Buscando al bebé robado

Santiago Alonso 


No sucede, por desgracia, que todas las semanas se estrenen películas en primoroso blanco y negro, con lo que eso tiene de invitación expresa a disfrutar de un embrujo fotográfico que nos retrotraiga a las sensaciones de un cine pasado que pulsaba unas teclas artísticas atemporales. Buena noticia supone entonces la llegada a las pantallas de Canción sin nombre, el debut en el largometraje de la peruana Melina León, un trabajo que, bien por temática, bien por intencionalidad estética, no sería difícil asociarlo con otros títulos recientes (y de distinto signo) como Roma de Alfonso Cuarón y El faro de Robert Eggers. Sin embargo, hay una circunstancia que define aún más su inusitada singularidad dentro del denominador común de las novedades en cartelera: se percibe que a León le habría encantado presentar un filme mudo a la antigua usanza. De hecho, prácticamente lo es en gran parte del metraje, aparte de las pocas conversaciones y los dos o tres elementos sonoros que podrían expresarse mediante poquísimos intertítulos. Si se estropeara repentinamente la instalación de sonido de la sala, seguiríamos entendiendo sin problemas la narración, y este es el mejor cumplido que se le puede hacer a la directora.

Tomando como base sucesos reales sobre tramas de bebés robados, León vuelve al Perú de los años ochenta, justo en la época de la convulsa primera presidencia de Alan García, con el descalabro económico y el terrorismo de fondo. Su mirada se dirige, por un lado, a la población andina, en concreto siguiendo a la desesperada vendedora de patatas (Pamela Mendoza Arpi) a quien le arrebataron el hijo; y, por otro, presenta al periodista limeño (Tommy Párraga) que muestra interés en desvelar una injusticia criminal que, como siempre, se ejerce contra los menos favorecidos de la sociedad. La intensa expresividad de las imágenes habla por sí sola desde el inicio, tal y como demuestran la calculadísima composición en formato 4:3 y la captación de la bruma y las tonalidad grises, que firma Inti Briones, uno de los más aventajados «escritores con la luz» hispanoamericanos de la actualidad. Es cierto que al relato no siempre le beneficia la cadencia morosa de algunos planos, pero no lo es menos que cada secuencia tiene siempre contenido nuevo, haciendo avanzar así la narración hacia unos territorios de thriller muy negro y de pesadilla burocrático-kafkiana durante toda la primera parte de la película. Asimismo, destaca la inserción en tres o cuatro ocasiones, cuando se muestran las celebraciones de la comunidad ayacuchana, de fragmentos que bien podrían pertenecer a un viejo documental etnográfico.

Ahora bien, algo sucede en Canción sin nombre a partir de su segunda mitad, coincidiendo con el encuentro entre la joven madre y el periodista, es decir, con la unión de las dos tramas narrativas. Llegado el momento en que la historia cambia de signo y da comienzo la investigación, se pierde la tensión tan admirablemente conseguida y el resultado son unos cuarenta minutos en los que apenas hay desarrollo de los personajes, ni se construye la relación entre los protagonistas, ni se pone en marcha con veracidad la mecánica indagatoria o se llegan a engarzar mínimamente las nuevas subtramas (hay incluso una secuencia de un atentado cuya puesta en escena ni siquiera se entiende). Cabría la tentación de achacar el problema a la dificultad de ajustar la complejidad narrativa a una expresión estilística silente, pero un simple vistazo a solo dos minutos de Griffith, Pudovkin o Eisenstein desmontaría esa afirmación. El caos y la falta de un engranaje efectivo acaban condenando la cinta a no ser lo que prometía. Y da rabia, porque León —a diferencia de, por ejemplo, el irritante Eggers en El faro— no ha caído en el desbordamiento estético que la habría abocado a elaborar un vacuo ejercicio hípster. La falta de reflexión y coherencia en el conjunto de imágenes no se debe a su incuestionable brillantez sino a lo que las concatena a partir de cierto momento.



2 Comentarios »

  1. Jolin, ya hace dos o tres meses vi esta peli en el cine Rialto de Niza, es un filme muy muy bello. Lo recomiendo sin la menor duda: veanlo !
    Acabo de tomar mi café con leche, tengo mucho jaleo con los gatos en esos momentos, leerê el articulo mâs tarde. Buen sâbado !

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  2. Ya leîdo, no opino como el critico, cuando se unen las dos trayectorias primerizas la de la mujer y la del periodista, la pelicula no pierde intensidad narrativa. En realidad pienso justamente lo contrario, es en este momento cuando empieza de verdad el filme. Buen sâbado.

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