Retrato de un amor intacto
El tímido e introvertido Stephen Dedalus funciona como álter ego de James Joyce en Retrato del artista adolescente (1916) y Ulises (1922). Al igual que el escritor irlandés, de cuyas novelas toma Arnaud Desplechin el nombre para su particular Antoine Doinel, el cineasta francés regresa de nuevo a la historia de Paul Dédalus en la que se podría interpretar como una precuela de su Comment je me suis disputé…(ma vie sexualle) de 1996, donde relataba la agitada vida de treintañero de este mismo personaje. La figura de Paul Dédalus también está presente en su celebrada Un cuento de Navidad (2008), aunque en esta no sigue la historia creada en Comment je me suis disputé…(ma vie sexualle) y continuada ahora. En Tres recuerdos de mi juventud Paul es un hombre de mediana edad que, al volver a su Francia natal, rememora su infancia y adolescencia haciendo una sobrecogedora reflexión sobre la identidad.
El octavo largometraje del director francés tiene como punto de partida esos dos o tres recuerdos que a lo largo de una vida se mantienen imborrables, y a los que uno acude cada cierto tiempo. En el caso de Paul, interpretado de nuevo por Mathieu Amalric en su versión adulta y por el debutante Quentin Dolmaire como adolescente, estos recuerdos son la difícil relación con su madre durante su infancia, una arriesgada aventura juvenil en Minsk y su crucial relación amorosa con Esther, personaje que también aparecía en la mencionada Comment je me suis disputé…(ma vie sexualle). Narrativamente son evidentes las semejanzas con sus anteriores películas tanto en su estructura episódica como en alguno de los recursos que emprendía en aquellas y que desarrolla con autoridad en esta: la fragmentación de la pantalla, el uso de máscaras circulares para representar los flashbacks, la concisa voz en off explicativa o la escenificación de la lectura de cartas con los actores recitándolas a cámara.
Los tres capítulos que conforman la obra mantienen una reconfortante espontaneidad narrativa, siendo el último, el dedicado a Esther, el que ocupa la mayor parte e importancia del relato. Esther es directa, desagradable pero extremadamente sensible, y en sus contradicciones destaca la asombrosa naturalidad de la interpretación de la también debutante Lou Roy-Lecollinet. Para Esther, Paul es la primera persona que la ve tal como es. Para Paul, Esther es su único punto de referencia. Ambos se ven sumidos en un amor apasionado y febril, un amor demasiado grande del que nunca podrán recuperarse.
En esta íntima y emocionante crónica resuena el eco de François Truffaut, gracias a una dirección alegre y directa llena de referencias personales. Como en sus anteriores obras, Desplechin utiliza formas fílmicas de la Novuelle Vague que complementa con su aproximación literaria y su libertad narrativa. La cámara se desliza en la frontera entre el registro realista que avala la mayor parte de la obra y los destellos líricos que crean imágenes inolvidables. Ese vínculo entre la poesía y la realidad ilumina ciertos rincones del alma a los que pocas veces llega una obra cinematográfica.


TRES RECUERDOS DE MI JUVENTUD
Dirección: Arnaud Desplechin
Guión: Arnaud Desplechin y Julie Peyr
Intérpretes: Mathieu Amalric, Quentin Dolmaire, Lou Roy-Lecollinet
Género: Drama. Francia, 2015
Duración: 123 minutos
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Comunicadora audiovisual en muchas de las vertientes que eso implica aunque, en especial, en la edición y postproducción. Master en cine español, estudiante de filología inglesa y administradora de un grupo de traducción de manga. Colaboradora como crítica de cine en Cinespagne e Insertos. Apasionada del cine, de la música, de las series, del anime y de las croquetas, al parecer me gusta que me cuenten historias.