Irene Bullock


En estos tiempos difíciles para las salas de cine, conviene recordar su magia. Así que convertirse por un día en Danny (Austin O’Brien), ese niño cinéfilo que disfruta a lo grande de las películas de su héroe favorito, Jack Slater (Arnold Schwarzenegger), es un acto de rebeldía y de reivindicación de las salas. Porque Danny adora ir a ese refugio especial, desconectar de la realidad que le rodea y sumergirse en historias ajenas. Danny vive el cine como celebración y aventura, con pasión. Y no concibe un lugar mejor que una enorme sala con una pantalla gigante. Convertirse en Danny supone volver a vivir esa emoción de cuando éramos niños y nos decían que íbamos a salir de casa para ir a ver una película de aventuras.

El último gran héroe (Last Action Hero, Estados Unidos, 1993), de John McTiernan, habla también de esas grandes salas de cine analógicas que han ido desapareciendo desde los noventa hasta la actualidad por distintos motivos (cambios en la industria cinematográfica, el salto digital, los distintos formatos y dispositivos para acceder al cine —televisión, vídeos, deuvedés, Blu-rays, plataformas, ordenadores, móviles, iPads—, la velocidad de los cambios tecnológicos, especulación inmobiliaria…) y que han transformado a los espectadores de la sala de cine en unos románticos que quieren seguir compartiendo con otros la experiencia de ver películas en pantalla grande. Nunca ha cobrado más sentido la frase de «el cine en el cine» que en la actualidad.

De hecho, el protagonista, en esos noventa donde las salas compiten con la televisión y los videoclubs, admira a su héroe en una sala de barrio que está al borde del cierre. Un espacio deteriorado y destartalado, vacío, que muestra en su arquitectura decadente que vivió tiempos mejores. Como no puede ser de otra manera, el mejor amigo de Danny es un anciano proyeccionista, Nick (Robert Prosky), que lleva toda la vida trabajando en ese lugar. Empezó como portero y ascendió a proyeccionista. Es otro cinéfilo empedernido.

Nick es el que tiene en su poder «el pasaporte para otro mundo», una entrada de cine dorada que le regaló ni más ni menos que el mago Harry Houdini hace muchos años, y que él nunca hasta ahora ha utilizado. Rompe la entrada y le da la mitad a Danny, imitando ese acto tan común  que se veía en las salas de antaño. A partir de ese momento, el niño se verá transportado al mundo de su héroe, Jack Slater. Es decir, salta a la pantalla y forma parte de una de esas películas de acción que le fascinan y de las que conoce todos sus mecanismos. Con un recurso tan sencillo, este largometraje une el cine con lo mágico.

 Una carta de amor al cine

Curiosamente en su día la película fue un estrepitoso fracaso. A nadie le llegó esa carta de amor al cine, ni a los espectadores ni a los críticos. No  funcionó  que Arnold Schwarzenegger, también productor de la película, se convirtiera no solo en un héroe de acción pirandelliano, sino que se riera de sí mismo; precisamente de esa imagen de tipo duro que soluciona conflictos con pocas palabras y mucha pirotecnia. Ni que al frente del proyecto estuviese el director de cine de acción por antonomasia en aquellos momentos, John McTiernan, que estaba detrás de éxitos como Depredador, La jungla de cristal y La caza del Octubre rojo. Esta versión de La rosa púrpura de El Cairo con heavy metal y hard rock de fondo no caló cuando se estrenó.

El último gran héroe es, sin embargo, un homenaje continuo al cine y a su poder para transmitir emociones y conocimientos sobre la vida. Y esto último se ilustra con una secuencia impagable con la profesora del colegio de Danny (Joan Plowright). Esta trata de generar pasión por Hamlet con ayuda del lenguaje audiovisual, explicando a sus alumnos que pueden entenderlo como uno de esos héroes de acción que tanto admiran, y les proyecta en clase la película de Laurence Olivier. El niño no conecta con el actor británico ni con su héroe reflexivo, y lo que hace a través de su imaginación es convertir Hamlet en una película de acción protagonizada por su héroe, Slater. Pero, vamos, no falta ni su particular versión del monólogo «Ser o no ser» a lo Schwarzenegger… No obstante, la profesora ha logrado que el universo shakesperiano se cuele de alguna manera en la mente de un niño inquieto.

Como la saga Scream (1996) o La cabaña en el bosque (2012), que jugaron con éxito con el humor y los códigos de las películas de terror de adolescentes, John McTiernan hizo lo mismo años antes con las películas de acción. Danny conoce todos los ingredientes del género, y continuamente apela a ellos y trata de explicárselos al propio Jack Slater, que se muestra confuso al principio ante el poder anticipatorio  del niño. Además, la película donde Danny entra, Jack Slater IV, cuenta con un lenguaje cinematográfico que no solo identifica él, sino todos aquellos que vimos aquellas películas en los ochenta y noventa: acción más que diálogo, cine visual y de impacto, persecuciones, bombas y mucha pirotecnia, malos con gancho y personalidad propia, héroe con varios rasgos distintivos (el vestuario o las coletillas en los diálogos), presencia de bellezas femeninas con  actitud de floreros alrededor del héroe… Incluso varios de los gags funcionan porque cuentan con la complicidad de un público que conoce los mecanismos del género. Uno, muy divertido es, por ejemplo, cuando en una explosión, Danny anticipa que morirán los policías que acompañan a Slater, y no solo ocurre eso, sino que uno de ellos, que es negro, dice como última frase que le faltaban dos días para jubilarse…

Otro aspecto llamativo de El último gran héroe es que presupone que el espectador que está viendo el filme cuenta con un amplio bagaje cinematográfico (donde entran todos los géneros posibles), similar a la del niño protagonista, y que está empapado de los grandes éxitos de aquellos años. No solo se homenajean distintas películas en diferentes secuencias, sino que juega también con gags cinéfilos muy divertidos. No falta el guiño a la productora Amblin y sus grandes mitos del cine adolescente de los ochenta, como los de su título fetiche, ET, el extraterrestre. O en la película donde Danny vive su aventura hay cameos de otros personajes de ficción, como Catherine Tramell (Instinto básico), o se ve como lo más normal del mundo la presencia de un gato animado detective.

Dos de los gags más ingeniosos  reflejan precisamente eso, que el público disfruta con el cine y que forma parte de sus vidas. En uno, Danny conoce a un amigo de Jack Slater en la comisaria, John Practice, y se da cuenta de que tiene delante al actor F. Murray Abraham. Inmediatamente sospecha de él y le suelta a un alucinado Slater que no se fíe de él porque mató a Mozart, haciendo alusión a la película de Milos Forman. O cuando Danny quiere demostrar a Slater que no es otra cosa que un personaje de ficción y que están en una película, le arrastra a un videoclub para mostrarle carátulas de otras producciones de Arnold Schwarzenegger, el actor que le da vida,  y el niño descubre con consternación que en ese local de ficción el protagonista de Terminator es… ¡Sylvester Stallone!

Todo es amor al cine, a los espectadores como personas que buscan refugio en las salas. El mismo Nick, cuando descubre que la entrada mágica ha funcionado, exclama feliz que quizá pueda visitar a Greta Garbo en La dama de las camelias, pasarse por cualquiera de las películas de Jean Harlow o, incluso, entrar en Bus Stop para encontrarse con Marilyn Monroe. Pero la sorpresa cinéfila definitiva ocurre cuando el héroe es herido en el mundo real. Danny, desesperado, quiere que Slater regrese a su película porque de esta manera no morirá. Su pasaporte, esa mitad de entrada, ha salido volando por las calles de Nueva York y caído en el suelo de un cine de arte y ensayo donde están proyectando El séptimo sello de Ingmar Bergman. De la mismísima pantalla sale la muerte (Ian McKellen) que muestra su curiosidad por el mundo real, a la vez que ofrece varias inteligentes respuestas y una solución a Danny.

Por otra parte, no faltan en El último gran héroe diversos cameos que muestran a algunos actores de los años ochenta y principios de los noventa, haciendo de ellos mismos: James Belushi, Chevy Chase o Jean-Claude Van Damme. Incluso Arnold Schwarzenegger sale como él mismo con su esposa Maria Shriver, quien apenas aguanta que su marido la deje en ridículo cuando el actor se pone a promocionar sus restaurantes…

 Mundos paralelos

Jack Slater se convierte en un héroe de acción pirandelliano y existencial, sobre todo cuando es consciente de que también es un personaje ficticio. De pronto, exterioriza todas las desventajas de ser un personaje imaginario, de que sea otro el que inventa su vida y mueve los hilos. Se da cuenta de que no lleva una vida normal, no quiere meterse continuamente en líos. Es más, cuando visita el mundo real y, en un momento determinado, se encuentra frente a frente con el actor que le da vida, el propio Schwarzenegger, solo le sale una frase amarga: «No me has causado más que dolor». De pronto, descubre que no es libre y que hay muchos placeres que no puede experimentar. El único instante en que lo vemos relajado y disfrutando es cuando se pasa toda la noche hablando con la madre de Danny, una mujer de carne y hueso, absolutamente real, y no como las bellezas artificiales que habitan en su saga. Además, se emociona también al escuchar por primera vez a Mozart, y no la música heavy metal, que es la banda sonora de su película. Jack Slater se vuelve consciente de que está condenado a estar atrapado en una misma historia. Su visita al mundo real le convierte en personaje vulnerable, algo que ya le había anticipado el niño al conocerlo: «Te enseñaré a ser vulnerable y a mí me enseñarás a ser valiente»; y, además se da cuenta de que eso de ser el héroe fuera de la pantalla «tiene sus límites». Nick, el proyeccionista, trata de consolarlo diciéndole que hay cosas mucho peores que ser un personaje imaginado: el hambre, las guerras, los políticos…

Y, sin embargo, será el villano (Charles Dance) el que descubrirá el aspecto más lúgubre del mundo real: «Aquí los malos sí pueden ganar». Asombrado,  el antagonista, que también traspasa la pantalla, se da cuenta de que en los callejones de Nueva York existe la indiferencia ante la desgracia ajena, que es posible la impunidad. Él mismo se sorprende cuando un par de tipos pegan una paliza y dejan muerto entre la basura a un hombre tan solo para robarle unas zapatillas. El villano es consciente de su poder y fortaleza en la realidad, pues siente la posibilidad de hacer el mal sin ningún tipo de freno y de vencer a Slater.  

El último gran héroe es una película para ver sin prejuicios y dejarse arrastrar por Danny, ese niño cinéfilo que huye de un mundo oscuro y difícil en las calles de Nueva York entrando en una sala de cine donde echan las aventuras de su héroe favorito. Ofrece lo que promete, sin pretensión alguna. Su protagonista nos recuerda lo que es ser espectador, disfrutar durante unos minutos en una guarida segura de todo tipo de historias y convertirnos después en espectadores activos de nuestras propias vidas.



 

8 Comentarios »

  1. ¡¡Aayy, esta sí la he visto!! Me gané el billete dorado por eso, jaja. Esta era una de las películas de mi infancia aunque claramente no captaba todos los matices que señalás y que me la hacen muy apetecible. Qué ganas me han dado de volver a verla y jugar a captar todos esos guiños de cine. Me encantan esas parodias y referencias.-
    De pronto se me ocurrió que si tuviera ese billete, me gustaría caer en medio de «Arsénico por compasión» pero pensándolo bien sería una pésima idea 🤣🤣🤣.-
    Te mando un beso enorme lleno de cine.-

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  2. Amiga Bet, ¡¡¡¡una entrada dorada para ti!!! ¡Ay, «Arsénico por compasión» es tan divertida! Pero que no te vean las tías de Mortimer…, jajajaja. Dónde iría yo con ese billete dorado… Creo que según mi estado de ánimo elegiría una u otra película. Hoy, por ejemplo, no me importaría irme de paseo con Charlot y su enamorada al final de Tiempos modernos. Tranquilos los tres, hacia el horizonte…
    «El último gran héroe» es una película que apela a nuestra infancia y yo me lo he pasado muy bien viéndola ahora de adulta, la verdad. Ya me contarás cómo vives una nueva visita a la película.
    ¡Por cierto, Hildy y yo vamos a ver este fin de semana una peli que recomendaste y que nos apetece para reírnos un rato: Cliente muerto no paga (Dead Men Don’t Wear Plaid) de Carl Reiner!

    Con cariño
    Irene Bullock

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  3. Bienvenido, amigo Antonio
    Gracias por pasarte.
    ¡Efectivamente, es una película divertida y para pasar un muy buen rato!
    Me parece un estupendo plan volver a verla con tus hijos.
    Seguro que la disfrutan.
    No hace mucho la vieron mis sobrinas y se lo pasaron genial.
    Y creo que tiene un poder muy bonito: iniciar en el arte de ver cine, de entender el lenguaje cinematográfico y comprender la magia y atracción que nos provocan las películas.

    Con cariño
    Irene Bullock

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  4. Hola Irene
    No sé que da mas miedo; el pistolón de la derecha, esos cartuchos de dinamita tan comiqueros de la izquierda… o ese pirandelliano «tatuado» en la camiseta roja.
    Yo no la recuerdo como un fracaso de taquilla, y mira que Arny lo intentó de verás con aquellas joyas -bodrios que dice mi tocayo- que perpetró con I.Reitman, léase Poli de Guardería y Los Gemelos Golpean dos Veces.
    A mi esta peli siempre me pareció que volaba en la estela que había dejado la pareja formada por Indy y Tapón en una de las de Indiana Jones.
    El último gran héroe o, como se decía en los viejos tiempos: Diversión Garantizada.
    Un saludo, Manuel.

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  5. Ah, jaja, qué ganas de estar allí para ese visionado de la película de Reiner. Tal vez vuelva a verla también, porque acabo de revisitar Double Indemnity y esa es una de las pelis homenajeadas en aquélla. ¡Disfruten mucho de su sesión de cine!
    Y sí, pensándolo bien es tan peligroso entrar en la casa de Arsénico por compasión como exponerse a que sus personajes se salgan de la pantalla, jaja.-
    Un beso grande, Bet.-

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  6. Amigo Manuel, mil perdones por haber tardado en contestarte.
    Sí, para mí esta película además de un desenfadado y desprejuiciado homenaje al cine, me parece también como dices diversión garantizada. O por lo menos yo siempre me lo paso bien cuando la veo. Me sale una sonrisa. Yo no soy muy de Schwarzenegger, pero reconozco que hay películas suyas que las he disfrutado un montón como Mentiras arriesgadas o su saga Terminator.

    Con cariño
    Irene Bullock

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  7. Amiga Bet, perdóname también. Qué buena es Perdición (Double Indemnity). Es una película de cine negro que me gusta mucho, por su forma de contar la historia y los personajes perfilados, además se nota su huella en películas posteriores como Fuego en el cuerpo. ¡Todavía no hemos podido ver Hildy y yo Reiner, pero de esta semana no pasa!

    Con cariño
    Irene Bullock

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