Día 4 | Tiempo de (re)descubrimientos
La cuarta jornada del Festival de Cine Italiano fue de menos a más. Nadie duda de que, en un programa de siete días, es difícil mantener el mismo nivel de […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
La cuarta jornada del Festival de Cine Italiano fue de menos a más. Nadie duda de que, en un programa de siete días, es difícil mantener el mismo nivel de […]
La cuarta jornada del Festival de Cine Italiano fue de menos a más. Nadie duda de que, en un programa de siete días, es difícil mantener el mismo nivel de calidad, pero sorprende negativamente que nadie tuviera a mano un corto mejor para abrir la jornada que Il circo degli artista addormentati (Italo Sabetta, 2015), trabajo más propio de un fin de curso (de primer curso) en una escuela de cine que de un certamen. El propósito con el que parece articularse es reivindicar el mundo de la imaginación infantil –a través de una leyenda que una madre le cuenta a su hijo, sobre un circo mágico–, pero la poca maña con la que se ha acometido su montaje, con un fundido a negro por minuto, y el pobrísimo servicio que su estática planificación hace a una dirección artística tampoco especialmente inspirada, cuya concepción de lo onírico se basa en los saltimbanquis que piden dinero en los pasos de cebra, dejan la imaginación de su responsable en bastante mal lugar.
El documental a concurso La poesia spezzata (Mary Mirka Milo, 2014) asume la misión de dar a conocer la vida y obra de la poeta polaca Zuzanna Ginczanca, asesinada por los nazis en 1944 después de que la portera del bloque en el que vivía, en busca de recompensa, delatara su origen judío. El retrato que ofrece de su vida es bastante completo, administrando muy bien su escaso tiempo de duración (poco más de cincuenta minutos) para definir el contexto histórico y también profundizar en el universo de la autora, con notables curiosidades como su vinculación al grupo Skamander. Algunas decisiones, principalmente la de traducir los poemas de su lengua original en lugar de solo subtitularlos, o doblar a personajes que vivieron aquellos días cuya voz –lógicamente, por lo emocionante de su testimonio– hubiera sido importante oír, empañan la labor de la documentalista, así como una ejecución bastante rústica que, por su estética y su horrible música, recuerdan al peor Canal Historia; si bien el tema sobre el que se asienta, el de la sensibilidad abocada irremediablemente al exterminio, tiene la fuerza suficiente como para no considerarlo tiempo perdido.
Las hijas del legendario cineasta Ettore Scola rinden homenaje a su padre en el divertido documental Ridendo e scherzando (Paola y Silvia Scola, 2015), donde el autor de clásicos del cine italiano como Una jornada particular (1977) se sienta en una butaca de cine a diseccionar su obra con un entrevistador muy consciente (y justificadamente temeroso), por otro lado, de la alergia del invitado a estas pláticas. De aparente carácter liviano, en apenas una hora y veinte la película consigue ofrecer un mosaico muy rico de las inquietudes y la visión de su figura. No podría esperarse menos de personas que llevan su misma carga genética, pero el mérito es innegable por el buen tono conseguido, la ausencia de un discurso premeditado (la película no busca otorgar un valor extra, ni revelar un lado increíblemente inédito de Ettore Scola, sino exponer y hacer balance de su trabajo) y la inteligencia de su estructura, a partir de fragmentos de su filmografía. Su fantástico equilibrio le otorga interés tanto de jugoso anexo para admiradores como de muy amena carta de presentación para próximas generaciones.
Los recientes acontecimientos en Túnez impidieron que el director Piero Messina, que se encontraba allí, viniera a Madrid a presentar su ópera prima, L’atessa (2015). En su lugar, mandó un vídeo disculpándose y recordando su trayectoria anterior por el Festival, que proyectó y premió dos de sus cortos en anteriores ediciones. No se puede decir que su primer largometraje tenga muchos defectos de principiante, al menos en la realización: lejanamente inspirada en el libreto de Pirandelli La vida que te di (1923), donde una madre se niega a aceptar la muerte de su hijo y hace creer a su novia (nuera) que seguía con vida, Messina lleva a cabo toda una demostración de poderío formal construyendo su relato casi al completo desde su sugerente puesta en escena, donde a partir de la iconografía del calvario cristiano pone en imágenes el sufrimiento de una progenitora (inconmensurable Juliette Binoche, como siempre) obcecada en envasar al vacío el paso de su vástago por el mundo no tocando nada, ni siquiera la relación sentimental que éste mantenía con una chica francesa, que llega ahora de vacaciones a visitarle. Es la dramaturgia lo que resulta más cuestionable, pues parece que al director le interesa mucho más lo puramente simbólico que la historia en sí misma, y, en una película con tanta tragedia en su interior, la frialdad que finalmente acaba transmitiendo desconcierta. Un trabajo seguramente a revisar, y un debut, en cualquier caso, que deja intuir a un futuro gran autor.
Web del FESTIVAL DE CINE ITALIANO DE MADRID