Arrebato y desconcierto

Santiago Alonso


Nos encontramos en la China de finales del siglo IX, durante la dinastía Tang, una época de política convulsa y de enfrentamientos continuos por el poder. Reina la quietud de la noche. Una dama se retira a sus aposentos, acompañada por sus doncellas, tras la fiesta que ha dado. Atraviesa un corredor de su casa señorial y, de repente, se detiene. Algo sucede. Es víctima de una hechicería que le ha lanzado el bando que se enfrenta a su marido y ella se sujeta a un pilar mientras que su cuerpo comienza a desintegrarse. Todo se cuenta con un plano, sin agitaciones ni montaje. Aparece la asesina del título de la película, una guerrera letal a quien todos temen, aparta a la señora del pilar y la salva. La guardia y el señor acuden al lugar para atacar a la intrusa, a quien creen responsable del suceso. La lucha tiene lugar en un estricto fuera de campo porque la cámara permanece con el marido, que está arrodillado y abraza a su esposa. La mujer se ha librado de la muerte. Ya está, así se ha rodado de acción.

Si hubiera que extraer una escena que ejemplificara la diferencia entre la aproximación de Hou Hsiao-Hsien al género wuxia y las llevadas a cabo por otros realizadores contemporáneos suyos del ámbito cultural chino, bien podría la anteriormente descrita constituir una muestra más que reveladora. O visto desde la perspectiva opuesta, dentro de un análisis comparativo, constituiría en realidad casi el único nexo en común, pese a las grandes diferencias formales, con lo visto en los títulos que Zhang Yimou, Chen Kaige, Ang Lee o Wong Kar-wai han rodado en algún momento durante sus respectivas carreras, cada uno a su manera, con el objetivo de reelaborar las narraciones fantásticas de caballeros y espadas que disfrutaron durante la infancia. Porque Hou Hsiao-Hsien no sólo rueda de este modo las escenas de lucha, sino que es muy evidente que este tipo de escenas son las menos; por no decir que hay dos o tres tan solo durante todo el metraje, y que, en definitiva, The Assassin está compuesta fílmicamente por voluntades y maneras muy distintas a las exhibidas por quienes dirigieron Tigre y dragón, La casa de las dagas voladoras y otras similares.

El autor de Three Times y El maestro de marionetas se propone despojar a la obra de los recorridos narrativos que normalmente estructuran y dan cuerpo a este tipo de relatos, hasta reducirla a su esencia, para después, tras un vaciado concienzudo, explorar todas las posibilidades expresivas que pueden surgir a partir de una desconcertante operación: hacer avanzar el relato casi exclusivamente mediante la palabra dicha por los personajes que aparecen en pantalla, mientras que las imágenes entran en comunión con las sensaciones plásticas y los arrebatos de placer estético, a veces producto del paisaje, a veces de la suntuosidad de los objetos, las telas o las decoraciones arquitectónicas.

Los efectos de este contraste colocan al espectador ante un reto. Este quedará abrumado ante la hermosura desplegada y ante el impacto que generan el paisajismo y las texturas de las distintas superficies mostradas en pantalla, pero también perplejo, demasiado perplejo. Aunque la magia se ha creado y brilla un temblor entre cortinajes o el ritmo de lo que acontece en la naturaleza se muestra maravillosamente mediante juegos de perspectivas que remarcan o camuflan los posibles puntos fijos de quien mira las imágenes hay un interrogante que se afianza, resultando cada vez más incómodo según transcurre la película. Si el objetivo de Hsiao-Hsien es instalarse en la poesía, interesándole bien poco la narración, salvo cuando los azares de su protagonista le sirven para elevar un sentido canto pacifista, ¿por qué ese empeño en ofrecer minutos y más minutos con diálogos y parlamentos prosaicos y monocordes, a rebosar de nombres, personajes y subtramas que contribuyen a la falta de claridad y que alteran la contemplación? ¿Funciona el conjunto? ¿Funciona la cohesión? Dicho de otro modo: efectuando el parangón con la pintura clásica china, que concertaba para disfrute del observador la poesía, la pintura y la caligrafía, cabría preguntarse si siempre The Assassin obtiene una armonía deseable entre los diferentes lenguajes que aúna en su filme.


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THE ASSASSIN

Dirección. Hou Hsiao-hsien.

Intérpretes: Qi Shu, Chen Chang, Satoshi Tsumabuki, Shao-Huai Chang, Nikki Hsin-Ying Hsieh, Ethan Juan, Zhen Yu Lei, Fang Mei, Dahong Ni, Fang-yi Sheu.

Género: drama. Taiwán, 2015.

Duración: 105 minutos.

 

 


 

 

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