El hogar como el espacio del terror

Yago Paris


Hay algo en la animación en stop motion que transmite una sensación de extrañeza. Probablemente sea la propia técnica en sí, que consiste en dar vida a objetos inanimados que pertenecen a nuestra realidad, y, por tanto, a que la animación se recrea en un escenario que es real, con objetos que también lo son. Todo es demasiado cercano a nuestra percepción del mundo, y por tanto las disonancias son más llamativas. Esto se observa con especial claridad en los ejemplos más rudimentarios de esta clase de animación, donde ciertas imperfecciones en la fluidez del movimiento, ya sea por carencia de maestría o de presupuesto, ya sea por tratarse de una decisión voluntaria, exponen el artificio. Es cierto que la técnica stop motion no es necesariamente perturbadora, pero lo tiene todo para serlo. Quizás por eso figuras clave de esta expresión artística destacan, precisamente, por orientar sus animaciones  hacia lo siniestro, como es el caso de Jan Švankmajer o los hermanos Quay. Joaquín Cociña y Cristóbal León, los directores de La casa lobo, son herederos directos de esta vertiente de la animación, y en su primer largometraje profundizan en las diferentes maneras de desarrollar dicha técnica para generar estupor y, después, terror.

Recientemente estrenado en Filmin, el filme aborda el caso de Colonia Dignidad, un asentamiento fundado por Paul Schäfer, el nazi que se exilió junto con otros compatriotas en Chile tras la Segunda Guerra Mundial. Personas que lograron escapar de la comunidad han denunciado que se trata de una secta donde se atentaba contra los derechos humanos. A su vez, los tribunales chilenos han demostrado la colaboración de la comuna con la dictadura militar de Pinochet como centro de detención y tortura. La película se aleja de cualquier contextualización realista y, partiendo de atmósferas y desarrollos narrativos propios de los cuentos infantiles de los hermanos Grimm, elabora un relato metafórico sobre el trauma y los fantasmas interiores que este genera, de los que uno jamás podrá escapar.

El relato cuenta la historia de María, una niña que consigue escapar de la colonia y se refugia, junto con unos cerditos que ha liberado previamente, en una casa. Lo que en principio podría ser una salvación se convierte en otra nueva tortura, pues nada de lo que ocurre en el interior del edificio resulta placentero. Se suceden una serie de escenas donde la niña trata de hacer vida normal junto a los animales, pero los traumas de su experiencia en la colonia convierten su existencia en un infierno. La narración se centra más en la exposición del mundo interior de la protagonista que en el desarrollo de sucesos, hasta el punto de que, en realidad, todo es una alegoría. En este sentido resulta evidente entender la casa como un espacio metafórico, cuyas apariencia y arquitectura se modifican constantemente, reflejando el estado de ánimo y la psicología de la protagonista. La narración es, por tanto, una sucesión de sensaciones —las que siente la niña, y que la cinta nos traslada con su envolvente puesta en escena—, donde no es que no exista la percepción de paso del tiempo, sino que el tiempo como dimensión lineal no existe, lo que se refleja en una serie de escenas, que se presentan sin verdadero orden y consisten en una insistente reformulación de los mismos temas.

La construcción de un espacio pesadillesco se consigue a través de la técnica stop motion, que combina el uso de modelos con la pintura. Curiosamente se enfatiza el paso del tiempo, especialmente en el segundo caso, pues cada nueva etapa del dibujo se realiza sobre la anterior, y las marcas de los dibujos pasados, lejos de disimularse, se manifiestan como parte de la estética del extrañamiento. Una idea visual que podría interpretarse como una metáfora unívoca de la huella del pasado, pero que resulta todavía más estimulante y meritoria si se entiende como el resultado de utilizar los recursos estéticos como complejos generadores de impresiones. La casa lobo crece cuanto menos se racionaliza. La película, que podría verse como una suerte de secuencia infinita, donde apenas se perciben los cortes entre escenas, expone cómo funciona el subconsciente y sus temores irracionales, inexplicables, y para ello los directores se valen de imágenes perturbadoras que escapan a la racionalización, pues son cine en estado puro, y cuando eso ocurre, la lógica es prescindible.


Puedes ver LA CASA LOBO en Filmin.


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LA CASA LOBO

Dirección: Joaquín Cociña, Cristóbal León

Reparto: Amalia Kassai, Rainer Krause.

Género: terror psicológico. Chile, 2018.

Duración: 75 minutos.

 


 

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