El pasado viernes llegó a nuestras carteleras la primera gran producción española de 2016, Cien años de perdón, con el apoyo de todo un mastodonte comercial detrás como Mediaset. La película, número 1 en taquilla en su primer fin de semana batiendo a rivales tan duros como Deadpool o El renacido,  supone la primera colaboración entre dos figuras clave del cine patrio contemporáneo, el director Daniel Calparsoro y el guionista Jorge Guerricaechevarría.

Antes de la rueda de prensa de presentación en el Hotel Urso de Madrid, INSERTOS tuvo la oportunidad de charlar durante un rato con Guerricaechevarría. Dado a conocer en los años noventa por sus radicales primeros trabajos junto a Álex de la Iglesia, un soplo de aire fresco que abría toda una nueva etapa en el cine español, el guionista es hoy uno de nuestros nombres de referencia. Además de sus colaboraciones con el director bilbaíno, ya es también un clásico moderno la dupla que conforma junto a Daniel Monzón, con quien logró en 2009 su Goya por Celda 211.

 

¿Cómo surge el proyecto de Cien años de perdón?

Surge a iniciativa de los productores, que nos llaman a Dani [Calparsoro] y a mí para proponernos hacer una película sobre un atraco. Su idea es que busquemos algo que refleje un poco la situación actual, el marco político. Y nosotros aceptamos: ¿a quién no le apetece hacer una película de atracos? A mí me encantan. Heat (Michael Mann, 1995) es una de mis películas favoritas. Siempre tienes esa tensión, quizá por el hecho de que hay una planificación muy meticulosa, aparte de la historia de robar a los que tienen más… Es muy fácil estar a favor de los atracadores. Y a partir de ahí, empezamos a pensar qué atraco podíamos hacer. Nos llevó un año dar con la idea que queríamos, que nos pareciese que merecía la pena hacer, el qué pasaría si un político hubiera escondido algo en un banco donde se produce esta situación.

¿En qué se ha diferenciado el trabajo con Daniel Calparsoro respecto a otros habituales suyos, como Daniel Monzón o Álex de la Iglesia?

Respecto a Daniel Monzón o a Álex, que escribimos mano a mano los guiones. En este caso lo he escrito yo solo, el trabajo que tenido con Calparsoro se ha basado en ir discutiendo las cosas, proponerle opciones y desarrollar. En cualquier caso, sea mano a mano o en solitario, siempre prefiero trabajar muy de cerca con los directores y debatirlo todo con ellos para tener claro que estamos en el mismo camino; no llevarles algo que haya preparado yo en mi casa sin hablarlo, que ellos tengan que aceptar y desmontar. Así que aquí hemos ido en esa línea, él me ha dado ideas y me ha apoyado a mí en otras. Lo que intento con todos los directores es ir a favor de ellos, de sus características, sus intereses, sus puntos fuertes, porque al final quienes lo van a llevar a la práctica son ellos. Si no conectas con el director, si no estás en la misma onda que él, el trabajo se va a malograr.

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Sus películas siempre tienen mucho que ver con el momento político. ¿Es algo deliberado, va surgiendo con naturalidad durante la escritura…?

Normalmente va surgiendo, pero en este caso sí se trataba de algo premeditado. Desde el principio había esa intención de utilizar el marco actual, era propicio por todas partes, tenía muchas posibilidades. Todo lo que ha pasado con los bancos, toda la corrupción política… Son elementos que están ahí y no tenía sentido no utilizarlos. Pero, por otro lado, todo lo que tienes alrededor y lo que vives impregna inevitablemente lo que estás escribiendo.

Sin embargo, El Día de la Bestia (1995), Muertos de risa (1999) o Mi gran noche (2015), por citar tres de sus trabajos más destacados con Álex de la Iglesia, funcionan como perfectas alegorías políticas. ¿No obedece esto a un plan inicial?

Prefiero no partir de la idea de una alegoría, sino que sea después cuando lo analices y tenga ese valor. Me parece que la historia debe guiarse o partir de unas motivaciones dramáticas, y que lo otro sea más una consecuencia que una causa. Si te centras tanto desde el comienzo en intentar dar un mensaje o hacer una alegoría, se puede acabar haciendo tan evidente que la gente lo rechace, que piense que le estás vendiendo una moto. Creo que debe ser una percepción propia, una conclusión que algunos saquen y otros no, sin imponerla.

Decía el crítico Jordi Costa que Álex de la Iglesia y usted parecían tener una dinámica al estilo de Eros y Tánatos, él como agente del caos, usted poniendo un poco de orden…

 [Risas.] Bueno, no necesariamente siempre es así. A veces ocurre al revés.

A día de hoy, con los conflictos de libertad de expresión que estamos viviendo, ¿hubiera sido posible hacer El Día de la Bestia sin un par de toques de la Fiscalía?

No lo sé… Me gustaría pensar que no tendríamos ese problema, pero visto lo visto… Desde luego, en el mundo de las marionetas no me voy a meter porque, al parecer, es muy peligroso [Risas.]. Eso lo tengo ya cerrado para mí. Es muy surrealista lo que está pasando, surrealista y hasta divertido. Podría hacerse una película de género social sobre las marionetas con todo lo que ha ocurrido. Esas discusiones: “A ver, ¿a la monja la violan? ¿Era el casero que la quería echar? ¿Y qué pasa con la bruja?”. De pronto los fiscales teniendo que analizar esa obra. 

[Nota: Guerricaechevarría hace referencia aquí a la detención el mes pasado de dos titiriteros por representar en Madrid una sátira política con marionetas, acusados por la Fiscalía de la Audiencia Nacional de enaltecimiento del terrorismo.

Basada además en una de Lorca.

Sí, fiscales estudiando lo que quería decir Lorca, Benavente Me gusta toda la parte surrealista que esto encierra. Lo que no me gusta es lo que esconde detrás. 

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Pasando a otra polémica, ¿qué opina de que no dejaran pasar por la alfombra roja a los guionistas en la última gala de los Goya? ¿Está tan maltratada la profesión en España?

Yo no me puedo quejar, pero así es. Sobre todo económicamente, en ese aspecto es en el que está más maltratada. Lo de la alfombra es bastante significativo. ¿Por qué no vamos a entrar todos por el mismo sitio si somos creadores de la película? Me parece que es bastante lamentable tener que entrar la puerta de atrás. Por eso el día que gané el Goya, me dirigí a los guionistas directamente y les dije: “Sin vosotros, nada de esto podría ocurrir”. Las explicaciones que da la Academia sobre el photocall, sobre el interés o no interés de la gente, son absurdas. Por la alfombra pasa mucha gente que interesará o no interesará, cada uno que haga las fotos que quiera. Si paso yo, me fotografiará quien me quiera fotografiar; habrá quien me fotografíe por si acaso ya que he pasado pero no sepa quién soy, y luego lo borrará. En el mundo digital tampoco es un gasto importante. No entiendo las razones de la Academia.

Por último, ¿qué le aconsejaría a los guionistas primerizos: seguir las recetas de gente como Robert McKee o Linda Seger, seguir el instinto o una combinación de ambas?

Les aconsejaría que no se obsesionasen con las recetas, porque eso muchas veces es lo que te lleva al bloqueo. Que sigan mejor el instinto. Hemos atendido a tantas narraciones durante nuestra vida y tenemos tan interiorizados los mecanismos que, de una forma automática, eso ya está ahí. Nunca está de más chequear luego, ver si te has pasado en alguna parte, si te ha quedado demasiado largo o demasiado corto. Pero ponerte una plantilla antes de empezar a pensar me parece que no es una buena forma de pensar. 


Fotos: María Sofía Mur.

Agradecimientos a Jorge Guerricaechevarría y el departamento de prensa de Fox. 


 

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