Campos de concentración como iconos pop


Siempre ha sido turbia la idea de visitar aquellos lugares en los que se han acometido masacres. Entre el morbo, la relevancia mediática y las ganas de conocer el pasado que generan, estos espacios se han convertido en siniestros puntos de referencia turística, ante los que habría que plantearse cuál es la manera adecuada de visitarlos. No es una cuestión de protocolo, sino de conciencia: los muertos siguen estando muertos, y nuestras actitudes poco les afectarán. La clave del asunto reside en saber dónde estamos y, especialmente, qué buscamos. El dilema, por tanto, no es con los que sufrieron el calvario, sino con nosotros mismos.

Esta reflexión es la semilla de la que ha germinado Austerlitz (2016), documental del bielorruso Sergei Loznitsa en el que plasma cómo se comporta la gente al visitar los campos de concentración de la Alemania nazi. Como es habitual en su cine, el director prescinde de toda voz en off y se vale exclusivamente de la capacidad que tienen las imágenes para hablar sin palabras. En un pulcro blanco y negro y sin menor explicación, sin recurrir ni siquiera a intertítulos que pongan en situación al público, Loznitsa enfatiza la idea de pausada observación y reflexión al recurrir al plano fijo, con el que retrata los diferentes espacios de estos recintos y cómo las masas de turistas se relacionan con ellos -el ejemplo más paradigmático es aquel en el que una mujer decide que es buena idea fotografiarse tras una verja en la que aparece escrita la famosa frase «Arbeit macht frei» («el trabajo os hará libres»), simulando que está prisionera.

La vía más evidente para abordar esta propuesta es la de la visión moral, esa que censura la frívola decisión de visitar un campo de concentración como si de un parque de atracciones se tratara. El documental deja atrás cualquier grosor expositivo y, aunque ponga en entredicho que esta sea la manera más adecuada de visitar los campos de concentración, no enfatiza ninguna de las ideas de fondo que propone, como si aspirara a ser un retrato carente de ideología. No es que dicha frivolidad no se manifieste -es más, está presente en cada plano-, pero Loznitsa prefiere que la reflexión se genere en la mente de cada espectador, como una manera de abrir todavía más el debate acerca de un tema tan espinoso como el que aborda. Una afortunada decisión que evita la tentación de limitarse a indicar lo inmoral que es entrar a una cámara de gas exclusivamente para hacerse un selfie.


austerlitz crítica sergei loznitsa atlántida film fest


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AUSTERLITZ

Dirección: Sergei Loznitsa.

Género: Documental. Alemania, 2016.

Duración: 94 minutos.

 

 

 


Fotografías: Atlántida Film Fest


 

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