte lazo con aquellos a quienes va a filmar. Porque, mientras el norteamericano se aproxima al espacio en sí, a las relaciones sociales que allí se desarrollan, el objetivo del chino son los individuos. Siempre busca una conexión con ellos y sus historias.

Cabe intuir que la regla del extenso contacto previo no ha podido cumplirse en el caso de Ta’ang, debido a la urgencia marcada por los acontecimientos: la cámara salió al encuentro de los miles de refugiados que se esparcían a lo largo de la frontera entre Kokang y territorio chino, y compartió con ellos un espacio incierto. Pese a esta circunstancia, todas y cada una de las imágenes muestran una profunda sensibilidad hacia las personas, sobre todo mujeres y niños, que aparecen por separado o formando pequeños grupos a la desbandada. Comen, caminan, se sientan y conversan. A menudo comentan las circunstancias de su huida y siempre recuerdan a los familiares que han quedado atrás o hablan por teléfono con aquellos con los que mantienen contacto; pese a todo, a veces ríen por cualquier gracia que haya soltado alguien. Wang Bing se introduce allí. Lo hace sin forzar nada, integrándose. Por eso la cámara permanece casi siempre en la misma posición y el objetivo recorre el espacio que tiene delante, hasta sus límites, girando a izquierda o derecha sin desplazarse de su eje, deteniéndose a veces en el punto del horizonte hacia el que se dirige quien antes estaba en primer plano. El documentalista no necesita moverse para buscar la realidad porque ya está dentro de ella.

Debido a sus características formales, el cine directo constituye de inicio una propuesta altamente exigente para el espectador, pero depara estimulantes sorpresas y asume una conciencia ética no siempre presente en el género documental, amén de abrir siempre una reflexión teórica sobre el mismo. Ver un buen documental observacional proporciona una experiencia con una carga humanista muy viva, única. Que sintamos una inmersión tan natural en lo real, sin apenas percibir la irrupción dentro del espacio profílmico, es el gran logro obtenido por Wang Bing con su práctica cinematográfica. Con Ta’ang retrata a los desplazados de Kokang, pero las sensaciones que nos suscitan las escenas valen para sentir a todos los refugiados del mundo.


El documental T’ANG de Wang Bing está disponible en Filmin



 

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.