«Mi película podría causar malestar y vergüenza en Brasil» El pasado viernes 19, INSERTOS tuvo la oportunidad de participar en una roundtable para medios online con la directora Anna Muylaert, que […]
«Mi película podría causar malestar y vergüenza en Brasil»
El pasado viernes 19, INSERTOS tuvo la oportunidad de participar en una roundtable para medios online con la directora Anna Muylaert, que vino a España para presentar su película Una segunda madre. Lo apretado de su agenda tanto ese día como el anterior imposibilitó que contáramos con los minutos suficientes para poder hacer tantas preguntas como nos hubiese gustado, si bien la directora, al término del encuentro, tuvo la enorme e inusitada generosidad de darnos su correo electrónico para poder satisfacer las dudas que se nos quedaron en el tintero.
La siguiente transcripción recoge algunas de las respuestas dadas en la roundtable y las ofrecidas también posteriormente a este medio de manera exclusiva vía e-mail. El vasto y jugoso material obtenido da buena cuenta de la voluntariosa actitud de la directora, a quien la limitación de tiempo no impidió profundizar en aspectos clave de su último trabajo.
Antes de nada, Anna, enhorabuena por la película. Me ha sorprendido mucho lo meditada que está la puesta en escena: por ejemplo, me llama la atención que te muestras muy distante con la familia burguesa al principio, hasta que de pronto Jessica [la hija de la criada] les dice que va a entrar en la FAU (Facultad de Arquitectura y Urbanismo) e introduces el primer plano. ¿Cómo conformas esa caligrafía visual: por intuición, sigues algún modelo…?
Intento hacer algo que yo llamo demo-films, basado en la idea de las demo-tapes, que los músicos grababan en un día. Se trata de rodar en poco tiempo, porque cuando estás grabando con esa presión, y la del dinero, y la de cien personas alrededor, es difícil conectar con tu trabajo. Así que me voy con los actores, hago antes la película con ellos e investigo a la vez cuál sería elplano o el punto de vista adecuado; por ejemplo, el salón, que se muestra desde la cocina, detrás del frigorífico, nunca en su totalidad. Una película que me inspiró para llevar a cabo este planteamiento fue El custodio, de Rodrigo Moreno, donde trabajó mi misma directora de fotografía: es un guardaespaldas del ministro al que la cámara sigue continuamente, pero cuando llega al despacho la puerta se cierra, la cámara se queda fuera y no te enteras de lo que está ocurriendo. Es igual aquí antes de la llegada de Jessica, la cámara es muy política, la realidad no se muestra en su totalidad hasta que se conquista un nuevo punto de vista, revelando lo patético de la situación.
Brasil ha experimentado un gran desarrollo en la última década. Tu película tiene una clara temática de lucha de clases: ¿crees que la historia que cuentas sería un caso marginal, o percibes que existe todavía un grupo de gente poderosa que contempla con malos ojos el avance de la clase trabajadora?
Sin duda. Esa estructura viene del período colonial, de todo el período de esclavitud, y nunca se ha cerrado. Aunque en Estados Unidos haya habido un racismo tal vez incluso mayor, ha existido un contrarracismo muy fuerte que ha hecho posible combatirlo. En Brasil, en cambio, ese racismo ha coexistido con la desigualdad social, del mismo modo que la mayoría de personas negras son pobres, y esto se ha disfrazado y ha sido más difícil enfrentarlo. Existen unas reglas de cortesía (el beso a la patrona…) que aún sobreviven a todo este pasado. En Brasil mi película podría causar bastante malestar y vergüenza. No se habla de las reglas, pero crea malestar porque algunos espectadores ven reflejada en ella actos de su vida cotidiana. Ha habido pocos pases, pero en uno de ellos una amiga, al acabar, me dijo: “Tu película es buenísima, pero me voy corriendo a casa porque necesito hablar con María [su criada]”.
Brasil, además, siempre ha estado gobernada por ricos. Los presidentes han pertenecido a la clase alta, aunque fueran de izquierdas, como es el caso de Fernando Henrique Cardoso. Esto cambia con la llegada de Lula [Da Silva], cuando por primera vez la clase baja alcanza el poder. Si bien tampoco se pueden hacer milagros, él lleva a cabo muchos cambios, mejora la autopercepción de los brasileños, intenta acabar con el hambre a través del programa Hambre Cero, y sobre todo consigue crear un sentimiento de ciudadanía. El personaje de Jessica podría ser el retrato de ese cambio, aunque también hay en ella algo de utopía.
¿Cómo ha sido dirigir a una actriz con la energía y la trayectoria de Regina Casé?
Por un lado, fue muy fácil porque ella es muy creativa y entendió realmente bien el personaje. Tuve momentos de auténtica felicidad monitorizándola desde el combo. Por otro, fue bastante difícil porque –al ser una importante estrella– no le hacía mucha ilusión estar en Sao Paulo durante el verano, en vez de estar en la playa con sus amigas. Debido a ello, a veces fue verdaderamente dura conmigo.
Describes con mucha ternura al personaje de la criada, ¿ha habido alguna persona que te haya inspirado para crearlo, tuviste quizá alguna figura así en tu infancia?
Sí, tuvimos una asistenta en casa de mi madre durante más de treinta años. Yo no estaba tan unida a ella como mi hermana pequeña, pero me dio de desayunar, comer y cenar durante toda mi etapa de estudiante. Su nombre es Dagmar. Puedes verla en la foto.
Anna Muylaert nos adjunta en su respuesta esta imagen de su asistenta, Dagmar.
La película ha sido un éxito en Sundance, donde ganó el Premio del Jurado. ¿Te has planteado o te han ofrecido ya rodar en Hollywood?
No, nunca he pensado en rodar en Hollywood porque no me gusta el tipo de películas que se hacen allí, y no creo que les gustase el tipo de películas que yo dirijo (si bien lo cierto es que llegué a vender mis dos películas anteriores para unos proyectos de remakes, aunque nunca se realizaron). Con esto no quiero decir que a mí no me interesase trabajar en Estados Unidos, pero siempre con productores independientes. Eso podría estar bien, tienen buena gente trabajando allí.
Graduado en Periodismo, estudiante de Comunicación Audiovisual, y, a pequeña escala, director y guionista de cine. Escribí en La Gaceta del Kinántropo. Cantar en un grupo de punk y rodar un cortometraje de kung-fu donde un caballo explotaba pasa por ser, de momento, lo más reseñable de mi vida.